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13645408697?profile=RESIZE_400xDe La Esmeralda al aula obrera: “Cuando un marino eligió la justicia antes que la metralla". 

Por Miguel Ángel Rojas Pizarro / Profesor de Historia, Psicólogo Educacional y Psicopedagogo / @Soy_profe_feliz – miguelrojas.cl 

A veces, la historia nos deja héroes, nombres que se graban en bronce. Otros, en cambio, se graban en el alma del pueblo. El almirante Arturo Fernández Vial pertenece a esa segunda categoría.

Fue marino, sí. Participó en la Guerra del Pacífico, combatió en el combate naval de Iquique, sobrevivió al hundimiento de la Esmeralda y fue prisionero en Perú. Pero cuando uno escucha su nombre en boca de una hinchada popular, no lo recuerda por sus brillantes medallas y galones, sino por algo mucho más grande: por haber elegido el camino de la justicia y la empatía cuando tenía todo el poder para reprimir y generar una masacre de sangre, como la ocurrida en la Escuela Santa María de Iquique.

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Corría el año 1903. El puerto de Valparaíso hervía entre grúas, silbatos, frío, cansancio y el grito desesperado de los trabajadores portuarios y ferroviarios. Habían decidido parar todas las faenas. Exigir lo justo. Salarios dignos. Un poco de humanidad en las condiciones laborales más básicas. La chispa se encendió a raíz de un conflicto entre la Compañía Sudamericana de Vapores y sus estibadores, que venían denunciando extensas jornadas laborales de hasta catorce horas, sin descansos adecuados ni medidas mínimas de seguridad. A esta protesta se sumaron los cargadores, fogoneros y trabajadores ferroviarios, paralizando la actividad económica del principal puerto del país. Las tensiones aumentaron, y el gobierno temía que se repitieran hechos violentos como los de 1902 en Iquique.

“A diferencia de lo ocurrido en la Escuela Santa María de Iquique en 1907, donde la represión fue brutal, Vial evitó que Valparaíso terminara teñido de sangre”.

El gobierno de la época, muy nervioso, liderado por el presidente Germán Riesco, envió al contraalmirante Fernández Vial a controlar la situación. Pero Vial no llegó con sable ni bayoneta. Llegó con su mejor arma: el oído. Escuchó a los obreros. Caminó entre ellos. Preguntó antes de ordenar. Propuso diálogo en lugar de represión. Y promovió un tribunal arbitral que puso fin al conflicto sin derramar una sola gota de sangre.

Archivo:1903, Valparaíso, Huelga Portuaria - Frente a la Intendencia. 

Ese gesto, sencillo pero gigantesco, le cambió la vida al pueblo y al oficial de marina. Porque a veces, el verdadero combate no ocurre en la guerra, sino en la conciencia.

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El gesto de Vial no sólo evitó una masacre, sino que dejó una huella indeleble entre los trabajadores. Fue tal el impacto que, ese mismo año, el 15 de junio de 1903, los integrantes del club International F.C., conformado mayoritariamente por obreros del ferrocarril en Concepción, decidieron rebautizar su equipo como Club Deportivo Ferroviario Almirante Arturo Fernández Vial. No fue una decisión simbólica tomada a la ligera, sino un acto profundamente político y emotivo. Vieron en ese marino a un defensor genuino del pueblo trabajador, un oficial que, en vez de reprimir, escuchó. 

En un Chile marcado por la represión a las huelgas y el desprecio por las clases populares, que un club obrero llevara el nombre de un almirante era un acto contraintuitivo, casi revolucionario. Pero Vial, a diferencia de muchos de sus pares, había elegido estar con ellos. Así, el club no sólo se convirtió en equipo de fútbol, sino también en estandarte de memoria viva, de gratitud popular y de la posibilidad de una patria más justa. Y así, en cada partido jugado en tierra penquista, en cada camiseta negra y amarilla sudada en la cancha, vive un poco de aquel gesto del almirante que prefirió ser humano antes que verdugo. 

Ya retirado de la vida militar, Fernández Vial no se dedicó al silencio ni al confort del reconocimiento. Optó por un camino aún más revolucionario: la educación popular. Fundó más de una docena de escuelas nocturnas para obreros, convencido de que el saber debía dejar de ser privilegio y convertirse en derecho. Estas iniciativas permitieron a centenares de trabajadores alfabetizarse, aprender oficios, y desarrollar pensamiento crítico en una época donde el acceso a la instrucción era casi exclusivo para las élites. No lo hizo desde una lógica asistencialista, sino desde una visión republicana: formar ciudadanos libres, conscientes y activos. Además, impulsó círculos de lectura, actividades deportivas y asociaciones de ayuda mutua, entendiendo que la patria también se construye en el aula, en el taller y en la conversación colectiva. Como señala Salazar (2011), Fernández Vial fue uno de los pocos miembros de la oficialidad chilena de su época que comprendió que la educación del pueblo era un deber moral del Estado y de sus servidores públicos.

Hoy cuesta encontrar oficiales así en nuestras Fuerzas Armadas. No porque no existan, sino porque el sistema los empuja a mirar desde lejos, a obedecer sin pensar, a vivir en burbujas de privilegio que los separan del Chile que madruga, que se sube al micro o al metro, que transita horas para ir a trabajar, que hace milagros para llegar a fin de mes. Escribo estas líneas con la esperanza de que algún joven cadete naval, algún futuro oficial de nuestras FF.AA., las lea y se haga una pregunta incómoda pero hermosa:

¿Y si yo también puedo ser como el almirante Arturo Fernández Vial? ¿Y si el honor no está en las medallas, sino en la coherencia de mis actos? ¿Y si el deber no es defender órdenes ciegas, sino proteger la dignidad del pueblo y de la república? ¿Y si el verdadero servicio a la patria es estar al lado de quienes sufren, no por encima de ellos?

Porque este país no necesita más trajes de seda planchados ni sables relucientes sin ningún uso. Chile necesita oficiales que se agachen a levantar al herido, que escuchen a la madre que exige justicia, que entiendan que la patria está hecha de carne y hueso, de lágrimas y esperanza.

El almirante Arturo Fernández Vial lo entendió. Y por eso, más de un siglo después, su nombre aún se canta en las tribunas y galerías, no como un héroe lejano, sino como un compañero.

Atrás quedaron las valientes jornadas de la Guerra del Pacífico,
cuando jóvenes cruzaban bajo arcos triunfales,
tras de sus bravos generales,
con sus banderas desgarradas por las balas
y sus estrellas mostrando cicatrices de guerra.
Volvieron invictos.

Pero hoy las batallas son otras. Ya no marchamos hacia el desierto ni saltamos al abordaje como Prat. Hoy el enemigo viste de indiferencia, se esconde en la desigualdad, en la pobreza, en el narcotráfico, en el abandono de las poblaciones, en el llanto de los niños sin escuela, con hambre y frío, en la rabia de los trabajadores sin derechos. Y por eso, Chile no necesita soldados que repitan glorias pasadas. 

13645395284?profile=RESIZE_710xY mientras evocamos la figura del almirante Fernández Vial como paradigma de integridad y compromiso, no podemos ignorar la vergonzosa realidad que ha afectado a nuestra institución castrense en las últimas décadas. Los últimos comandantes en jefe del Ejército de Chile: Fuente-Alba, Humberto Oviedo, Ricardo Martínez y Javier Iturriaga han sido investigados por fraude al fisco o por responsabilidades administrativas y éticas que manchan el honor de la institución. No se trata de ensañamiento ni de prejuicio, sino de constatar un hecho doloroso: Igualmente en Carabineros gran parte de la alta oficialidad ha sido arrastrada a escándalos que distan profundamente del espíritu republicano que alguna vez encarnaron figuras como Vial, Condell o Prat. ¿En qué momento el sable se convirtió en chequera? ¿Cuándo se dejó de servir al pueblo para servirse de él?

Porque en tiempos donde el uniforme suele confundirse con el privilegio, donde el mando a veces se ejerce desde la soberbia y no desde la empatía, Chile necesita algo distinto. Necesita oficiales que vistan el uniforme no como símbolo de poder, sino como compromiso con el pueblo. Que comprendan que la autoridad no se impone: se gana en la calle, en la escucha, en la coherencia.  Sean como el almirante Fernández Vial. No para repetir la historia. Sino para transformarla. Hoy no necesitamos más comandantes Crespo. Hoy necesitamos más almirantes Fernández Vial. 

Quizás por eso, cuando la camiseta aurinegra entra a la cancha, no sólo se juega fútbol. También se honra un gesto, una esperanza, una posibilidad de país distinto”. 

Corolario Final 

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 Carta abierta a los futuros Oficiales de nuestras FFAA y Carabineros

A ti, joven cadete aspirante a oficial que recién comienza el camino en las escuelas matrices.
A ti, que miras con admiración el uniforme y sueñas con servir a la patria.

No dejes nunca que te convenzan de que servir significa callar.
No creas que la obediencia ciega es más valiosa que la conciencia limpia y el uso de la razón
No te acostumbres a mirar al pueblo desde arriba.
No confundas el mando con el abuso, ni la jerarquía con la impunidad.

Haz de tu espada un símbolo de justicia, no de amenaza.
Haz de tus botas el puente entre la institución y el pueblo, no el muro impenetrable.
Haz del silencio que te enseñan una pausa para pensar, no para encubrir.

Recuerda a Vial. Al almirante que no necesitó disparar para hacer historia.
Al oficial que entendió que el verdadero enemigo era la injusticia.
Al marino que prefirió educar al obrero antes que dominarlo.

La patria no necesita más trajes planchados ni medallas sin honores
Chile necesita oficiales que escuchen.
Que caminen entre el pueblo.
Que no teman arrodillarse para levantar al caído.
Que entiendan que el uniforme se honra con humanidad, no con distancia.

Si aún crees que el uniforme puede ser un acto de amor a la patria,
si aún crees que se puede servir sin humillar,
si aún crees que hay espacio para la empatía en los cuarteles,
entonces, cadete, nunca estarás solo.

Porque mientras haya uno como tú,
mientras haya un alma que recuerde al Almirante Vial, y tantos otros que dieron la vida en nombre del pueblo y los derechos humanos.
la esperanza seguirá marchando, paso firme, junto al pueblo. 

Miguel Angel Rojas Pizarro

Ex Cadete Naval 

 

Referencias

  • Salazar, G. (2011). Labradores, peones y proletarios: Formación y crisis de la sociedad popular chilena del siglo XIX. Santiago: LOM Ediciones.
  • Collier, S., & Sater, W. F. (2004). Historia de Chile, 1808-2002. Santiago: Cambridge University Press / Editorial Universitaria.
  • Pinto, J. (2007). Trabajadores y movimiento sindical en Chile. Santiago: LOM Ediciones.
  • Gazmuri, C. (2010). El Chile liberal (1861-1891). Santiago: Ediciones UC.
  • Grez Toso, S. (2000). Los anarquistas y el movimiento obrero en Chile. Santiago: DIBAM / LOM.
  • Cavallo, A. (2015). Militares y política en Chile. Santiago: RIL Editores. 
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Miguel Ángel Rojas Pizarro:. / Psicólogo Educacional – Profesor de Historia – Psicopedagogo:. / @Soy_Profe_Feliz | www.miguelrojas.cl 

“Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada...” — Eduardo Galeano. 

Como él, hay muchos.

Un Abuelo o Abuela durmiendo con el celular en la mano.

Un conserje, Un obrero o una trabajadora de casa particular

 del barrio alto que cruza la ciudad entera cada noche,

cansados, para llegar a su población,

comer algo, saludar a la vieja, a los nietos

sacarse los bototos de seguridad y estirar los huesos que ya no dan más.

Con la mochila rota,

la lonchera con sobras frías,

y los cristales quebrados de los lentes que ya no alcanza a cambiar.

Es tu abuelo.

Es mi abuela.

Es el papá de tu papá.

Porque cuando hablamos de conciencia de clases,

nos referimos a esto:

a los que madrugan para que otros duerman tranquilos,

a los que barren oficinas vacías,

a los que construyen ciudades donde no pueden vivir.

Él es uno de los nuestros:

un obrero que aún debe salir a ganarse el pan,

no se puede enfermar,

cumpliendo diez, doce horas laborales..

hasta que los pulmones, el corazón o el alma aguanten.

Pero son grandes, viejos

Y compartimos humildemente estas palabras

porque tú no eres de allá,

de donde te miran desde arriba,

de donde te usan, pero no te reconocen,

donde se creen dueños del tiempo, del país y de la dignidad.

Tú no eres parte del neocapitalismo que nos promete libertad

y nos da esclavitud disfrazada de oportunidades.

Ese modelo económico que privatiza la vida,

que transforma la salud, la vejez y el agua en mercancía,

y convierte la esperanza en crédito.

Descansen, viejos lindos.

Alivia tu alma, aunque sea un rato.

Porque eso es la libertad bajo el neocapitalismo:

trabajar hasta tus últimos días

para que otros vivan sus primeros

sin saber lo que cuesta el pan.

