Por: Miguel Ángel Rojas Pizarro / Psicólogo Educacional – Profesor de Historia – Psicopedagogo. / @Soy_profe_feliz
Las recientes crisis políticas en América Latina no son hechos aislados. Cada vez más, vemos cómo el autoritarismo gana terreno en sociedades desgastadas por la desigualdad, el miedo y la desesperanza. En Argentina, en Nicaragua, en Chile y en tantos otros países, el discurso del odio y la represión se han convertido en herramientas de poder. No es una historia nueva: en los años 60 y 70, nuestras democracias fueron brutalmente destruidas por dictaduras que dejaron una huella imborrable de dolor y resistencia. Hoy, el peligro vuelve a acechar con nuevas formas y rostros, pero con la misma esencia: el fascismo que Humberto Eco (1995) describió como una ideología camaleónica, capaz de adaptarse y renacer en cualquier contexto.
Pensemos en la gente que vivió aquellas décadas de terror. Familias que perdieron a sus seres queridos, jóvenes que vieron truncados sus sueños por gobiernos que decidieron que pensar distinto era un crimen. La historia no es un relato ajeno: es el eco de miles de voces que aún buscan justicia. Hannah Arendt (1951) advertía sobre la banalización del mal: el momento en que la violencia y la represión dejan de sorprendernos y se normalizan en nuestras vidas. ¿No estamos acaso cayendo en ese mismo error? Cuando aceptamos que un gobierno silencie a sus críticos, que una autoridad abuse de su poder o que el miedo se convierta en una herramienta de control, estamos contribuyendo a la erosión de nuestras propias libertades (Arendt, 1951).
En la política actual, los pactos sin principios y los favores cruzados han convertido la democracia en una caricatura de sí misma. Los partidos, obsesionados con el poder, han adoptado estrategias que recuerdan a las viejas estructuras mafiosas representadas en El Clan de los Sicilianos (Verneuil, 1969). En esta película, la familia Manalese opera bajo la lógica de la lealtad ciega y el castigo implacable a la traición. ¿No es lo mismo que vemos hoy en nuestros gobiernos? Se persigue a quienes denuncian la corrupción, se ataca a quienes piensan distinto y se premia a quienes se someten al poder sin cuestionarlo.
Pero el fascismo no avanza solo con represión. También se infiltra en el descontento social, en la desesperación de quienes han perdido la fe en la política. Los discursos extremistas ofrecen soluciones rápidas a problemas complejos, utilizando la desinformación y el miedo como armas para dividirnos (Eco, 1995). Nos enfrentamos a una pregunta fundamental: ¿permitiremos que la historia se repita? ¿Nos quedaremos de brazos cruzados mientras el autoritarismo se disfraza de orden y estabilidad?
No podemos aceptar que la libertad de expresión, el derecho a disentir y la dignidad de las personas sean sacrificados en nombre de la “seguridad” o el “progreso”. Es fácil olvidar lo que hemos perdido hasta que nos toca de cerca. Hasta que un amigo es perseguido por sus ideas, hasta que una familia es desplazada por la violencia, hasta que nos damos cuenta de que el miedo ha moldeado nuestra forma de vivir.
Es momento de preguntarnos: ¿estamos exigiendo transparencia a nuestros representantes? ¿Estamos denunciando los abusos de poder? ¿Estamos defendiendo la democracia más allá de los colores políticos? Porque esto no se trata de izquierdas o derechas. El fascismo puede surgir en cualquier espacio donde el poder se convierte en un fin en sí mismo. Y si la historia nos ha enseñado algo, es que el silencio solo fortalece a los opresores (Arendt, 1951).
Los recientes desplazamientos y purgas políticas en América Latina no deben ser olvidados ni minimizados. Son una advertencia de lo que está en juego: el futuro de nuestras democracias. Es momento de actuar, de organizarnos y de alzar la voz contra un sistema que amenaza con sumirnos en una nueva era de autoritarismo.
Porque al final, la historia no es solo sobre el pasado. Es sobre el presente que estamos dispuestos a construir y el futuro que dejaremos a quienes vienen después de nosotros.
"El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos". Simone de Beauvoir
Referencias: Arendt, H. (1951). Los orígenes del totalitarismo. Harcourt Brace Jovanovich. Eco, H. (1995). Cinco escritos morales. Editorial Lumen. Verneuil, H. (Director). (1969). El Clan de los Sicilianos [Película]. Francia-Italia.
Del Autor: Miguel Angel Rojas Pizarro: Papá. Psicólogo Educacional, Profesor de Historia y Geografía. Mención Cs. Políticas y Psicopedagogo. Post Título en Orientación Vocacional, con estudios de Doctorado. Magíster en Educación y Convivencia Escolar. Bombero e Instructor de la ANB, Académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Aysen y Libre Pensador.