Por Miguel Ángel Rojas Pizarro / Psicólogo Educacional – Profesor de Historia – Psicopedagogo.
@Soy_profe_feliz
Hay niños y niñas que crecen escuchando palabras que vienen de tiempos inmemoriales, dichas por sus abuelos en una lengua que la escuela no reconoce. Hay jóvenes que conocen el nombre de cada estrella en su cosmovisión, pero que en clases solo aprenden sobre constelaciones con nombres en latín. Hay comunidades que han cuidado la tierra por generaciones, pero en los textos escolares la palabra “desarrollo” rara vez menciona su sabiduría. Y mientras tanto, en muchas aulas de América Latina, se sigue enseñando como si solo existe una historia, una lengua, una forma de ver el mundo.
Cuando la escuela ignora la identidad de un niño, lo deja en un limbo. No le dice directamente que su historia no importa, pero se lo muestra en cada omisión. En cada silencio. En cada lección en la que su cultura se reduce a una anécdota o una fecha conmemorativa. Los pueblos originarios nos han enseñado que la educación no es solo aprender datos, sino entender la vida. Que la tierra tiene memoria, que el tiempo no es una línea recta y que todo lo que hacemos está conectado.
Si esto se incorpora en la escuela, no solo los niños indígenas se beneficiarían, sino toda la sociedad. Aprenderíamos que la naturaleza no es un recurso para explotar, sino un equilibrio a respetar. Entenderíamos que la diversidad no es una barrera, sino una riqueza.
Porque cuando un niño se ve reflejado en su educación, algo cambia en su interior. Se siente parte de algo más grande . Se reconoce en sus raíces. Y cuando un estudiante tiene identidad, camina con más seguridad, aprende con más fuerza, sueña con más libertad. Pero para que esto suceda, la interculturalidad no puede seguir siendo solo un discurso bonito .
Es cierto que algunos países han avanzado. En Chile, los Educadores Tradicionales han comenzado a entrar en las escuelas. En Bolivia, la educación pluricultural está protegida por la Constitución. Pero en la práctica, la interculturalidad sigue siendo vista como un "extra", algo opcional, una actividad ocasional. No basta con invitar a un sabio indígena a dar una charla una vez al año. No es suficiente con celebrar el We Tripantu o el Inti Raymi si el resto del tiempo la cultura indígena no tiene espacio en el aula .
Si realmente queremos una educación inclusiva y equitativa en América Latina, necesitamos cambios profundos . Porque la enseñanza de los pueblos originarios no es un favor . Es un derecho . Y es, sobre todo, una oportunidad para construir una sociedad más justa, más sabia, más humana.
"Si queremos sembrar dignidad, pertenencia y futuro, debemos enseñar desde las raíces." - MAR
La desaparición de Julia Chuñil, líder mapuche y defensora ambiental, ha dejado una profunda herida en la comunidad de Máfil y en todo Chile. Desde el 8 de noviembre de 2024, cuando fue vista por última vez al salir de su hogar en la comunidad indígena Putreguel para buscar a sus animales, su paradero sigue siendo un misterio que clama por justicia.
La desaparición de Julia Chuñil es un recordatorio doloroso de la vulnerabilidad de quienes luchan por la tierra y la cultura. Su legado como defensora del bosque nativo y líder comunitario no debe ser olvidado. Es imperativo que las autoridades intensifiquen sus esfuerzos para encontrarla y que se implementen medidas efectivas para proteger a los defensores ambientales en el país.
La búsqueda de Julia continúa, y con ella, la esperanza de que la justicia prevalezca y que su labor inspire a futuras generaciones en la defensa de la tierra y la identidad cultural .