Su hijo también madruga.

Su nieto también estudia cansado.

Porque nadie rompe la rueda sin pagar un precio.

¿Y cambiará algo con las elecciones primarias de este domingo?

Quizás alguien prometa un país más justo, un sistema más humano, un trabajo más digno.

Pero ustedes ya no comen promesas, viejos lindos.

Tú sabes que ningún voto te devuelve la salud, ni el tiempo con los tuyos, ni el descanso merecido.

Porque mientras ellos se reparten el poder como si fuera botín, tú sigues cruzando la ciudad con la mochila rota y el alma cansada. 

Y nosotros seguimos preguntándonos, desde nuestra trinchera cotidiana,

si de verdad algo va a cambiar…

o si solo cambiarán los nombres de los que seguirán viviendo

sin saber cuánto cuesta el pan. 

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13640295654?profile=RESIZE_710xPor Miguel Ángel Rojas Pizarro / Psicólogo Educacional – Profesor de Historia – Psicopedagogo / @Soy_Profe_Feliz | www.miguelrojas.cl 

“Cuando Aladino pidió riquezas al genio de la lámpara, jamás imaginó que quedaría atrapado en el palacio que deseaba conquistar”. 

Como en los mitos árabes, donde los deseos concedidos por genios traen consigo trampas invisibles, Chile vive atrapado en una democracia hechizada. Nos han hecho creer que votar es sinónimo de libertad, pero cada elección, cada primaria, cada papel en la urna, termina reforzando el sistema que nos explota. Como Aladino, el pueblo chileno pidió justicia, pidió dignidad… y recibió espejismos. Esta columna es una llamada a abrir los ojos, a romper el hechizo y a comenzar la verdadera liberación desde abajo, desde el barrio, desde la memoria y la organización popular.

¿Para qué votar en unas primarias que solo reproducen la lógica del sistema que nos empobrece? ¿De qué sirven las papeletas si las decisiones ya están tomadas por los grandes grupos económicos, los partidos cooptados y los medios de comunicación masiva?

Nos dicen que, si no votamos por la Concertación, el Frente Amplio o algún progresismo domesticado, ganará la derecha. ¿Pero qué derecha, si lo que tenemos es una oligarquía reciclada, que viste distintos colores, pero que jamás ha cuestionado el corazón del problema: el modelo neoliberal chileno? 

Hoy no tenemos salud, sino seguros privados. No tenemos educación pública de calidad, sino negocios disfrazados de escuelas. No tenemos jubilaciones, sino pensiones de miseria gestionadas por las AFP. No tenemos soberanía sobre el litio, el cobre o el agua, sino concesiones a transnacionales y por el yerno del Dictador Pinochet por 30 años. Chile no es una república: Es una colonia del capital global, administrada por tecnócratas locales o mejor dicho Capataz de esta larga franja de tierra.

Hace más de un siglo, el presidente José Manuel Balmaceda intentó recuperar para el Estado chileno las riquezas del norte, en especial el salitre, que en ese momento era la principal fuente de ingresos del país. Su proyecto era invertir las rentas salitreras en educación pública, ferrocarriles, salud y dignidad popular. La respuesta fue brutal:  el Diputado Carlos Walker Martínez, al servicio de los intereses salitreros, y el diputado Julio Zegers, desde la prensa conservadora, lideraron una campaña de desprestigio y sabotaje que no solo envenenó la opinión pública, sino que preparó las condiciones para el golpe parlamentario de 1891. Así se derrumbó el primer gran intento de soberanía económica chilena.

13640293489?profile=RESIZE_710xEl día que Chile perdió su destino de potencia mundial. La Guerra Civil de 1891 no fue solo una crisis institucional: Fue una contrarrevolución oligárquica. Chile perdió su oportunidad de convertirse en una potencia regional, de construir un Estado soberano, industrial y social. La oligarquía financiera y la influencia británica aplastaron el proyecto nacional-popular de Balmaceda, y el país quedó atrapado en un modelo exportador dependiente y desigual (Collier & Sater, 2004; Gazmuri, 1991).

Años después, en 1938, la historia ofreció una nueva oportunidad. El Frente Popular, con Pedro Aguirre Cerda a la cabeza, inició una inédita expansión del Estado docente, promovió la industrialización a través de la CORFO, impulsó la educación técnica y dignificó el rol del pueblo. "Gobernar es educar" fue mucho más que un lema: fue una hoja de ruta (Salazar, 2005). Esa experiencia nos recuerda que sí se puede construir un país distinto desde el Estado, cuando hay voluntad política y proyecto de justicia.

En este escenario, votar nulo no es rendirse. Es rebelarse con conciencia. Mientras el voto sea obligatorio, el nulo consciente es una forma legítima de deslegitimar el sistema. No basta con abstenerse en silencio. Debemos hacer del voto nulo una señal política clara, articulada con organización, cabildos y acción directa no violenta. 

Eduardo Artés sigue siendo el único candidato que plantea con claridad una ruptura total con el neoliberalismo: habla de nacionalización, asamblea constituyente popular, salud universal y fin de las AFP. Sin embargo, su figura continúa marginada del debate público, en parte por su discurso radical —que defiende regímenes como Corea del Norte y Venezuela—, pero también por la falta de alianzas territoriales y cobertura mediática. Por su parte, Daniel Jadue, quien representó una esperanza para sectores populares, hoy se encuentra en arresto domiciliario por el caso de las farmacias populares. La decisión del Partido Comunista de reemplazarlo por Jeannette Jara como carta presidencial, y el explícito rechazo de esta última a incluir a Jadue en su comando, solo evidencian la fractura y la domesticación progresiva de la izquierda institucional. ¿Qué pasaría si en lugar de egos y disputas palaciegas, Artés, Jadue y Meo se unieran en un nuevo frente popular desde las bases, con programa común, sin cálculos electorales, sino con horizonte de justicia social? “Porque el poder real no se conquista en la urna, sino en la plaza, en la olla común, en la decisión colectiva de dejar de obedecer.”

Las condiciones del estallido de 2019 no han mejorado; se han agudizado: precariedad laboral, AFP, salud mercantilizada, despojo territorial y represión. Un nuevo estallido puede ocurrir, pero si no construimos poder organizativo desde ya, será otro grito ahogado en lacrimógena. Cabildos territoriales permanentes con capacidad de autogestión, planificación y defensa colectiva.

Mientras tú haces fila para votar, tu madre sigue esperando una hora médica que no llega, y tu hijo se endeuda por estudiar en un sistema que premia al banco antes que al esfuerzo. Los mismos parlamentarios que se jactan de defender la educación pública tienen a sus hijos en colegios privados de élite, y jamás han pisado un hospital público más que para la foto. ¿De verdad crees que estás decidiendo algo? Votar sin poder transformar, sin poder exigir, sin poder soñar, no es participación: es sumisión ritualizada.  “Y mientras marcas una línea en la papeleta, te preguntas si alguna vez tu voto logró cambiar algo más que tu propia esperanza herida.”

Este domingo no hay primarias. Hay una farsa. Este domingo no se juega el futuro de Chile. Se escenifica un rito vacío. Las AFP seguirán. El litio seguirá en manos extranjeras. El agua no volverá al pueblo. Las primarias no son una fiesta democrática, son el recordatorio de que la democracia fue secuestrada.

Porque la única primaria que vale la pena es aquella donde el pueblo elige dejar de obedecer. Como Aladino atrapado en su palacio encantado, solo rompiendo la lámpara que nos encandila podremos salir de esta prisión dorada llamada democracia neoliberal. El deseo fue justicia, lo que recibimos fue una ilusión. La verdadera liberación no está en las urnas, sino en la calle, en el barrio, en el cabildo que se organiza, resiste y crea otro futuro. 

“Y quizás, como Aladino al romper su lámpara, tengamos que aceptar que solo en la oscuridad de la noche real se encienden las verdaderas llamas de la rebelión”. 

 Referencias (APA)

  • Collier, S., & Sater, W. F. (2004). A History of Chile, 1808–2002. Cambridge University Press.
  • Salazar, G. (2005). Labradores, peones y proletarios: formación y crisis de la sociedad popular chilena del siglo XIX. LOM Ediciones.
  • Moulian, T. (1997). Chile actual: anatomía de un mito. LOM Ediciones.
  • Gazmuri, C. (1991). El concepto de Estado en el pensamiento político de Balmaceda. Revista de Ciencia Política, 13(1), 75–96.
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Por: Miguel Ángel Rojas Pizarro:. / Psicólogo Educacional – Profesor de Historia – Psicopedagogo. / @Soy_Profe_Feliz - www.miguelrojas.cl 

          Hace una década, Chile celebraba en la Plaza Dignidad. Alexis levantaba la Copa América en 2015 y un año después lo haría otra vez, en suelo estadounidense. Eran tiempos de gloria, de identidad, de una generación que jugaba con el alma. La Generación Dorada no solo conquistó títulos: Nos hizo creer que el fútbol podía ser una bandera de dignidad y orgullo nacional. Ícaro, en la mitología griega representa al joven que, deslumbrado por su ascenso, vuela demasiado cerca del sol, desobedeciendo las advertencias, hasta que sus alas de cera se derriten y cae al mar. La Generación Dorada y el fútbol chileno le sucedió lo mismo: Volamos alto sin construir alas verdaderas, y terminamos cayendo por soberbia, mala planificación y olvido del origen.

Hoy, en 2025, esa misma Selección marcha última en las clasificatorias sudamericanas, con un equipo envejecido, sin recambio real, y con una hinchada que ya no canta, sino que se resigna. ¿Qué nos pasó?

13581381256?profile=RESIZE_710xVidal, Bravo, Isla, Medel y Alexis, entre otros marcaron una época. Pero no supimos preparar la posta. En vez de sembrar, nos dedicamos a aplaudir. Mientras ellos jugaban partidos heroicos, las divisiones inferiores se desmoronaban. La Sub-20 no clasifica a nada hace años. No hay Sub-17s en clubes grandes. No hay un Alexis nuevo ni un Vidal en camino. Como señalo el DT Marcelo Bielsa: “Lo que no se planifica, fracasa. Y Chile, futbolísticamente, abandonó la planificación tras el último grito de campeón”.

En este presente gris, aún resuenan en el alma los análisis de Eduardo Bonvallet, el "Gurú", quien con su voz aguda nos invitó a soñar que podíamos ser campeones del mundo. Ridiculizado por muchos, hoy su voz parece más vigente que nunca: La autocrítica, el amor por la camiseta, la idea de que no bastaba con talento, que había que tener huevos, hambre y honor. Como dijo el propio Bonvallet: “A mí no me importan los jugadores lindos, me importan los que juegan con el alma”.

Zamorano no llegó a ser uno de los mejores del mundo por sus condiciones técnicas. Llegó por su garra, por su disciplina, por su espíritu incansable de lucha. Fue un obrero del gol. Y esa cultura del esfuerzo es justamente la que hemos perdido.

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La decadencia de nuestra Selección es el espejo de una liga nacional sin alma. Equipos históricos convertidos en empresas frías, hinchas reducidos a consumidores, dirigentes preocupados más del balance que del balón. Hoy el fútbol chileno es eso: dirigentes sin proyectos, técnicos sin respaldo, y clubes que sobreviven con extranjeros desconocidos en su país y juveniles sin minutos.

El modelo de Sociedades Anónimas Deportivas Profesionales (SADP) prometía profesionalización. Pero trajo lo contrario: mercantilización, cortoplacismo y desconexión social. ¿Cómo puede un club formar identidad si su único objetivo es vender al próximo Sub-17 para cuadrar las finanzas? La Generación Dorada no nació bajo este modelo. Creció en clubes populares, en canchas con barro, con técnicos que educaban, no que solo hacían rendir. Hoy ese fútbol está muerto, privatizado y olvidado.

13581382491?profile=RESIZE_710xHoy nos preguntamos, con tristeza, pero también con coraje: ¿Cuáles son los sueños de los dirigentes de la ANFP? ¿Anhelan una Roja competitiva o simplemente rentable? ¿Sueñan con estadios llenos de niños con sueños en el corazón o con cuentas bancarias llenas de silencio? ¿Les importa la camiseta o solo la marca que la estampa? Porque mientras los niños juegan en potreros sin luz, mientras las escuelas ya no tienen torneos Inter escolares, y mientras los clubes formadores se caen a pedazos en las oficinas de las Sociedades Anónimas y en la ANFP los directivos siguen mirando Excel, no estadios. Plantillas contables, no corazones. 13581383860?profile=RESIZE_400xLa competitividad no la da el pasaporte ni la camiseta de club europeo, sino el proyecto formativo, el arraigo, el carácter y la pasión. Para las clasificatorias para el Mundial de Francia 98 teníamos una identidad táctica, cultural y emocional. Aunque muchos jugaban solo en Chile, tenían carácter, oficio, y una liga que los preparaba para el combate. Hoy, pese a estar "afuera", muchos no juegan, no lideran, y no se identifican con la historia de la camiseta. Zamorano, Margas o Nelson Tapia eran tipos forjados en barro, con hambre, liderazgo y orgullo. Hoy muchos jugadores jóvenes no han sido preparados psicológicamente para el fracaso, la presión, ni para liderar. La resiliencia, el amor por la camiseta y el carácter competitivo ya no se enseñan. 

