PABLO BARATINI DESDE VALPARAÍSO CHILE
No pude contenerme más, tomé mi bolso que tenía sobre las piernas, me levanté y mirando con desprecio a la Terapeuta, le dije -gracias. Abrí la puerta y salí sin voltear a verla. Bajé las escaleras pensando en todo lo que habíamos platicado la doctora y yo, no era posible que ella pensara tal cosa. Llegué a la calle y ahí estaba él, corrí y lo abracé, entre sus brazos me sentí segura, y odié con más fuerza a la terapeuta.
Hacía una semana que por primera vez había yo acudido a la consulta, la Dra. Covarrubias era una mujer extravagante en su vestir, la primera sesión estuvo llena de preguntas “inútiles”, desde mis datos generales hasta los de mi pareja y los de mi madre. Era tanta la necedad que me preguntó si él era grosero con migo, claro que no, le dije, el que me diga tonta no lo considero insulto, pues en realidad me dice tontita, el que me prohíba que use ropa ajustada o corta es por mi bien, ya que así evito que me digan cosas los demás.
Como quiera que sea, soporté ese necio interrogatorio, pero el colmo fue ahora, todo empezó cuando yo le platiqué que él era un hombre muy bueno, que hace tres años aceptó juntarse con mi madre y que desde entonces con migo también ha sido muy amable, en aquel tiempo yo tenía doce años, y al poco tiempo de que se había juntado con mi madre, él me invitaba al parque, al cine, y me defendía de mi madre cuando ésta me regañaba. ¿Cómo no lo voy a querer?, si cuando por celos ella me ha pegado, él me ha defendido y hasta la ha golpeado a ella, por cierto, ella se llama Martha.
Ahora entre los brazos de él me siento segura y le digo, vámonos a vivir lejos de mi madre, él sonríe encantadoramente y me dice claro tontita mía, por lo pronto vamos a casa que Martha nos espera para comer.
Comentarios