Por: Miguel Ángel Rojas Pizarro:. Psicólogo Educacional – Profesor de Historia – Psicopedagogo. @soy_profe_feliz
La política, lejos de ser un simple debate racional sobre economía o ideologías, es ante todo un reflejo de nuestras necesidades humanas más profundas. El avance de la ultraderecha en gran parte del globo, América Latina, y en particular en Chile, ha desconcertado a muchos sectores progresistas. ¿Por qué personas en condiciones de vulnerabilidad apoyan proyectos políticos que parecen perjudicarlas en términos económicos?
El sociólogo brasilero Jessé Souza, en su libro O Pobre de Direita (2022), nos ofrece una explicación que rompe con los paradigmas establecidos: Los sectores populares no votan solo en función de sus intereses económicos, sino también movidos por el miedo, la identidad y el deseo de reconocimiento social. Si cruzamos estas ideas con la teoría de la Pirámide de Maslow (1943), podemos ver cómo la extrema derecha ha sabido manipular estas emociones para consolidar su influencia.
Además, en el Chile contemporáneo, otro factor se suma a esta ecuación: la cultura woke o la obsesión por la productividad y la autoexplotación como valores centrales en la identidad individual y colectiva. Esta mentalidad, promovida tanto por el neoliberalismo como por la extrema derecha, refuerza la idea de que el esfuerzo individual es la única vía legítima para salir adelante, desacreditando cualquier alternativa de justicia social o redistribución de la riqueza.
Hoy, este fenómeno se hace evidente en la expansión de la ultraderecha con nuevas agrupaciones como el Partido Libertario, liderado por el diputado Johannes Kaiser, que ha sabido captar a sectores precarizados bajo el discurso de la autosuperación y el esfuerzo personal como única vía de progreso.
Uno de los principios clave de la teoría del Psicólogo Maslow (1943) es que cuando las personas sienten que sus necesidades básicas están amenazadas, priorizan la seguridad sobre cualquier otro valor. La extrema derecha a través de la prensa ha sabido explotar esta realidad. Chile ha experimentado un creciente clima de inseguridad en los últimos años: Aumento del crimen organizado y la violencia en barrios populares. Crisis migratoria y percepción de competencia por empleos y beneficios sociales. Desconfianza en las instituciones estatales, militares y eclesiásticas y el fracaso de reformas progresistas.
La derecha radical ha respondido a este contexto con un discurso de mano dura. Líderes como Kast y Kaiser han prometido recuperar el orden con medidas punitivas más duras y una reducción del rol del Estado en políticas sociales, con el argumento de que este solo genera dependencia.
Este fenómeno no es exclusivo de Chile. Souza (2022) demuestra que, en Brasil, Jair Bolsonaro se posicionó como el candidato de la seguridad, atrayendo votantes que no necesariamente compartían su visión ultraconservadora, pero que veían en él una promesa de estabilidad en tiempos de crisis.
En la Pirámide de Maslow, la necesidad de pertenencia juega un papel fundamental en la adhesión política. Souza (2022) señala que muchas personas de sectores populares han encontrado en la extrema derecha una identidad clara y un sentido de comunidad que el oficialismo y los partidos políticos han descuidado.
Rechazo al multiculturalismo y la diversidad. El naciente Partido Libertario de Johannes Kaiser. Con un discurso nacionalista ha intensificado la narrativa de que Chile está siendo "invadido" por inmigrantes que abusan del sistema. Nacionalismo excluyente. La idea de que ciertos grupos —como los mapuches, comunidades LGTB+ o los migrantes reciben privilegios han sido clave en la movilización de sectores populares contra propuestas progresistas.
La derecha radical ha promovido un discurso de "rescate" de la familia, el esfuerzo individual y el patriotismo, reforzando la idea de que la izquierda busca destruir estos valores. Este tipo de discurso genera un sentido de “nosotros contra ellos”, lo que lleva a que sectores populares rechacen reformas estructurales que podrían beneficiarlos, simplemente porque estas son percibidas como impuestas por una élite progresista "desconectada" de la realidad del pueblo trabajador.
Uno de los elementos menos discutidos en el avance de la ultraderecha es el impacto de la cultura woke, o la glorificación de la hiperproductividad y la autoexplotación como signos de éxito personal. La cultura woke refuerza la idea de que: El éxito depende exclusivamente del esfuerzo individual. Pedir ayuda del Estado es señal de debilidad o flojera. En resumen, la pobreza es consecuencia de decisiones personales y no de problemas estructurales.
Souza (2022) explica que, en Brasil, muchos trabajadores de bajos ingresos adoptaron este discurso porque querían verse como parte de los “ganadores” del sistema, en lugar de ser percibidos como dependientes de la asistencia social. En Chile, esta mentalidad ha sido clave para que sectores populares apoyen políticas neoliberales que los perjudican.
El Partido Libertario de Kaiser, por ejemplo, ha llevado este discurso al extremo, promoviendo la eliminación de programas sociales bajo la premisa de que “cada persona debe hacerse cargo de su propio destino”. Bajo esta lógica, cualquier política de bienestar social es vista como un obstáculo para el desarrollo individual, lo que refuerza la adhesión de trabajadores precarizados al discurso ultraderechista.
El crecimiento de la ultraderecha en Chile y América Latina no es una anomalía, sino el resultado de años de abandono, precarización y miedo. Para enfrentar este fenómeno, el oficialismo y sectores progresistas deben reconectar con las necesidades humanas básicas y ofrecer una alternativa que dispute el terreno de la seguridad, la identidad y la meritocracia.
Es clave que en este año electoral se debe proponer una seguridad progresista. La izquierda debe ofrecer soluciones reales a la criminalidad sin caer en la retórica autoritaria de la ultraderecha. Construir una identidad popular y una conciencia de clases. No basta con hablar de derechos; se debe generar un relato donde los sectores populares se sientan protagonistas del cambio.
Desafiar la cultura woke y la falsa meritocracia. Es clave desmontar la idea de que el éxito depende solo del esfuerzo individual, sin caer en el asistencialismo. Romper con el mito “El pobre es pobre porque quiere” o se mi levanto a las 04 AM seré más exitoso”.
Trabajar con comunidades religiosas y culturales. La ultraderecha ha sabido usar la religión y el sentido de comunidad para fortalecer su discurso. Es necesario generar alianzas con sectores progresistas dentro de estos espacios. En definitiva, si la izquierda sigue ignorando las emociones y necesidades que mueven a la sociedad, la ultraderecha continuará ganando terreno. La política es una batalla por el sentido común y un estado de bienestar que sea la armonía entre los hombres. Hoy más que nunca, es urgente dar esa pelea desde la humanidad y la empatía.
"La verdadera libertad no radica en rechazar la solidaridad, sino en comprender que solo a través del encuentro con el otro podemos transformar la realidad y liberarnos juntos de la opresión." Paulo Freire.
Del Autor: Miguel Angel Rojas Pizarro: Papá. Psicólogo Educacional, Profesor de Historia y Cs. Políticas y Psicopedagogo. Post Título en Orientación Vocacional, con estudios de Doctorado y Magíster en Educación y Convivencia Escolar. Bombero, Académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Aysen y Libre Pensador.