Soñamos con una Roja que vuelva a ser del pueblo, que rescate la identidad de barrio, de lucha, de historia. Una Roja que nazca de los liceos, de los clubes chicos o de la liga nacional, de los sueños colectivos y no del lobby empresarial. Porque si no soñamos con eso… entonces ¿Para qué jugamos o aspiramos ir a un mundial?

 

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¡Presente, Psicopedagogía!: Una Profesión en Lucha por Dignidad y Reconocimiento”

¿Podemos hablar de inclusión educativa sin incluir a los Psicopedagogos/as?

 

Por Miguel Ángel Rojas Pizarro:.

Psicopedagogo- Psicólogo Educacional - Profesor de Historia

@Soy_Profe_Feliz

 

En las escuelas chilenas, el psicopedagogo/a cumple un rol silencioso pero esencial. Su labor va mucho más allá del refuerzo escolar: Se trata de diagnosticar, orientar, intervenir y acompañar los procesos de aprendizaje de estudiantes que presentan Necesidades Educativas Especiales (NEE), tanto transitorias como permanentes. En el marco del Programa de Integración Escolar (PIE), el psicopedagogo/a diseña e implementa Planes de Apoyo Individual (PAI), trabaja directamente con estudiantes, asesora a los docentes, articula con otros profesionales y fortalece la relación entre escuela y familia.

Todo ello con el fin último de garantizar que nadie quede fuera del proceso educativo por razones cognitivas, emocionales, sociales o contextuales. Sin embargo, paradójicamente, quien se especializa en inclusión ha sido sistemáticamente excluido del corazón de la política educativa.

La Invisibilizacion profesional y confusión de roles pese a su aporte pedagógico y humano, el rol del psicopedagogo sigue siendo poco comprendido y, en muchos casos, reemplazado por educadores diferenciales, como si fueran funciones intercambiables. Esta confusión no sólo empobrece la respuesta educativa hacia los estudiantes con NEE, sino que además precariza la labor psicopedagógica, reduciéndola a un simple “apoyo extra” y prescindible, en lugar de reconocerla como una disciplina científica y profesional clave en el trabajo multidisciplinario escolar.

La falta de una ley robusta que regule el ejercicio profesional del psicopedagogo/a como sí ocurre con otras carreras de pedagogía ha provocado que muchos de estos profesionales sean contratados a honorarios, por horas, sin protección laboral y con sueldos considerablemente inferiores a los de sus pares docentes. A esto se suma la escasa oferta laboral formal, especialmente en regiones y comunas rurales, donde más se necesitan sus competencias.

Un sistema que excluye a quienes trabajan por la inclusión, aún atrapado en una lógica tecnocrática y subsidiaria, prioriza la administración de recursos por sobre la pertinencia educativa, y en ese marco, muchos sostenedores educacionales optan por eliminar la figura del psicopedagogo del equipo PIE, argumentando costos o duplicidad de funciones. Pero ¿Es posible una educación inclusiva sin una mirada psicopedagógica? ¿Se puede hablar de equidad sin contar con profesionales que articulen lo emocional, lo cognitivo y lo didáctico?

La respuesta es evidente: No hay verdadera inclusión sin psicopedagogía. No hay calidad sin una comprensión profunda del cómo aprenden nuestros estudiantes, ni respeto por la diversidad si seguimos estandarizando los apoyos y minimizando la complejidad de los procesos de aprendizaje.

 

13570394484?profile=RESIZE_710xFrente a este panorama, cientos de psicopedagogos y psicopedagogas a lo largo del país han comenzado a organizarse, levantar la voz y visibilizar una crisis profesional profunda. Agrupaciones regionales, redes autoconvocadas y movimientos gremiales han iniciado campañas en redes sociales, cartas al Ministerio de Educación y reuniones con parlamentarios para exigir lo que parece obvio: reconocimiento, regulación y dignidad. Han llamado a una gran movilización nacional para este 07 de junio en todas las regiones del país.

 

Entre sus demandas se encuentran:

 

  • El reconocimiento legal de la profesión como parte del equipo PIE.
  • La incorporación de psicopedagogos en las directrices del PME y en el Estatuto Docente.
  • La mejora de condiciones laborales y contractuales.
  • La garantía de contratación en todos los niveles del sistema educativo.
  • Ingreso al Código Sanitario (MINSAL) como reconocimiento legal a la labor profesional.

 

Hoy, cuando tanto se habla de salud mental, convivencia escolar, neurodiversidad y equidad educativa, es inconcebible seguir dejando fuera a los psicopedagogos/a, cuya formación precisamente apunta a integrar todos esos factores desde una perspectiva interdisciplinaria.

¿Podemos hablar de inclusión sin incluirlos? promover una educación inclusiva, pero seguimos excluyendo en la práctica y en las decisiones políticas a quienes día a día trabajan para derribar las barreras del aprendizaje desde una mirada integral. ¿Cómo podemos hablar de inclusión educativa cuando marginamos sistemáticamente a los profesionales que diagnostican, intervienen, orientan y acompañan tanto a estudiantes como a docentes?

Incluir a los psicopedagogos/as es una condición ética, política y pedagógica para hablar con propiedad de inclusión escolar. Hoy, más que nunca, su presencia no solo es necesaria: es urgente.

“La educación no cambia el mundo: cambia a las personas que van a cambiar el mundo.” Paulo Freire

 

Y esas personas también son, los y las psicopedagogas de Chile….

 

#LaPsicopedagogíaImporta

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13553893898?profile=RESIZE_710xArturo Prat: Como arquetipo del ideal republicano y Crespo como símbolo de la deshumanización institucional. 

Por Miguel Ángel Rojas Pizarro: Psicólogo Educacional – Psicólogo Educacional – Psicopedagogo. @Soy_profe_feliz 

En el marco de un nuevo Mes del Mar, Chile vuelve a rendir homenaje al comandante Arturo Prat y a los bravos marinos que dieron su vida en el Combate Naval de Iquique 1879. Se exalta el valor, la entrega y el amor a la patria. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿Qué patria se defiende hoy? ¿Qué valores representan a quienes juran servirla en el siglo XXI? Prat no sólo fue un héroe militar. Fue un abogado comprometido con el estado de derecho, un hombre formado en el humanismo y la ética republicana. Su salto al abordaje del Huáscar no fue un acto impulsivo, sino el corolario de una vida de coherencia y servicio público. La patria de Prat era una patria democrática, de principios y leyes.

Hoy, ese concepto ha sido vaciado de contenido y secuestrado por sectores que, bajo una retórica autoritaria, reivindican una patria excluyente, vertical, donde la obediencia ciega se impone por sobre los derechos humanos y la crítica histórica. Lo vimos con brutal claridad en el caso del teniente coronel Claudio Crespo, imputado por dejar ciego a Gustavo Gatica, y cuyas frases filtradas en video como “¡Te vamos a Sacar los ojos!” hielan la sangre por su deshumanización y sadismo institucionalizado de quienes nos juraron defender. 

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Lo más preocupante es que Crespo no era un agente marginal o aislado, sino un oficial con rango y trayectoria, formador de hombres y líder de tropas. ¿Qué tipo de formación ética y profesional se está impartiendo cuando un oficial con tales convicciones morales logra ascender, comandar y representar la doctrina de la fuerza pública? ¿Qué dice eso de nuestra cultura institucional?

Más alarmante aún es que las instituciones formadoras de los futuros oficiales de la Marina y de las Fuerzas Armadas guardan un silencio pedagógico cómplice. Esta afirmación no es un juicio antojadizo: Surge al revisar en detalle el currículum oficial de formación de la Escuela Naval Arturo Prat, donde no se contempla una sola asignatura dedicada a los derechos humanos, ni se mencionan visitas pedagógicas al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, ni a sitios de detención y tortura como Villa Grimaldi o Londres 38. 

No hay espacios formativos explícitos para reflexionar sobre el golpe de Estado de 1973, las violaciones sistemáticas de derechos humanos, ni sobre el rol de las instituciones armadas en ese periodo oscuro de nuestra historia. Tampoco se contempla una formación ética crítica basada en los principios de justicia, reparación y no repetición. Y ante esto, cabe una pregunta aún más incómoda: ¿Por qué la Marina ha dejado fuera de su historia oficial a marinos ilustres como el Capitán de Navío Arturo Araya Peeters (Edecán del presidente Allende) asesinado en 1973, leal a la Constitución o al Almirante Raúl Montero Cornejo, que rechazó la intervención militar en la política nacional? ¿Se estudia acaso la Sublevación de la Escuadra de 1931, donde marinos y obreros se alzaron exigiendo mejoras salariales y justicia social? Aquel motín fue sofocado con extrema dureza: Hubo 6 condenas a muerte, 120 penas de cárcel y más de 800 expulsiones de marinos y trabajadores de los astilleros.

¿Por qué esos hechos, profundamente ligados a la historia social y política de la Armada, no tienen un lugar en la enseñanza formal de sus oficiales? ¿Por qué se construye una historia heroica, pero amputada de su dimensión ética y de clase? ¿Cómo se espera formar líderes íntegros si se les niega el conocimiento profundo de su propia historia? ¿Cómo se invoca el nombre de Prat sin enseñar que defender la patria también significa nunca más permitir el autoritarismo, la tortura ni la impunidad?13553876273?profile=RESIZE_710x

Los silencios también educan. El silencio forma. Y hoy está formando oficiales sin memoria, sin crítica, sin conciencia del pasado oscuro que deben contribuir a no repetir. Chile necesita Fuerzas Armadas al servicio de su pueblo, no de sus élites. Oficiales que entiendan que la lealtad no es hacia una cadena de mando acrítica, sino hacia la democracia y los principios universales de dignidad humana. 

Arturo Prat dio su vida por un ideal. Que no sea usado su nombre para encubrir abusos ni distorsionar el sentido profundo de la patria por la que murió junto a leales oficiales y marineros. Porque si el comandante Arturo Prat estuviese vivo, ¿qué nos señalaría hoy? ¿Qué diría sobre el clasismo persistente en las Fuerzas Armadas, que ha costado la vida de jóvenes inocentes realizando su servicio militar obligatorio en condiciones de vulnerabilidad? ¿Qué diría sobre los desfalcos millonarios y sistemáticos cometidos por altos mandos del Ejército y de Carabineros, mientras se sigue hablando de honor y patria? ¿Qué diría Prat, como profesor naval que tradujo personalmente libros del francés al español para entregarlos gratuitamente a estudiantes de escuelas públicas porteñas? ¿Qué diría Prat, abogado que defendió a sus camaradas de las arbitrariedades de jefaturas autoritarias? No, Prat no estaría en silencio. No justificaría abusos. No dispararía a los ojos y no escondería la historia. Prat estaría del lado del pueblo, de la verdad, de la justicia y de la educación pública.

Por eso, en este nuevo Mes del Mar, el homenaje a Prat no puede quedarse en discursos ni ceremonias. Es tiempo de revisar a fondo el currículum educativo de nuestras Fuerzas Armadas. Porque Chile necesita más oficiales como Arturo Prat y ningún otro Claudio Crespo. Más compromiso con la democracia y menos violencia legitimada por la falsa insignia de patriotismo. 

“El patriotismo es el último refugio de un canalla”.  Samuel Johnson. 13553876859?profile=RESIZE_710x

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Por: Miguel Ángel Rojas Pizarro / Psicólogo Educacional - Profesor de Historia – Psicopedagogo @Soy_Profe_Feliz

 Hay momentos en los que una frase duele más que el silencio. Hace unos días, una candidata presidencial justificó las muertes ocurridas durante la dictadura como “inevitables”. Y aunque uno quisiera pensar que ya superamos ese tipo de discursos, estas palabras nos recuerdan que la memoria sigue siendo un campo de batalla.

No se trata solo de política. Se trata de humanidad. Cuando escuché esas declaraciones, me vino a la mente una vieja historia que hoy la está rompiendo en las plataformas de streaming y redes sociales. Me refiero al “El Eternauta”. Una historieta argentina de ciencia ficción del año 1957 que, en apariencia, narra una invasión alienígena. Pero bajo esas viñetas, late una crítica feroz al autoritarismo, a la represión, al miedo como forma de control. Y, sobre todo, una enseñanza clara: El verdadero héroe no es el individuo que lo arriesga todo por sí solo, sino el pueblo que se organiza, que cuida, que resiste junto.

Su autor, Héctor Germán Oesterheld, lo entendía bien. Por eso fue perseguido, torturado, desaparecido y Probablemente asesinado junto a sus cuatro hijas (dos de ellas embarazadas) por la dictadura argentina. Porque sabía que contar la verdad incluso disfrazada de ciencia ficción, podía ser un acto subversivo.

