Por Mirtea Elizabeth Acuña Cepeda
"En las profundidades del invierno aprendí que dentro de mí hay un verano invencible". Albert Camus
Celebrar el Solsticio de invierno significa una elegía al triunfo de la luz sobre la oscuridad. Metafísica y filosóficamente es analogía del renacer a una nueva vida y considerando que somos creación divina y formamos parte de la Naturaleza aceptamos que el cambio y el conflicto son parte de la vida; de ahí que el Solsticio nos recuerde que somos parte de la totalidad, que estamos inmersos en los ciclos de la Naturaleza y somos parte de la sustancia universal.
El Solsticio de Invierno es a la vez, símbolo de la muerte y del renacimiento, ya que, en el memento mori, germina la semilla del espíritu, misma que florecerá en el equinoccio de primavera y culminará en el esplendor del solsticio de verano. Luz y Oscuridad coexisten, pues en medio de las tinieblas aparece la luz invencible; un principio astroteológico del cual surgen reflexiones en torno a las conductas morales y de los rituales, vinculados a una atenta observación de la naturaleza y de los astros.
Así, del principio analógico deriva un sistema no desvinculado de las ciencias, que concibe al microcosmos del Ser humano y la Naturaleza como espejos del macrocosmos. En esta analogía, el Sol es símbolo del “sí mismo divino“ en la conciencia del ser humano y su trayectoria un símil de las peripecias que atravesamos en la vida, incluyendo el descenso al inframundo, que marca el triunfo de la luz y la prueba de la inmortalidad de la vida, en constante regeneración (Tomás de Vio, cardenal Cayetano. De Nominun Analogia). Entonces, cual pequeños Sol-humano, arquetípicamente, recorremos durante nuestra vida las permutaciones del Sol-astro.
Este hito, del Solsticio de invierno, es el tiempo de reposo, de recogimiento, de conservación de la energía, de espera al triunfo de la Luz, para aprestarnos al renacimiento y siguiendo el pensamiento analógico, no obviamos que las estaciones corren distintos caminos en los hemisferios Norte y Sur, lo cual implica que en el aspecto espiritual, cada persona lleva su propio ritmo, aunque en conjunto como seres humanos, signifique el logro de la inmortalidad.
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