Miguel Ángel Rojas Pizarro:. / Psicólogo Educacional – Profesor de Historia – Psicopedagogo:. / @Soy_Profe_Feliz | www.miguelrojas.cl
“Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada...” — Eduardo Galeano.
Como él, hay muchos.
Un Abuelo o Abuela durmiendo con el celular en la mano.
Un conserje, Un obrero o una trabajadora de casa particular
del barrio alto que cruza la ciudad entera cada noche,
cansados, para llegar a su población,
comer algo, saludar a la vieja, a los nietos
sacarse los bototos de seguridad y estirar los huesos que ya no dan más.
Con la mochila rota,
la lonchera con sobras frías,
y los cristales quebrados de los lentes que ya no alcanza a cambiar.
Es tu abuelo.
Es mi abuela.
Es el papá de tu papá.
Porque cuando hablamos de conciencia de clases,
nos referimos a esto:
a los que madrugan para que otros duerman tranquilos,
a los que barren oficinas vacías,
a los que construyen ciudades donde no pueden vivir.
Él es uno de los nuestros:
un obrero que aún debe salir a ganarse el pan,
no se puede enfermar,
cumpliendo diez, doce horas laborales..
hasta que los pulmones, el corazón o el alma aguanten.
Pero son grandes, viejos
Y compartimos humildemente estas palabras
porque tú no eres de allá,
de donde te miran desde arriba,
de donde te usan, pero no te reconocen,
donde se creen dueños del tiempo, del país y de la dignidad.
Tú no eres parte del neocapitalismo que nos promete libertad
y nos da esclavitud disfrazada de oportunidades.
Ese modelo económico que privatiza la vida,
que transforma la salud, la vejez y el agua en mercancía,
y convierte la esperanza en crédito.
Descansen, viejos lindos.
Alivia tu alma, aunque sea un rato.
Porque eso es la libertad bajo el neocapitalismo:
trabajar hasta tus últimos días
para que otros vivan sus primeros
sin saber lo que cuesta el pan.
Su hijo también madruga.
Su nieto también estudia cansado.
Porque nadie rompe la rueda sin pagar un precio.
¿Y cambiará algo con las elecciones primarias de este domingo?
Quizás alguien prometa un país más justo, un sistema más humano, un trabajo más digno.
Pero ustedes ya no comen promesas, viejos lindos.
Tú sabes que ningún voto te devuelve la salud, ni el tiempo con los tuyos, ni el descanso merecido.
Porque mientras ellos se reparten el poder como si fuera botín, tú sigues cruzando la ciudad con la mochila rota y el alma cansada.
Y nosotros seguimos preguntándonos, desde nuestra trinchera cotidiana,
si de verdad algo va a cambiar…
o si solo cambiarán los nombres de los que seguirán viviendo
sin saber cuánto cuesta el pan.