Las dictaduras no solo dejan muertos irremplazables en la memoria colectiva. Dejan heridas profundas, traumas heredados, silencios incómodos en las sobremesas familiares, miradas que se bajan cuando se habla del pasado. Y cuando esas heridas no sanan con verdad, memoria y justicia, vuelven a abrirse cada vez que alguien se atreve a decir que “fue necesario”.

Lo colectivo sana. Lo individual, muchas veces, divide. El Eternauta nos deja esa lección. No hay salvadores mágicos ni líderes infalibles. Hay vecinos que se apoyan, familias que comparten su pan, compañeros que luchan codo a codo. Y hay nieve sí, nieve que cae lentamente sobre la ciudad, pero que no logra apagar la calidez de quienes no se rinden.

Hoy, más que nunca, necesitamos recordar que la democracia se defiende entre todos y todas. Y que los discursos que relativizan las violaciones a los derechos humanos no pueden pasar como opiniones inocentes. Son peligrosas, porque educan con el ejemplo equivocado. Porque nos hacen retroceder como sociedad.

 En este año electoral vemos como los partidos políticos, de todos los colores, han perdido el rumbo. Se han alejado de la gente, de sus dolores cotidianos, de sus sueños colectivos. Han dejado de construir con el pueblo para pelear entre ellos, por cargos, por cámaras, por egos. Ya no parecen espacios de esperanza, sino vitrinas de competencia personal.

¿Dónde quedó la política como herramienta de transformación? Si algo nos enseña El Eternauta es que no hay futuro sin memoria, y que no hay salida individual cuando la tormenta nos cae a todos por igual. Necesitamos volver a lo común, a lo humano, a la ternura organizada. Porque como decía Oesterheld: “el héroe verdadero es el héroe colectivo”. Y ese héroe, hoy, está adentro de cada profesor que educa con conciencia, de cada madre que cuida, de cada joven que pregunta, y de cada persona que se niega a olvidar.

Y entonces me pregunto, con el mismo dolor con el que miles de familias siguen preguntando: Señora Matthei, ¿Es justificable asesinar a un célebre escritor de historietas junto a sus hijas solo porque pensaban distinto a un gobierno de facto? 13544411086?profile=RESIZE_400x

En 1977, antes del secuestro de Oesterheld, sus hijas fueron arrestadas por las fuerzas armadas argentinas. Estela tenía 25 años, Diana 21, Beatriz 19 y Marina 18. Dos de las hijas estaban embarazadas, pero eso no impidió que el gobierno las arrestara también. Ninguno de ellos fue visto nuevamente, excepto Beatriz, cuyo cadáver fue encontrado más tarde.

 

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Nos prometieron dignidad…

Nos Prometieron Dignidad… y nos vendieron Gobernabilidad. El día en que el Progresismo y la Centroizquierda se miró al espejo y no se reconoció: Una oda kafkiana a la metamorfosis del progresismo y la izquierda chilena. 

Por Miguel Ángel Rojas Pizarro

Psicólogo Educacional – Profesor de Historia – Psicopedagogo

@Soy_profe_feliz 

Hubo un tiempo en que creímos que las cosas podían ser distintas. Que al fin se abría un camino real de cambios desde los movimientos sociales, los territorios, los sindicatos y las universidades. Muchos se emocionaron con la llegada de un nuevo gobierno que prometía avanzar hacia la dignidad, los derechos sociales y el fin de los abusos.

Pero lo que hemos visto con el paso del tiempo no ha sido solo una decepción en la figura de un presidente. Ha sido la metamorfosis completa de un sector político que se autodefine como "de centroizquierda", pero que ha terminado pactando, retrocediendo y normalizando muchas de las lógicas que antes decía combatir.

Ya no se trata de matices o diferencias tácticas. Se trata de una renuncia paulatina a principios fundamentales, en nombre de la gobernabilidad, el orden y la moderación. Se ha optado por administrar el modelo neoliberal en lugar de transformarlo. Y lo peor: Lo hacen con palabras suaves, con buenas formas, pero con un efecto devastador para quienes creyeron en ellos.

En este escenario, vuelve a tener sentido la escena final de la película: La Patagonia Rebelde, donde el coronel Zavala que reprimió a los trabajadores es homenajeado por los estancieros extranjeros. Le cantan “Porque es un Buen Compañero”, mientras él, en silencio, comprende que nunca sirvió a su patria, sino a los intereses de quienes siempre han dominado. Y lo hizo creyendo que obraba bien.13532506694?profile=RESIZE_710x

Lo mismo ocurre hoy con parte del oficialismo: Se dejan aplaudir por sectores que antes los combatían, mientras se alejan de quienes los pusieron en el poder con esperanza y lucha. Contradicciones que duelen: Elogiar a Sebastián Piñera como un gran demócrata, olvidando su responsabilidad en violaciones a los DDHH. Aprobar el TPP11, traicionando un compromiso con la soberanía y el medio ambiente. Respaldar al general Yáñez, formalizado por su rol en la represión del estallido. Impulsar la Ley Nain-Retamal, legitimando el uso desproporcionado de la fuerza. Romper con los movimientos sociales, reemplazándolos por acuerdos de elite. Abandonar la promesa de condonar el CAE. Mantener a las AFP, reforzando la lógica del lucro con las pensiones. Militarizar el Wallmapu, priorizando la represión sobre el diálogo. Criminalizar la protesta, igual que los gobiernos anteriores. Renunciar a liderar un nuevo proceso constituyente popular.

Esta no es solo una crítica política. Es una interpelación ética y moral. Porque el pueblo no olvida las promesas hechas desde la calle y la convicción, y duele ver cómo se diluyen una vez se entra al palacio y se toma asiento en el sillón de O’Higgins. El poder no transforma si no hay coherencia. Lo que transforma es la convicción de mantener viva la dignidad, incluso cuando cueste caro.

Y en ese sentido, el legado del presidente Jose Manuel Balmaceda o del presidente Salvador Allende siguen siendo un faro ineludible. Ellos también fueron gobierno, también enfrentaron obstáculos, traiciones y crisis. Pero jamás entregaron sus principios. Nunca se abrazaron con los que oprimían al pueblo. Ambos murieron fiel a su causa, con la Constitución en una mano y el pueblo en el corazón. Ese es el ejemplo que hoy se echa de menos en quienes dicen representar la centroizquierda.

La historia juzgará no solo a las figuras visibles, sino a todo un sector político que prefirió los aplausos del empresariado, los editoriales de la prensa tradicional y los pactos de élite, en vez de sostener la coherencia con los pueblos.

Y quizás también a ellos les canten, “porque son buenos compañeros”. Pero ese canto no vendrá del pueblo. Vendrá de quienes siempre han tenido el poder. Y eso, aunque lo disfracen de gobernabilidad, será siempre una derrota moral. 13532506899?profile=RESIZE_710x

Hoy más que nunca, invito a reflexionar con calma y profundidad sobre la contingencia nacional. En un nuevo ciclo político que ya se asoma, con nombres conocidos y rostros renovados, urge preguntarse sin miedo: ¿Son realmente distintos? ¿O son los mismos de siempre, con otros discursos y nuevos trajes?

Porque si no aprendemos del pasado, volveremos a votar por quienes, al llegar al poder, ya no se parecen en nada a quienes nos hablaron con esperanza. Y esta vez, el canto no será solo irónico. Será un lamento y una muerte anunciada.

Por eso queridos lectores, en estas nuevas elecciones, invito a la ciudadanía a no dejarse seducir por falsos cantos de sirenas. Aquellas que en los mitos hacían encallar embarcaciones contra los rocosos acantilados, hoy se disfrazan con ternos elegantes, palabras medidas y promesas vacías. Su música puede sonar dulce, pero su destino es el naufragio colectivo.

Votemos con el corazón firme y la memoria despierta. Por ideas, no por rostros. Por convicciones, no por apariencias. Porque la dignidad no se negocia, y el futuro no se construye desde la traición, sino desde la coherencia, la justicia y la verdad. 

“No se dio cuenta del momento exacto en que empezó a cambiar, pero al mirarse al espejo ya no era él”.

La Metamorfosis, Franz Kafka.  

13535217269?profile=RESIZE_710xDel Autor: Miguel Angel Rojas Pizarro: Papá. Psicólogo Educacional, Profesor de Historia y Geografía. Mención Cs. Políticas y Psicopedagogo. Post Título en Orientación Vocacional, con estudios de Doctorado. Magíster en Educación y Convivencia Escolar. Bombero e Instructor de la ANB, Académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Aysen y Libre Pensador. (Chile) 

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Por: Miguel Angel Rojas Pizarro. Psicólogo Educacional – Profesor de Historia – Psicopedagogo. Ex Cadete Naval – @Soy_profe_feliz 

Queridas chilenas, queridos chilenos, hermanas y hermanos pescadores artesanales:

           Me presento: Soy Arturo Prat Chacón, antes que marino y abogado, fui un niño de campo, el sexto de once hijos, nacido en Ninhue, en el seno de una familia humilde. Mi abuelo lo perdió todo en un incendio, y desde entonces, mi familia vivió con lo justo. Solo gracias a una beca pude ingresar a la Escuela Naval, porque no había dinero para pagar estudios y el resto de mi historia ya es conocida. Hoy no vengo a hablarles desde un pedestal, sino desde la tierra misma, desde la orilla del mar que tanto amo y que compartimos. Vengo con el corazón dolido, pero firme, porque cuando veo cómo tratan a quienes viven y trabajan del mar, siento que la patria está sangrando.

Fui marino, que sabía que el valor no está en la jerarquía, sino en el compromiso con los que viven del mismo mar que defendí con mi vida. Fui abogado, pero, sobre todo, un hombre de principios. Y si algo aprendí en mi corta vida, es que la verdadera patria no está en los discursos, ni en los trajes de gala, sino en ustedes el pueblo y sus trabajadores: En el esfuerzo del que lanza su bote al alba, en la madre que espera con el almuerzo caliente, en el niño que sueña con aprender el oficio de su padre.

Por eso hoy me duele. Me duele ver cómo la riqueza del mar, ese mar por el que tantos dimos la vida en tantas batallas históricas del pasado, hoy ha sido entregada a unos pocos. Al igual como lo señala en mi Tesis en 1876 “"Observaciones a la Lei Electoral Vijente" donde señale que los partidos políticos pondrían sus propios intereses sobre el bien común de la patria. Hoy a más de 150 años me doy cuenta que tenía razón. Me indigna que una ley, escrita en oficinas lejanas y enredada en favores e intereses, haya condenado a miles de familias al olvido. Y peor aún, me estremece saber que cuando ustedes han levantado la voz con dignidad, les han respondido con balas de goma, con gases y golpes. Oficiales de Marina que se titularon de la Escuela que lleva mi nombre. ¿Qué clase de país somos si tratamos así a nuestra propia gente?

13528776901?profile=RESIZE_400xHe escuchado sus gritos en las caletas. He visto las lanchas bloqueando puertos no por rabia, sino por desesperación. Y lo entiendo. Porque ustedes no están pidiendo caridad. Están exigiendo respeto. Están diciendo con fuerza: “Este mar también es nuestro”. Y tienen razón.

Quiero decirles, desde el fondo del alma: No están solos. Yo estoy con ustedes. Y estoy con cada joven, con cada mujer, con cada viejo curtido por la sal y el sol, que se niega a entregar su dignidad. Ustedes son los verdaderos defensores del mar. Ustedes son los que lo cuidan, los que lo conocen, los que lo respetan.

 A quienes gobiernan, les digo con respeto, pero con firmeza: Escuchen al pueblo. Escuchen a sus pescadores. No escondan la cabeza ni se escuden en tecnicismos de burócratas. Tienen la oportunidad histórica de corregir el rumbo. De escribir una nueva ley, justa, transparente, y nacida desde abajo. Háganlo por Chile, por sus hijos, por el alma de esta patria que tanto necesita justicia.

Y así, mis hermanas y hermanos, les hablo no solo como marino, abogado o patriota… les hablo como uno más de ustedes. Porque el dolor de la injusticia no distingue oficios ni apellidos. Porque cuando el mar, ese que nos dio identidad, historia y sustento, se convierte en botín de unos pocos, la patria entera está en peligro.

Hoy, ustedes han tomado su lugar en la historia, igual que lo hicimos nosotros aquel 21 de mayo. Solo que esta vez no hay un buque enemigo enfrente: El enemigo es el olvido, la codicia, y la indiferencia de parlamentarios quienes olvidaron al pueblo que los eligió. Y es por eso que, desde lo más profundo de mi alma chilena, con la misma convicción con la que me lancé al abordaje en Iquique, vuelvo a levantar mi voz.

 

¡Muchachos, la contienda es desigual, nunca esperé que fuera distinta!

¡No se trata de vencer, sino de no dejar de luchar!

