*Miguel Ángel Rojas Pizarro.
Psicólogo Educacional – Profesor de Historia – Psicopedagogo.
La serie surcoreana Los juegos del calamar (Squid Game) no sólo cautivó al mundo con su trama intensa y sus personajes particulares, sino que también se consolidó como una crítica mordaz al sistema capitalista contemporáneo. En palabras de David Harvey, el capitalismo “Es una máquina incesante de acumulación de riqueza que, al mismo tiempo, perpetúa desigualdades estructurales” (El enigma del capital, 2010). Esta afirmación cobra vida en la serie, donde la desesperación económica obliga a los participantes a arriesgar sus vidas en juegos mortales por una oportunidad de saldar sus deudas.
La teoría de la alienación de Karl Marx es central para entender la dinámica de Los juegos del calamar. Marx argumentó que el capitalismo separa a las personas del producto de su trabajo y de su propia humanidad 1844. En la serie, los jugadores, identificados sólo por un número, son reducidos a piezas fungibles dentro de un sistema que los explota y los enfrenta entre sí. La competencia brutal, donde la supervivencia personal implica la eliminación del otro, simboliza la deshumanización inherente a un sistema que fomenta el individualismo extremo. Byung-Chul Han, en La sociedad del cansancio (2010), describe cómo el capitalismo neoliberal empuja a los individuos a una autoexplotación constante en nombre del éxito. Este fenómeno se refleja en los juegos, donde los participantes, agotados física y emocionalmente, siguen adelante porque el sistema los ha convencido de que no tienen otra opción.
La deuda es otro eje central de la serie. Los participantes, atrapados en un ciclo interminable de préstamos y pobreza, son un reflejo de lo que Maurizio Lazzarato llama “el capitalismo endeudador” (La fábrica del hombre endeudado, 2011). Lazzarato explica que la deuda no solo es un instrumento económico, sino también un mecanismo de control que somete a las personas a una condición permanente de subordinación. En este contexto, los jugadores de Los juegos del calamar no entran al juego porque lo deseen, sino porque el sistema los ha colocado en una situación donde la participación es la única esperanza de redención. Esta ilusión de elección ofrece una “libertad” que, en realidad, está completamente condicionada por las estructuras del mercado.
El diseño de los juegos en la serie pone en evidencia la relación entre la élite y las masas trabajadoras. Los organizadores de los juegos, una minoría privilegiada, disfrutan del sufrimiento de los jugadores como un espectáculo. Este escenario recuerda. Antonio Gramsci, quien afirmó que las élites utilizan mecanismos ideológicos y culturales para mantener el control.
Además, la idea de la desigualdad como entretenimiento es también una crítica a cómo el capitalismo convierte el sufrimiento humano en mercancía, algo evidente en la proliferación de reality shows y contenidos mediáticos en noticiarios o matinales que capitalizan el drama humano. En la serie El juego del Calamar, la élite no sólo disfruta del espectáculo, sino que refuerza la narrativa de que los jugadores “se lo merecen” por su incapacidad de manejar sus propias vidas siendo flasos jueces de moral y ética.
Los juegos del calamar no es solo una serie distópica, sino un espejo de las contradicciones más profundas del capitalismo moderno. En palabras de Paulo Freire, “La deshumanización, aunque un hecho histórico concreto, no es destino dado” (Pedagogía del oprimido, 1970). La serie nos invita a reflexionar sobre cómo estas estructuras pueden ser desafiadas y transformadas.
La pregunta es si, ¿cómo sociedad, seremos capaces de salir del juego y construir un sistema que priorice la dignidad humana sobre la acumulación sin límites? Para ello, necesitamos imaginar alternativas colectivas y solidarias, recordando que el cambio comienza cuando dejamos de competir entre nosotros y comenzamos a luchar contra las reglas del juego impuesta por la elite y el sistema.
Del Autor: Miguel Angel Rojas Pizarro: Chileno. Papá. Psicólogo Clínico y Educacional, Profesor de Historia y Cs. Políticas y Psicopedagogo. Post Título en Orientación Vocacional, con estudios de Doctorado y Magíster en Educación y Convivencia Escolar. Bombero, Académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Aysen y Libre Pensador.