Autor: Miguel Angel Rojas Pizarro*
Cada año que recordamos el nacimiento de Pedro Lemebel (1952 – 2015), algo se mueve dentro de Chile. No es solo la memoria de un escritor, profesor y artista; es el eco de una voz que sigue pidiendo algo tan simple y difícil: Mirarnos sin hipocresía, sin miedo, resentimiento y sin odio.
Lemebel no nació para ser símbolo. Nació para vivir, para resistir, para escribir desde un mundo y sociedad que casi nunca lo abrazó. Y sin embargo, ese mismo mundo —la noche, la población, la calle rota, el barrio que lo vio crecer terminó convirtiéndolo en una de las conciencias más profundas de los últimos años en este país.
Hablar de él hoy no es un gesto literario. Es un gesto humano. Porque Chile todavía carga heridas que él mismo describió con una lucidez dolorosa hace décadas atrás y aún se encuentran vigentes. El miedo a la diferencia, el castigo a los cuerpos que se salen de la norma, la homofobia escondida en el chiste fácil, en la broma de pasillo, en la mirada que condena sin decir palabras.
Lemebel lo vivió todo: El rechazo familiar, la precariedad económica, la violencia policial, la exclusión escolar, la burla constante, la dictadura en sus momentos más oscuros. Y aun así, eligió enfrentarlo con belleza, con palabras, con arte. Con esa ternura, pero a la vez una fuerza feroz que tanto incomodaba.
En dictadura, cuando pensar distinto podía costar la vida, las disidencias sexuales sobrevivieron como pudieron. Algunas desde la clandestinidad; otras desde la noche, desde el deseo, desde el humor, desde el cuerpo. Muchxs nunca aparecieron en los registros oficiales. Nunca tuvieron tumba. Nunca se les dio las gracias. Y sin embargo, fueron parte de la resistencia que ayudó a abrir camino a la libertad que hoy damos por sentada.
Es duro decirlo, pero es verdad: sin ellas, sin esas locas valientes, este país sería mucho más pequeño y mucho más triste. Por eso duele ver que hoy, mientras recordamos a Pedro Lemebel, haya discursos que vuelven a instalar el odio, la sospecha, la idea en las escuelas de que las diversidades son un problema que corregir y no personas con derecho a vivir en paz.
Un gobierno de ultraderecha no solo cuestiona leyes. Cuestiona afectos, ética y moral. Cuestiona libertades que costaron vidas. Cuestiona la posibilidad de que un niño o una niña disidente pueda crecer sin vergüenza. Cuestiona el derecho a ser. Y no se trata de política partidista; se trata de humanidad y dignidad.
De entender que cuando un país retrocede en derechos sociales y de género, no retrocede en abstracto: retrocede sobre cuerpos concretos. Sobre cuerpos como el de Lemebel, expulsado de la educación como profesor de liceo por ser quien era. Sobre los cuerpos de jóvenes que hoy caminan en ciudades más pequeñas con miedo de tomarse la mano.
Sobre las identidades de quienes siguen escondiéndose para no romper el equilibrio frágil de su familia, su barrio o su trabajo. Por eso hoy, más que un homenaje, necesitamos un gesto de honestidad colectiva:
hay que reconocer que no podemos permitir que el país vuelva a ese lugar oscuro donde amar diferente era motivo de cárcel, silencio o burla.
Hoy cuesta imaginarlo, pero en este mismo país, en este mismo territorio que recorre nuestra biografía, la homosexualidad fue delito hasta 1998. Sí, hace apenas un cuarto de siglo.
Mientras muchos celebraban el retorno de la democracia, todavía había jóvenes escondiéndose para no ser detenidos, golpeados o humillados por ser quienes eran. Todavía existía el Artículo 365 del Código Penal que criminalizaba la sodomía. Todavía el Estado decía: amar distinto es un crimen.
Hoy, al recordar el nacimiento de Pedro Lemebel, algo se aprieta en el pecho. No es solo la memoria de un escritor: es la sensación de que todavía le debemos demasiado y el estado está en deuda con un nombre. Le debemos un país más tierno, más justo, más capaz de abrazar a quienes caminan siendo apuntados. Le debemos un Chile donde nadie tenga que esconder su manera de amar o su forma de existir. Lo que hemos avanzado en derechos, en visibilidad, en dignidad, ha costado años de lucha, de dolor, de noches largas para tantas personas que resistieron en silencio. Nada de esto fue un regalo. Nada vino fácil. Y por lo mismo, nada de esto podemos darlo por seguro.
Por eso, hoy más que nunca, cuidar lo que hemos construido es un acto de amor para las nuevas generaciones.
“Hay tantos niños que van a nacer con una alita rota,
y nuestro deber es que puedan volar….. Pedro Lemebel
Pedro Lemebel (1952 – 2015). MANIFIESTO: HABLO POR MI DIFERENCIA. Fue leído como intervención en un acto político de la izquierda en septiembre de 1986, en Santiago de Chile. Lemebel, Pedro, Loco Afán, Crónicas de sidario, Santiago: Lom Ediciones, 1997.
Miguel Angel Rojas Pizarro:
Psicólogo Educacional, Profesor de Historia, Psicopedagogo
psmiguel.rojas@hotmail.com
Histats.com © 2005-201