¡Mientras haya un solo pescador con dignidad en el pecho, esta lucha seguirá viva!

¡Aún tenemos patria, ciudadanos!

¡La tenemos en cada lancha que resiste, en cada red que se levanta, en cada hijo del mar que no se rinde!

¡Y si esa patria está siendo vendida, no dejaremos de defenderla!

¡Porque el mar no se entrega, se comparte!

¡Porque la patria no se negocia, se construye entre todos!

 

 

13528777285?profile=RESIZE_710xAsí como me lancé al abordaje del Huáscar sin pensar en el mañana, hoy les pido a ustedes que aborden esta lucha con el mismo amor y coraje. Pero háganlo unidos, con altura, con humanidad. Porque de esa unidad y dignidad depende el Chile que dejaremos a quienes vienen después.

 

¡A la mar, chilenos! Pero esta vez, no por la guerra, sino por la justicia.

¡A la mar, por nuestros derechos, por nuestras familias y por la dignidad del pueblo pescador!

¡MIL VECES VENCEREMOS!

 

 

 

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Del Autor: Miguel Angel Rojas Pizarro:. 

Papá. Psicólogo Educacional, Profesor de Historia y Cs. Políticas y Psicopedagogo. Post Título en Orientación Vocacional, con estudios de Doctorado y Magíster en Educación y Convivencia Escolar. Bombero e Instructor ANB, Académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Aysen y Libre Pensador.

 

 

 

 

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13528104901?profile=RESIZE_710xPor Miguel Ángel Rojas Pizarro: Psicólogo Educacional – Profesor de Historia – Psicopedagogo. @soy_profe_feliz 

    No hace falta un título ni una vestimenta especial para ser una buena persona. No necesitas pertenecer a ninguna iglesia para vivir con honestidad, ni aprender oraciones para tratar bien a los demás. Hay gente que simplemente… hace el bien. Sin decirlo. Sin esperar nada a cambio.

Y a veces —hay que decirlo— esas personas, que no se identifican con ninguna religión, viven con más compasión, humildad y coherencia que muchos que se sientan en la primera fila del templo, del culto o de la misa.

No se trata de atacar la fe. La fe verdadera es un motor hermoso, que acompaña, que consuela, que une. Pero hay una diferencia muy grande entre creer… y parecer creer. Entre vivir la bondad… y hablar de ella sin practicarla.

Conozco personas que no llevan cruces, ni biblias, ni símbolos en el pecho. Pero sí llevan luz en las manos. La ponen al servicio de otros. Ayudan en silencio, cuidan con ternura, escuchan con respeto, trabajan con amor. Y eso, para mí, vale más que cualquier sermón.

Porque, al final del día, uno no es lo que dice ser. Uno es lo que hace cuando nadie lo mira. Ahí se ve de qué estamos hechos. En la forma en que tratamos al que no puede devolvernos el favor. En cómo actuamos cuando podríamos aprovechar una ventaja… y elegimos no hacerlo. En cómo cuidamos al otro, aunque no nos conozcamos.

Hay una historia que me gusta mucho. Un viajero vio a dos hombres construyendo un muro. Uno tenía herramientas relucientes y decía con orgullo que era un gran constructor, que seguía planos sagrados. El otro, con ropas simples y manos gastadas, solo dijo: “Pongo cada piedra con amor, para que quienes vengan encuentren belleza y refugio”. Esa noche, el viajero escribió: “Vi a un hombre con herramientas… ya otro con el corazón cubierto de luz” .

Eso es. No se trata de que todos pensemos igual, ni que creamos lo mismo. Se trata de vivir con verdad. De que nuestros actos hablen por nosotros. De que cuando estemos lejos del “templo” —el que sea para cada uno— sigamos siendo coherentes con lo que decimos creer.

Hay personas buenas en todas partes. Y muchas veces, las más nobles no tienen púlpito, ni altar, ni red social. Están en la cocina de una casa, en un hospital rural, en un aula con niños difíciles, en una marcha con pancartas, en un taller lleno de tierra… Y ahí, con cada gesto, construyen un mundo un poco más justo.
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En el Evangelio según Mateo (21,12), Jesús entra al templo y ve que lo han convertido en un mercado. Mesas de cambio, palomas enjauladas, intereses disfrazados de fe. Y en un acto tan justo como radical, las derriba:

“Mi casa será llamada casa de oración; pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones”.

No era solo una escena de furia. Era una denuncia profunda: El espíritu se había perdido bajo el negocio, el símbolo se había vaciado de sentido. Jesús no atacó la fe. Atacó el abuso de la fe.

Y eso sigue pasando hoy, cuando se predica el amor, pero se vive el juicio. Cuando se alzan templos, pero se olvidan las calles. Cuando se ven túnicas, pero se olvidan los actos. Como decía Gandhi: “No me preocupa la religión de los hombres, me preocupa si son bondadosos o no”.

Y es que, al final, hay personas buenas en todas partes. Algunas están en iglesias, otras no. Algunos meditan en silencio, otros ayudan en un hospital, o enseñan con paciencia en una sala de clases. Todas ellas construyen algo más grande, aunque no lo sepan. 

No llevan mandil, ni túnicas, ni sotanas. Pero brillan. Porque la luz que llevan viene de adentro. Y tú… cuando nadie te ve… ¿qué estás construyendo en el mundo?

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13521337879?profile=RESIZE_180x180Por Miguel Ángel Rojas Pizarro / Psicólogo Educacional – Profesor de Historia – Psicopedagogo. / @soy_profe_feliz

Hay personas que no solo hacen reír. Que nos tocan el alma, que nos sacuden, que nos invitan a mirar el mundo desde otro lugar. Susana Opazo, más conocida como “La Su”, es una de esas personas. Su humor no es para escapar de la realidad, sino para enfrentarla. Para nombrar lo que duele, lo que arde, lo que muchas veces nos han dicho que no se dice.

Desde el sur del mundo, Su ha construido un camino valiente y hermoso. Una mujer lesbiana, camiona como se autodefine, activista, que ha hecho del stand-up un acto profundamente político y afectivo. Ha subido a cada escenario con el cuerpo, con la historia, con la risa como trinchera. Porque sí: reír también puede ser un acto revolucionario.

 Al verla en escena, muchos recordamos el espíritu de la Nueva Canción Chilena. Porque Su Opazo, como en su momento lo hicieron Violeta Parra o Víctor Jara, no actúan para agradar al poder, sino para incomodarlo. No está en escena para entretener superficialmente, sino para hablarle a un pueblo que necesita ternura, claridad y memoria. Solo que, en vez de guitarra, Su Opazo empuña un micrófono; y en vez de melodías, nos regala carcajadas que duelen y liberan.

Su voz no se queda solo en los escenarios. En “El Club de la Tres de la Tarde” , su programa en YouTube, ha creado comunidad. Miles de personas la escuchamos y nos sentimos parte de algo más grande: Un espacio seguro, diverso, donde se puede reír, llorar, conversar, disentir, sanar. En "La Voz de los que Sobran" o "Not News" del canal chileno Vía X, ha puesto en el centro las temáticas que siguen siendo invisibilizadas: La disidencia sexual, el feminismo, la precarización de la vida, la crítica a una clase política muchas veces desconectada del pueblo.

13521338468?profile=RESIZE_400xY lo ha hecho con claridad, ternura y una convicción inquebrantable, en un país y un continente que aún no abre suficientemente sus espacios a las voces diversas y rebeldes.

Hoy, Su Opazo atraviesa un momento difícil. Un ACV, accidente cerebrovascular la obliga a guardar silencio por un tiempo. Y aunque no la veamos cada tarde en la pantalla, aunque su micrófono esté en pausa, su voz sigue viva en nosotrxs . Porque lo que ha hecho no desaparece. Ha sembrado preguntas, ha regalado fuerza, ha puesto palabras donde muchas veces solo había miedo o vergüenza.

 Querida Su, hoy no estás sola. Desde distintos rincones de Chile y de América Latina, somos miles quienes te abrazamos con el pensamiento, con la energía, con el profundo deseo de tu recuperación. Porque la necesitamos. Porque la queremos. Porque sabemos que, en un abrir y cerrar de ojos, con su risa luminosa y su firmeza entrañable, volverá a subirse a cada escenario del país, haciendo lucha social con el arma más poderosa que tienes: El humor.

Gracias, Su Opazo, por tanto. Aquí seguimos, haciendo fuerza contigo. 

#FuerzaSuOpazo #ClubDeLasTresDeLaTarde #StandUpConConciencia #HumorQueTransforma #LatinoaméricaTeAbraza 

Programa Multiplataformas "El Club de Las Tres de la Tarde".

                                                                                 Diario El Mercurio (Chile) Entrevista a Su Opazo.

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Por: Miguel Ángel Rojas Pizarro / Psicólogo Educacional – Profesor de Historia – Psicopedagogo. / @Soy_profe_feliz 

Las recientes crisis políticas en América Latina no son hechos aislados. Cada vez más, vemos cómo el autoritarismo gana terreno en sociedades desgastadas por la desigualdad, el miedo y la desesperanza. En Argentina, en Nicaragua, en Chile y en tantos otros países, el discurso del odio y la represión se han convertido en herramientas de poder. No es una historia nueva: en los años 60 y 70, nuestras democracias fueron brutalmente destruidas por dictaduras que dejaron una huella imborrable de dolor y resistencia. Hoy, el peligro vuelve a acechar con nuevas formas y rostros, pero con la misma esencia: el fascismo que Humberto Eco (1995) describió como una ideología camaleónica, capaz de adaptarse y renacer en cualquier contexto.

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Pensemos en la gente que vivió aquellas décadas de terror. Familias que perdieron a sus seres queridos, jóvenes que vieron truncados sus sueños por gobiernos que decidieron que pensar distinto era un crimen. La historia no es un relato ajeno: es el eco de miles de voces que aún buscan justicia. Hannah Arendt (1951) advertía sobre la banalización del mal: el momento en que la violencia y la represión dejan de sorprendernos y se normalizan en nuestras vidas. ¿No estamos acaso cayendo en ese mismo error? Cuando aceptamos que un gobierno silencie a sus críticos, que una autoridad abuse de su poder o que el miedo se convierta en una herramienta de control, estamos contribuyendo a la erosión de nuestras propias libertades (Arendt, 1951).

 En la política actual, los pactos sin principios y los favores cruzados han convertido la democracia en una caricatura de sí misma. Los partidos, obsesionados con el poder, han adoptado estrategias que recuerdan a las viejas estructuras mafiosas representadas en El Clan de los Sicilianos (Verneuil, 1969). En esta película, la familia Manalese opera bajo la lógica de la lealtad ciega y el castigo implacable a la traición. ¿No es lo mismo que vemos hoy en nuestros gobiernos? Se persigue a quienes denuncian la corrupción, se ataca a quienes piensan distinto y se premia a quienes se someten al poder sin cuestionarlo.

 Pero el fascismo no avanza solo con represión. También se infiltra en el descontento social, en la desesperación de quienes han perdido la fe en la política. Los discursos extremistas ofrecen soluciones rápidas a problemas complejos, utilizando la desinformación y el miedo como armas para dividirnos (Eco, 1995). Nos enfrentamos a una pregunta fundamental: ¿permitiremos que la historia se repita? ¿Nos quedaremos de brazos cruzados mientras el autoritarismo se disfraza de orden y estabilidad?

 No podemos aceptar que la libertad de expresión, el derecho a disentir y la dignidad de las personas sean sacrificados en nombre de la “seguridad” o el “progreso”. Es fácil olvidar lo que hemos perdido hasta que nos toca de cerca. Hasta que un amigo es perseguido por sus ideas, hasta que una familia es desplazada por la violencia, hasta que nos damos cuenta de que el miedo ha moldeado nuestra forma de vivir.


13520743499?profile=RESIZE_710xEs momento de preguntarnos: ¿estamos exigiendo transparencia a nuestros representantes? ¿Estamos denunciando los abusos de poder? ¿Estamos defendiendo la democracia más allá de los colores políticos? Porque esto no se trata de izquierdas o derechas. El fascismo puede surgir en cualquier espacio donde el poder se convierte en un fin en sí mismo. Y si la historia nos ha enseñado algo, es que el silencio solo fortalece a los opresores (Arendt, 1951).

 Los recientes desplazamientos y purgas políticas en América Latina no deben ser olvidados ni minimizados. Son una advertencia de lo que está en juego: el futuro de nuestras democracias. Es momento de actuar, de organizarnos y de alzar la voz contra un sistema que amenaza con sumirnos en una nueva era de autoritarismo.

 Porque al final, la historia no es solo sobre el pasado. Es sobre el presente que estamos dispuestos a construir y el futuro que dejaremos a quienes vienen después de nosotros. 

"El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos". Simone de Beauvoir

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Referencias: Arendt, H. (1951). Los orígenes del totalitarismo. Harcourt Brace Jovanovich. Eco, H. (1995). Cinco escritos morales. Editorial Lumen. Verneuil, H. (Director). (1969). El Clan de los Sicilianos [Película]. Francia-Italia. 13520743695?profile=RESIZE_710x

Del Autor: Miguel Angel Rojas Pizarro: Papá. Psicólogo Educacional, Profesor de Historia y Geografía. Mención Cs. Políticas y Psicopedagogo. Post Título en Orientación Vocacional, con estudios de Doctorado. Magíster en Educación y Convivencia Escolar. Bombero e Instructor de la ANB, Académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Aysen y Libre Pensador.

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El latido de la Tierra en el aula

Por Miguel Ángel Rojas Pizarro / Psicólogo Educacional – Profesor de Historia – Psicopedagogo.

@Soy_profe_feliz 

Hay niños y niñas que crecen escuchando palabras que vienen de tiempos inmemoriales, dichas por sus abuelos en una lengua que la escuela no reconoce. Hay jóvenes que conocen el nombre de cada estrella en su cosmovisión, pero que en clases solo aprenden sobre constelaciones con nombres en latín. Hay comunidades que han cuidado la tierra por generaciones, pero en los textos escolares la palabra “desarrollo” rara vez menciona su sabiduría. Y mientras tanto, en muchas aulas de América Latina, se sigue enseñando como si solo existe una historia, una lengua, una forma de ver el mundo.

Cuando la escuela ignora la identidad de un niño, lo deja en un limbo. No le dice directamente que su historia no importa, pero se lo muestra en cada omisión. En cada silencio. En cada lección en la que su cultura se reduce a una anécdota o una fecha conmemorativa. Los pueblos originarios nos han enseñado que la educación no es solo aprender datos, sino entender la vida. Que la tierra tiene memoria, que el tiempo no es una línea recta y que todo lo que hacemos está conectado.

Si esto se incorpora en la escuela, no solo los niños indígenas se beneficiarían, sino toda la sociedad. Aprenderíamos que la naturaleza no es un recurso para explotar, sino un equilibrio a respetar. Entenderíamos que la diversidad no es una barrera, sino una riqueza.

13517261461?profile=RESIZE_710xPorque cuando un niño se ve reflejado en su educación, algo cambia en su interior. Se siente parte de algo más grande . Se reconoce en sus raíces. Y cuando un estudiante tiene identidad, camina con más seguridad, aprende con más fuerza, sueña con más libertad. Pero para que esto suceda, la interculturalidad no puede seguir siendo solo un discurso bonito .

Es cierto que algunos países han avanzado. En Chile, los Educadores Tradicionales han comenzado a entrar en las escuelas. En Bolivia, la educación pluricultural está protegida por la Constitución. Pero en la práctica, la interculturalidad sigue siendo vista como un "extra", algo opcional, una actividad ocasional. No basta con invitar a un sabio indígena a dar una charla una vez al año. No es suficiente con celebrar el We Tripantu o el Inti Raymi si el resto del tiempo la cultura indígena no tiene espacio en el aula .

Si realmente queremos una educación inclusiva y equitativa en América Latina, necesitamos cambios profundos . Porque la enseñanza de los pueblos originarios no es un favor . Es un derecho . Y es, sobre todo, una oportunidad para construir una sociedad más justa, más sabia, más humana. 

"Si queremos sembrar dignidad, pertenencia y futuro, debemos enseñar desde las raíces." - MAR

13517262255?profile=RESIZE_400xLa desaparición de Julia Chuñil, líder mapuche y defensora ambiental, ha dejado una profunda herida en la comunidad de Máfil y en todo Chile. Desde el 8 de noviembre de 2024, cuando fue vista por última vez al salir de su hogar en la comunidad indígena Putreguel para buscar a sus animales, su paradero sigue siendo un misterio que clama por justicia.

La desaparición de Julia Chuñil es un recordatorio doloroso de la vulnerabilidad de quienes luchan por la tierra y la cultura. Su legado como defensora del bosque nativo y líder comunitario no debe ser olvidado. Es imperativo que las autoridades intensifiquen sus esfuerzos para encontrarla y que se implementen medidas efectivas para proteger a los defensores ambientales en el país.

La búsqueda de Julia continúa, y con ella, la esperanza de que la justicia prevalezca y que su labor inspire a futuras generaciones en la defensa de la tierra y la identidad cultural .

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13471984268?profile=RESIZE_710xCon el objetivo de acompañar a los profesores en sus primeros años de ejercicio y brindar herramientas prácticas para enfrentar los desafíos del aula, el académico y psicólogo educacional chileno Miguel Ángel Rojas Pizarro ha lanzado su nuevo libro "Aún Tenemos Patria, Ciudadanos: Manual Vocacional Docente. No Iniciado o Desencantado" .

Más que una guía sencilla, esta obra ofrece una mirada realista y humanizada sobre la enseñanza en Chile, situando la docencia dentro del complejo escenario educativo latinoamericano. En un contexto donde los profesores enfrentan desafíos como la sobrecarga laboral, la burocratización del sistema y la creciente crisis en la salud mental docente, este libro se presenta como un recurso esencial para quienes inician su camino en la enseñanza o buscan reencontrarse con su vocación.

A través de sus páginas, el autor aborda temas clave como la gestión del aula, la convivencia escolar, la salud mental docente y la normativa educativa vigente en Chile, siempre desde una perspectiva práctica y reflexiva. Sin embargo, muchas de estas problemáticas no son exclusivas de Chile, sino que también resuenan en diversos países de América Latina, donde los docentes han sido protagonistas en la lucha por mejores condiciones de trabajo y mayor reconocimiento social.

13469449267?profile=RESIZE_710xEl libro no solo ofrece herramientas pedagógicas, sino que también invita a una profunda reflexión sobre el rol del profesor/a en la sociedad chilena y latinoamericana. “Ser profesor es un acto de resistencia y amor”, señala el autor, destacando que la enseñanza no se limita a transmitir conocimientos, sino que implica formar ciudadanos críticos y comprometidos con su entorno. 

A lo largo del libro, Rojas Pizarro combina su experiencia en el sistema educativo chileno con referencias a autores clásicos y contemporáneos, conectando la pedagogía con la filosofía, la historia y la literatura . Desde esta perspectiva, la obra no solo entrega consejos prácticos para el día a día en el aula, sino que también plantea preguntas fundamentales sobre el sentido de la educación y su impacto en la transformación social. 

Pensando en ser un apoyo para los profesores y colegas que comienzan este nuevo año escolar, la versión en PDF del libro se encuentra disponible de manera gratuita , permitiendo que docentes en formación, educadores recién egresados ​​y aquellos que buscan reencontrarse con su vocación puedan acceder a este material sin barreras económicas. En los próximos meses, se lanzará la versión física del libro, permitiendo que más docentes puedan consultarlo en formato impreso. 

📌 Descarga gratuita del libro aquí:

https://drive.google.com/file/d/10NnQk1GLQD4MOcJjifhK_0MKfEFdLmLn/view?usp=sharing 📌 Más información sobre el autor y sus publicaciones:

www.miguelrojas.cl  | @Soy_Profe_Feliz 

Acerca del autor: Miguel Ángel Rojas Pizarro es Profesor de Historia, Psicólogo Educacional y Psicopedagogo, con una amplia trayectoria en el análisis del sistema educativo chileno y latinoamericano. Académico universitario y columnista en medios nacionales e internacionales, ha trabajado en la promoción de la educación como herramienta de transformación social, abordando temas como convivencia escolar, inclusión educativa y bienestar docente. Su trabajo ha sido un aporte clave en la discusión sobre el futuro de la educación en Chile, siempre con una mirada crítica y comprometida con la realidad de los docentes.

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13453784268?profile=RESIZE_584xMiguel Ángel Rojas Pizarro: Psicólogo Educacional – Profesor de Historia – Psicopedagogo. @soy_profe_feliz 

El amor es una de las experiencias más profundas y transformadoras de la vida como señalaba Humberto Maturana. Nos conecta, nos desafía, nos hace crecer. Sin embargo, en un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados, surge una pregunta inquietante: ¿Podría una inteligencia artificial reemplazar una relación amorosa humana?

Hoy en día, aplicaciones como Replika ofrecen compañía a millones de personas que buscan conversación y afecto, y los avances en robótica han dado paso a Robots humanoides que imitan emociones y reacciones., parece una solución perfecta para quienes se sienten solos o frustrados con las relaciones humanas. Pero ¿Es esto realmente amor?

13453765854?profile=RESIZE_400xDesde siempre, el amor ha sido más que solo estar con alguien. Es la conexión con otro ser humano que piensa, siente y decide por sí mismo. Platón hablaba del amor como una búsqueda del conocimiento y la belleza en su forma más pura, mientras que Simone de Beauvoir nos recordaba que el amor auténtico requiere reconocer al otro como un ser libre.

Aquí radica la gran diferencia: Una inteligencia artificial puede imitar el amor, pero nunca vivirlo. Una IA no elige amarte. Está programado para hacerlo. Nunca tendrá dudas, nunca tendrá días malos, nunca cambiará de opinión. ¿Es eso realmente amor o solo una versión cómoda y controlada de lo que queremos sentir?

Las relaciones humanas no son perfectas. Son desordenadas, impredecibles, llenas de momentos hermosos y también de desafíos. Es en ese vaivén donde crecemos, la incertidumbre de la vida, que nos recuerda que existimos. Las discusiones, los malentendidos, los silencios incómodos... todo eso nos obliga a mirarnos y evolucionar.

Si una IA se adapta a nosotros en todo momento, sin resistencia, sin errores, sin momentos de frustración, ¿No estaríamos perdiendo justamente lo que hace que el amor sea real? Como decía Nietzsche, el amor no es sólo placer, es transformación, y si eliminamos la posibilidad de ser desafiados, también eliminamos la posibilidad de crecer.

La tecnología nos ha acostumbrado a la personalización extrema: La música que escuchamos, las series que vemos en las plataformas, las noticias y publicidad que recibimos. Todo está filtrado para que encaje con nuestros gustos. Pero ¿Qué pasa si hacemos lo mismo con el amor?

13453765476?profile=RESIZE_400xSi podemos "programar" a una pareja IA para que nos diga exactamente lo que queremos escuchar, para que nunca nos cuestione, para que esté disponible en todo momento sin exigirnos nada a cambio... ¿No nos estaríamos encerrando en una burbuja emocional?

 La psicología norteamericana, Sherry Turkle, experta en tecnología y relaciones humanas, advierte que la hiperconectividad nos está llevando a una paradoja de la soledad: Cuanto más conectados estamos digitalmente, más nos alejamos del contacto real. Una IA puede simular compañía, pero no puede ofrecernos la autenticidad de un abrazo inesperado, una risa compartida o el silencio profundo de dos personas que simplemente disfrutan estar juntas.

Hay que destacar que no se trata de rechazar la tecnología ni de negar sus beneficios. Tal vez, en el futuro, las IA's puedan ayudarnos a entender mejor nuestras emociones, a mejorar nuestras relaciones humanas o a brindar apoyo a quienes más lo necesitan. Pero sustituir el amor humano por un programa de software es otra historia.

El amor es un arte, como decía Erich Fromm. No es algo que simplemente "recibimos", sino algo que construimos cada día, con esfuerzo, con entrega, con la imperfección de lo real. Y por más avanzada que sea la inteligencia artificial, nunca podrá darnos lo más valioso del amor: La certeza de que el otro nos elige, no porque está programado para hacerlo, sino porque, en su libertad, decide amarnos.

¿Aceptarías enamorarte de una IA si te hiciese sentir amado/a, aun sabiendo que todo es una simulación? La respuesta a esta pregunta no solo define el futuro del amor, sino también el de nuestra propia humanidad o ¿Vale más una relación imperfecta con un humano libre o una relación perfecta con una IA que solo nos refleja lo que queremos oír? 

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Del Autor: Miguel Angel Rojas Pizarro: Papá. Psicólogo Educacional, Profesor de Historia y Cs. Políticas y Psicopedagogo. Post Título en Orientación Vocacional, con estudios de Doctorado y Magíster en Educación y Convivencia Escolar. Bombero, Académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Aysen y Libre Pensador.

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13450776695?profile=RESIZE_584xPor: Miguel Ángel Rojas Pizarro:. Psicólogo Educacional – Profesor de Historia – Psicopedagogo. @soy_profe_feliz 

La política, lejos de ser un simple debate racional sobre economía o ideologías, es ante todo un reflejo de nuestras necesidades humanas más profundas. El avance de la ultraderecha en gran parte del globo, América Latina, y en particular en Chile, ha desconcertado a muchos sectores progresistas. ¿Por qué personas en condiciones de vulnerabilidad apoyan proyectos políticos que parecen perjudicarlas en términos económicos?

13449908485?profile=RESIZE_180x180El sociólogo brasilero Jessé Souza, en su libro O Pobre de Direita (2022), nos ofrece una explicación que rompe con los paradigmas establecidos: Los sectores populares no votan solo en función de sus intereses económicos, sino también movidos por el miedo, la identidad y el deseo de reconocimiento social. Si cruzamos estas ideas con la teoría de la Pirámide de Maslow (1943), podemos ver cómo la extrema derecha ha sabido manipular estas emociones para consolidar su influencia.

Además, en el Chile contemporáneo, otro factor se suma a esta ecuación: la cultura woke o la obsesión por la productividad y la autoexplotación como valores centrales en la identidad individual y colectiva. Esta mentalidad, promovida tanto por el neoliberalismo como por la extrema derecha, refuerza la idea de que el esfuerzo individual es la única vía legítima para salir adelante, desacreditando cualquier alternativa de justicia social o redistribución de la riqueza.

Hoy, este fenómeno se hace evidente en la expansión de la ultraderecha con nuevas agrupaciones como el Partido Libertario, liderado por el diputado Johannes Kaiser, que ha sabido captar a sectores precarizados bajo el discurso de la autosuperación y el esfuerzo personal como única vía de progreso.

Uno de los principios clave de la teoría del Psicólogo Maslow (1943) es que cuando las personas sienten que sus necesidades básicas están amenazadas, priorizan la seguridad sobre cualquier otro valor. La extrema derecha a través de la prensa ha sabido explotar esta realidad. Chile ha experimentado un creciente clima de inseguridad en los últimos años: Aumento del crimen organizado y la violencia en barrios populares. Crisis migratoria y percepción de competencia por empleos y beneficios sociales. Desconfianza en las instituciones estatales, militares y eclesiásticas y el fracaso de reformas progresistas.

La derecha radical ha respondido a este contexto con un discurso de mano dura. Líderes como Kast y Kaiser han prometido recuperar el orden con medidas punitivas más duras y una reducción del rol del Estado en políticas sociales, con el argumento de que este solo genera dependencia.

Este fenómeno no es exclusivo de Chile. Souza (2022) demuestra que, en Brasil, Jair Bolsonaro se posicionó como el candidato de la seguridad, atrayendo votantes que no necesariamente compartían su visión ultraconservadora, pero que veían en él una promesa de estabilidad en tiempos de crisis.

13449908262?profile=RESIZE_584xEn la Pirámide de Maslow, la necesidad de pertenencia juega un papel fundamental en la adhesión política. Souza (2022) señala que muchas personas de sectores populares han encontrado en la extrema derecha una identidad clara y un sentido de comunidad que el oficialismo y los partidos políticos han descuidado.

Rechazo al multiculturalismo y la diversidad. El naciente Partido Libertario de Johannes Kaiser. Con un discurso nacionalista ha intensificado la narrativa de que Chile está siendo "invadido" por inmigrantes que abusan del sistema. Nacionalismo excluyente. La idea de que ciertos grupos —como los mapuches, comunidades LGTB+ o los migrantes reciben privilegios han sido clave en la movilización de sectores populares contra propuestas progresistas.

La derecha radical ha promovido un discurso de "rescate" de la familia, el esfuerzo individual y el patriotismo, reforzando la idea de que la izquierda busca destruir estos valores. Este tipo de discurso genera un sentido de “nosotros contra ellos”, lo que lleva a que sectores populares rechacen reformas estructurales que podrían beneficiarlos, simplemente porque estas son percibidas como impuestas por una élite progresista "desconectada" de la realidad del pueblo trabajador.

Uno de los elementos menos discutidos en el avance de la ultraderecha es el impacto de la cultura woke, o la glorificación de la hiperproductividad y la autoexplotación como signos de éxito personal. La cultura woke refuerza la idea de que: El éxito depende exclusivamente del esfuerzo individual. Pedir ayuda del Estado es señal de debilidad o flojera. En resumen, la pobreza es consecuencia de decisiones personales y no de problemas estructurales.

13449908895?profile=RESIZE_584xSouza (2022) explica que, en Brasil, muchos trabajadores de bajos ingresos adoptaron este discurso porque querían verse como parte de los “ganadores” del sistema, en lugar de ser percibidos como dependientes de la asistencia social. En Chile, esta mentalidad ha sido clave para que sectores populares apoyen políticas neoliberales que los perjudican.

El Partido Libertario de Kaiser, por ejemplo, ha llevado este discurso al extremo, promoviendo la eliminación de programas sociales bajo la premisa de que “cada persona debe hacerse cargo de su propio destino”. Bajo esta lógica, cualquier política de bienestar social es vista como un obstáculo para el desarrollo individual, lo que refuerza la adhesión de trabajadores precarizados al discurso ultraderechista.

 El crecimiento de la ultraderecha en Chile y América Latina no es una anomalía, sino el resultado de años de abandono, precarización y miedo. Para enfrentar este fenómeno, el oficialismo y sectores progresistas deben reconectar con las necesidades humanas básicas y ofrecer una alternativa que dispute el terreno de la seguridad, la identidad y la meritocracia.

Es clave que en este año electoral se debe proponer una seguridad progresista. La izquierda debe ofrecer soluciones reales a la criminalidad sin caer en la retórica autoritaria de la ultraderecha. Construir una identidad popular y una conciencia de clases. No basta con hablar de derechos; se debe generar un relato donde los sectores populares se sientan protagonistas del cambio.

Desafiar la cultura woke y la falsa meritocracia. Es clave desmontar la idea de que el éxito depende solo del esfuerzo individual, sin caer en el asistencialismo. Romper con el mito “El pobre es pobre porque quiere” o se mi levanto a las 04 AM seré más exitoso”.

Trabajar con comunidades religiosas y culturales. La ultraderecha ha sabido usar la religión y el sentido de comunidad para fortalecer su discurso. Es necesario generar alianzas con sectores progresistas dentro de estos espacios. En definitiva, si la izquierda sigue ignorando las emociones y necesidades que mueven a la sociedad, la ultraderecha continuará ganando terreno. La política es una batalla por el sentido común y un estado de bienestar que sea la armonía entre los hombres. Hoy más que nunca, es urgente dar esa pelea desde la humanidad y la empatía. 

"La verdadera libertad no radica en rechazar la solidaridad, sino en comprender que solo a través del encuentro con el otro podemos transformar la realidad y liberarnos juntos de la opresión." Paulo Freire. 13054734453?profile=RESIZE_400x

Del Autor: Miguel Angel Rojas Pizarro: Papá. Psicólogo Educacional, Profesor de Historia y Cs. Políticas y Psicopedagogo. Post Título en Orientación Vocacional, con estudios de Doctorado y Magíster en Educación y Convivencia Escolar. Bombero, Académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Aysen y Libre Pensador. 

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13436306069?profile=RESIZE_710xAutor: Miguel Angel Rojas Pizarro:. Psicólogo Educacional – Profesor de Historia – Psicopedagogo. 

 La historia nos ha enseñado que todo imperio, sin importar cuán glorioso o poderoso se crea, está destinado a la decadencia. Esta lección, tan antigua como la humanidad misma, fue bellamente capturada en el poema Ozymandias de Percy Bysshe Shelley en 1818, donde un viajero descubre las ruinas de una estatua colosal en medio del desierto. En el pedestal, se leen las palabras de un rey olvidado: "¡Contemplad mis obras, poderosos, y desesperad!" Sin embargo, lo único que queda a su alrededor es arena infinita, testimonio de la impermanencia del poder y la fragilidad del orgullo humano.

Hoy, podemos encontrar un paralelismo inquietante entre este poema y la actual situación de Estados Unidos. Un país que durante el siglo XX se consolidó como la potencia mundial indiscutible, con su economía, su poderío militar y su influencia cultural moldeando el planeta y al mundo occidental. Sin embargo, al igual que Ozymandias, parece haber caído en la trampa de la arrogancia y la ilusión de permanencia, ignorando las señales de su propio declive.

El fin de los imperios suele seguir un patrón similar: expansión desmedida, crisis económicas, conflictos internos y pérdida de legitimidad. Roma, la Gran Bretaña imperial, Imperio Español, todos estos gigantes se creyeron eternos, hasta que la historia demostró lo contrario. Estados Unidos no es la excepción. La crisis política y social, la creciente desigualdad, el deterioro de su infraestructura y la pérdida de su hegemonía económica frente al ascenso de China muestran que su apogeo ha quedado atrás al igual que su sistema económico el capitalismo.

13436287460?profile=RESIZE_400xUno de los signos más evidentes de este declive es la fragmentación interna. La polarización política ha alcanzado niveles alarmantes, con una sociedad dividida entre ideologías irreconciliables por el odio, ataques constantes a sus propias instituciones, corrupción y un sistema democrático que tambalea bajo el peso de la desconfianza y el autoritarismo. Al mismo tiempo, su influencia global se debilita: las guerras sin victorias, el colapso de su prestigio internacional y la creciente resistencia de otros países a su dominio económico son señales de que el "rey de reyes" ya no impone el respeto de antaño.

El colapso de un imperio no ocurre de la noche a la mañana. Es un proceso lento, erosionado por su propia incapacidad de adaptarse a los cambios del mundo globalizado. El dólar pierde hegemonía, las potencias emergentes desafían su dominio, y su infraestructura envejecida es el reflejo de un país que alguna vez miró con desprecio a quienes cuestionaban su grandeza. La estatua de Ozymandias, con su rostro semienterrado en la arena, es una imagen que bien podría representar a las ruinas de Detroit, los suburbios abandonados en la cosmopolita New York.

Sin embargo, detrás de estas estructuras en decadencia, hay personas. Ciudadanos que intentan reconstruir sus comunidades, jóvenes que luchan por una educación de calidad, trabajadores que buscan dignidad en sus empleos. No todo está perdido. A diferencia de la solitaria estatua de Ozymandias, donde no queda más que desolación, la historia de Estados Unidos sigue escribiéndose, con millones de seres humanos que pueden elegir otro camino.

Estados Unidos enfrenta una encrucijada: Aceptar su declive con dignidad y adaptarse a un mundo multipolar, o aferrarse a la ilusión de su grandeza pasada y caer aún más rápido. La historia no es amable con quienes ignoran sus lecciones. La pregunta es si Estados Unidos aprenderá de ella, o si su destino será el mismo que el de Ozymandias: Un monumento en ruinas, rodeado por un desierto de irrelevancia.

Porque, al final, la historia no recuerda a quienes se proclamaron reyes de reyes. Solo quedan los vestigios de su arrogancia, desmoronándose lentamente bajo el peso del tiempo. Pero aún hay una oportunidad: los imperios pueden desmoronarse, pero las personas siempre encuentran la forma de seguir adelante. 

"¡Contemplad mis obras, poderosos, y desesperad!" 

Ozymandias

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"Conocí a un viajero de una tierra antigua
quien dijo: «dos enormes piernas pétreas, sin su tronco
se yerguen en el desierto. A su lado, en la arena,
semihundido, yace un rostro hecho pedazos, cuyo ceño
y mueca en la boca, y desdén de frío dominio,
cuentan que su escultor comprendió bien esas pasiones
las cuales aún sobreviven, grabadas en estos inertes objetos,
a las manos que las tallaron y al corazón que las alimentó.
Y en el pedestal se leen estas palabras:
"Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes:
¡Contemplad mis obras, poderosos, y desesperad!"
Nada queda a su lado. Alrededor de la decadencia
de estas colosales ruinas, infinitas y desnudas
se extienden, a lo lejos, las solitarias y llanas arenas»
Percy Bysshe Shelley  

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Del Autor:  Miguel Angel Rojas Pizarro: Chileno. Papá. Psicólogo  Educacional, Profesor de Historia y Cs. Políticas y Psicopedagogo. Post Título en Orientación Vocacional, con estudios de Doctorado y Magíster en Educación y Convivencia Escolar. Bombero, Académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Aysen y Libre Pensador.

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*Miguel Ángel Rojas Pizarro.

Psicólogo Educacional – Profesor de Historia – Psicopedagogo. 

La serie surcoreana Los juegos del calamar (Squid Game) no sólo cautivó al mundo con su trama intensa y sus personajes particulares, sino que también se consolidó como una crítica mordaz al sistema capitalista contemporáneo. En palabras de David Harvey, el capitalismo “Es una máquina incesante de acumulación de riqueza que, al mismo tiempo, perpetúa desigualdades estructurales” (El enigma del capital, 2010). Esta afirmación cobra vida en la serie, donde la desesperación económica obliga a los participantes a arriesgar sus vidas en juegos mortales por una oportunidad de saldar sus deudas.

La teoría de la alienación de Karl Marx es central para entender la dinámica de Los juegos del calamar. Marx argumentó que el capitalismo separa a las personas del producto de su trabajo y de su propia humanidad 1844. En la serie, los jugadores, identificados sólo por un número, son reducidos a piezas fungibles dentro de un sistema que los explota y los enfrenta entre sí. La competencia brutal, donde la supervivencia personal implica la eliminación del otro, simboliza la deshumanización inherente a un sistema que fomenta el individualismo extremo. Byung-Chul Han, en La sociedad del cansancio (2010), describe cómo el capitalismo neoliberal empuja a los individuos a una autoexplotación constante en nombre del éxito. Este fenómeno se refleja en los juegos, donde los participantes, agotados física y emocionalmente, siguen adelante porque el sistema los ha convencido de que no tienen otra opción.

La deuda es otro eje central de la serie. Los participantes, atrapados en un ciclo interminable de préstamos y pobreza, son un reflejo de lo que Maurizio Lazzarato llama “el capitalismo endeudador” (La fábrica del hombre endeudado, 2011). Lazzarato explica que la deuda no solo es un instrumento económico, sino también un mecanismo de control que somete a las personas a una condición permanente de subordinación. En este contexto, los jugadores de Los juegos del calamar no entran al juego porque lo deseen, sino porque el sistema los ha colocado en una situación donde la participación es la única esperanza de redención. Esta ilusión de elección ofrece una “libertad” que, en realidad, está completamente condicionada por las estructuras del mercado.


13420589676?profile=RESIZE_180x180El diseño de los juegos en la serie pone en evidencia la relación entre la élite y las masas trabajadoras. Los organizadores de los juegos, una minoría privilegiada, disfrutan del sufrimiento de los jugadores como un espectáculo. Este escenario recuerda. Antonio Gramsci, quien afirmó que las élites utilizan mecanismos ideológicos y culturales para mantener el control.

Además, la idea de la desigualdad como entretenimiento es también una crítica a cómo el capitalismo convierte el sufrimiento humano en mercancía, algo evidente en la proliferación de reality shows y contenidos mediáticos en noticiarios o matinales que capitalizan el drama humano. En la serie El juego del Calamar, la élite no sólo disfruta del espectáculo, sino que refuerza la narrativa de que los jugadores “se lo merecen” por su incapacidad de manejar sus propias vidas siendo flasos jueces de moral y ética.

 Los juegos del calamar no es solo una serie distópica, sino un espejo de las contradicciones más profundas del capitalismo moderno. En palabras de Paulo Freire, “La deshumanización, aunque un hecho histórico concreto, no es destino dado” (Pedagogía del oprimido, 1970). La serie nos invita a reflexionar sobre cómo estas estructuras pueden ser desafiadas y transformadas.

La pregunta es si, ¿cómo sociedad, seremos capaces de salir del juego y construir un sistema que priorice la dignidad humana sobre la acumulación sin límites? Para ello, necesitamos imaginar alternativas colectivas y solidarias, recordando que el cambio comienza cuando dejamos de competir entre nosotros y comenzamos a luchar contra las reglas del juego impuesta por la elite y el sistema. 

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Del Autor: Miguel Angel Rojas Pizarro: Chileno. Papá. Psicólogo Clínico y Educacional, Profesor de Historia y Cs. Políticas y Psicopedagogo. Post Título en Orientación Vocacional, con estudios de Doctorado y Magíster en Educación y Convivencia Escolar. Bombero, Académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Aysen y Libre Pensador.

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13397633271?profile=RESIZE_710xPor Miguel Ángel Rojas Pizarro, Profesor de Historia, Psicólogo Educacional y Psicopedagogo.           

Los resultados de la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES) 2024 han vuelto a encender las alarmas sobre las profundas desigualdades de nuestro sistema educativo. De los 100 mejores puntajes del país, sólo un establecimiento municipal, el emblemático Liceo Augusto D'Halmar de Ñuñoa, logró figurar en este selecto grupo. Este hecho, lejos de ser motivo de celebración, evidencia la crisis estructural de la educación pública en Chile y la necesidad urgente de un cambio profundo.

Estos resultados no son casuales. Son el reflejo de un sistema que, desde su diseño, perpetúa las desigualdades sociales. Los colegios particulares pagados, con acceso a recursos abundantes, tecnología avanzada y personal altamente capacitado, concentran históricamente los mejores resultados. En contraste, los establecimientos municipales o del nuevo SLEP, muchas veces con infraestructura deficiente, falta de apoyo docente y recursos pedagógicos limitados, enfrentan una realidad adversa que condiciona el aprendizaje de sus estudiantes.

La PAES no solo mide conocimientos; También actúa como un termómetro de las desigualdades que nuestros estudiantes enfrentan desde su nacimiento. Cada número, cada puntuación, lleva consigo una historia de esfuerzo en contextos desiguales. Mientras algunos jóvenes cuentan con apoyo extracurricular, programas personalizados y estabilidad socioeconómica, otros deben lidiar con largas jornadas escolares, falta de material didáctico, falta de alimentación e incluso la necesidad de trabajar para ayudar a sus familias.

Confieso que se me apretó el corazón al ver que uno de los colegios privados con mejores resultados en la PAES tiene una mensualidad que equivale a casi dos sueldos mínimos. ¿Cómo puede existir una brecha tan abismante entre una escuela pública y un colegio privado, si todos los profesores (a) tienen la misma formación profesional y enseñan el mismo currículo nacional? La respuesta no es sencilla, pero sí reveladora: la desigualdad no está en el compromiso de los docentes, sino en los recursos disponibles y en las condiciones para enseñar y aprender.

La crisis de la educación pública no puede abordarse de manera superficial. Se requiere una reestructuración integral que toque cada eslabón del sistema educativo. Algunas falencias claves incluyen Financiamiento insuficiente y desigual : El modelo actual, basado en la matricula en la lógica de "voucher", prioriza la competencia en lugar de la cooperación y deja a los establecimientos públicos dependiendo de presupuestos limitados.

Muchos colegios carecen de equipos multidisciplinarios que abordan no solo las necesidades académicas, sino también las socioemocionales. Evaluaciones estandarizadas desconectadas de la realidad: Pruebas como la PAES tienden a medir el rendimiento sin considerar las desigualdades contextuales.

¿Que propuestas se pueden proponer para avanzar hacia una educación más justa?: Frente a este panorama, es imprescindible construir un sistema educativo más inclusivo y equitativo. Algunas propuestas concretas incluyen: Aumentar el financiamiento público: Implementar un modelo de financiamiento basado en las necesidades específicas de cada comunidad escolar, priorizando las zonas de mayor vulnerabilidad.Fortalecer la formación docente: Invertir en la capacitación continua de los profesores, asegurando que cuenten con herramientas innovadoras (IA) y recursos adecuados para enfrentar los desafíos de sus contextos. 

13396285869?profile=RESIZE_584xImplementar un enfoque integral: Incorporar equipos de apoyo psicosocial y médicos familiares en todos los colegios y liceos, asegurando que los estudiantes puedan desarrollar sus habilidades en un entorno saludable.

Revisar las evaluaciones nacionales: Diseñar instrumentos que midan no solo conocimientos académicos, sino también competencias , físicas y socioemocionales.

La educación pública es el pilar de una sociedad justa y democrática. Ignorar sus falencias no solo perpetúa las desigualdades, sino que compromete el futuro de miles de jóvenes que ven limitado su capacidad de soñar y construir un mejor mañana.

Invito humildemente a todos los actores del sistema educativo, desde autoridades y docentes hasta familias y estudiantes, a reflexionar sobre estos resultados y movilizarse en busca de soluciones reales. La educación no debe ser un privilegio, sino un derecho garantizado para todos, sin importar su origen social o económico. Los resultados de la PAES son más que números; son un llamado urgente a repensar nuestro sistema educativo. No podemos permitir que las brechas sigan ampliándose. Es hora de transformar la educación pública en un espacio de oportunidades reales, donde cada estudiante tenga la posibilidad de alcanzar su máximo potencial. 

"Era un hombre de Derecha, pero al madurar y al conocer una Escuela Pública, deje de creer en cuentos de hadas." MAR.

13396319055?profile=RESIZE_710xDel autor: Miguel Angel Rojas Pizarro: Papá. Psicólogo Educacional, Profesor de Historia y Cs. Políticas, Psicopedagogo. Post Título en Orientación Vocacional, con estudios de Doctorado y Magíster en Educación y Convivencia Escolar. Bombero, Académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Aysén y Libre Pensador.

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La obra Un cuento de Navidad de Charles Dickens es, sin duda, un retrato de la Inglaterra victoriana, marcado por la desigualdad social, la alienación laboral y la insensibilidad hacia los sectores más vulnerables. Aunque el texto fue publicado en 1843, sus reflexiones sobre la moral, el capitalismo y las relaciones humanas resuenan profundamente en el contexto de las desigualdades sociales y laborales de Chile en la actualidad. Esta columna navideña busca establecer un paralelismo entre el mensaje de Dickens y la realidad chilena contemporánea, destacando cómo la literatura sigue siendo un espejo que nos permite reflexionar en las cenas de finales de año sobre nuestras estructuras sociales.

Un cuento de Navidad está protagonizado por Ebenezer Scrooge, un avaro cuya obsesiva acumulación de riqueza lo ha aislado de su comunidad y de su propia humanidad. La crítica de Dickens no se limita a un individuo, sino que apunta a un sistema económico que, en pleno auge de la Revolución Industrial, priorizaba el lucro por sobre el bienestar social. Los sectores más vulnerables, como Bob Cratchit y su familia, son una representación de las clases trabajadoras que sufrían condiciones laborales precarias y salarios insuficientes para cubrir sus necesidades básicas.

Este contexto se asemeja a la situación de muchos trabajadores chilenos hoy. A pesar de los avances económicos, Chile es uno de los países con mayor desigualdad en la región (Banco Mundial, 2023). Las brechas salariales, el acceso desigual a la educación y la salud, y la concentración de la riqueza en un pequeño porcentaje de la población reflejan un sistema que también prioriza el capital por sobre el bienestar colectivo.

Bob Cratchit, el empleado de Scrooge, es el arquetipo del trabajador explotado que, a pesar de sus duras condiciones laborales, mantiene una actitud resiliente y una devoción hacia su familia. En Chile, las largas jornadas laborales, la falta de seguridad en el empleo y los bajos salarios son una realidad para una gran parte de la población. Según un informe de la OCDE (2022), Chile es uno de los países con las jornadas laborales más extensas, lo que afecta negativamente la calidad de vida y el equilibrio entre el trabajo y la vida personal.

El caso de su sobrino Cratchit también resalta la importancia de las redes de apoyo y la solidaridad. En la historia, su familia simboliza un refugio emocional ante las adversidades, un elemento que también se observa en los movimientos sociales en Chile, donde la organización comunitaria ha sido clave para enfrentar las desigualdades estructurales observada en el movimientos sociales durante toda la historia de nuestro país.

13355879894?profile=RESIZE_400xEn Un cuento de Navidad, los fantasmas que visitan al avaro Scrooge lo obligan a confrontar su pasado, observar las injusticias del presente y temer un futuro sombrío si no realiza un cambio significativo. Este viaje introspectivo puede interpretarse como una metáfora del análisis social que también debe hacer Chile. Las protestas sociales de 2019 fueron un grito colectivo que demandó justicia, dignidad y equidad, señalando las fallas de un modelo que ha perpetuado la exclusión y la desigualdad.

Hoy, como Scrooge, el país enfrenta la oportunidad de redimirse y construir un futuro más inclusivo. La discusión en torno a la nueva Constitución, las reformas laborales, el reajusto del robo de las AFP y las Isapres y los derechos sociales son una especie de "fantasmas" que invitan a reflexionar sobre qué camino seguir. Al igual que en la historia de Dickens, el cambio no puede venir solo de buenas intenciones individuales, sino de transformaciones estructurales que prioricen el bienestar colectivo.

Un cuento de Navidad trasciende su época y contexto para convertirse en una herramienta de crítica social aplicable a diversas realidades que sigue más vigente que nunca en Chile actual y latinoamerica. La historia de Scrooge es un llamado a la acción, a reconsiderar nuestras prioridades y a construir una sociedad más empática y justa. En un país donde las desigualdades sociales y laborales persisten, la obra de Dickens nos recuerda que el cambio es posible cuando se combinan la reflexión, la acción y la solidaridad. Como sociedad, debemos preguntarnos: ¿Si estamos dispuestos a enfrentar a nuestros propios “fantasmas” y a construir un futuro más equitativo para todos?

"El cambio social no es un espectro que nos visita por la noche solamente en Vísperas de Navidad; es el fruto de nuestras acciones colectivas a la luz del día durante todo el año". MAR 

 En esta Navidad, dedico mis pensamientos y mi voz al pueblo palestino y, especialmente, a los niños que enfrentan el horror del  historico genocidio a manos de Israel. Que su resiliencia y lucha inspire al mundo y que la justicia y la paz sean el regalo que algún día todos recibirán. #palestinalibre  

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13355899653?profile=RESIZE_710x Del autor: Miguel Angel Rojas Pizarro: Papá. Psicólogo Educacional, Profesor de Historia y Cs. Políticas, Psicopedagogo.  Post Título en Orientación Vocacional, con estudios de Doctorado y Magíster en Educación y Convivencia Escolar. Bombero, Académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Aysen y Libre Pensador.

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