Por: Miguel Ángel Rojas Pizarro:. / Psicólogo Educacional – Profesor de Historia – Psicopedagogo. / @Soy_Profe_Feliz - www.miguelrojas.cl
Hace una década, Chile celebraba en la Plaza Dignidad. Alexis levantaba la Copa América en 2015 y un año después lo haría otra vez, en suelo estadounidense. Eran tiempos de gloria, de identidad, de una generación que jugaba con el alma. La Generación Dorada no solo conquistó títulos: Nos hizo creer que el fútbol podía ser una bandera de dignidad y orgullo nacional. Ícaro, en la mitología griega representa al joven que, deslumbrado por su ascenso, vuela demasiado cerca del sol, desobedeciendo las advertencias, hasta que sus alas de cera se derriten y cae al mar. La Generación Dorada y el fútbol chileno le sucedió lo mismo: Volamos alto sin construir alas verdaderas, y terminamos cayendo por soberbia, mala planificación y olvido del origen.
Hoy, en 2025, esa misma Selección marcha última en las clasificatorias sudamericanas, con un equipo envejecido, sin recambio real, y con una hinchada que ya no canta, sino que se resigna. ¿Qué nos pasó?
Vidal, Bravo, Isla, Medel y Alexis, entre otros marcaron una época. Pero no supimos preparar la posta. En vez de sembrar, nos dedicamos a aplaudir. Mientras ellos jugaban partidos heroicos, las divisiones inferiores se desmoronaban. La Sub-20 no clasifica a nada hace años. No hay Sub-17s en clubes grandes. No hay un Alexis nuevo ni un Vidal en camino. Como señalo el DT Marcelo Bielsa: “Lo que no se planifica, fracasa. Y Chile, futbolísticamente, abandonó la planificación tras el último grito de campeón”.
En este presente gris, aún resuenan en el alma los análisis de Eduardo Bonvallet, el "Gurú", quien con su voz aguda nos invitó a soñar que podíamos ser campeones del mundo. Ridiculizado por muchos, hoy su voz parece más vigente que nunca: La autocrítica, el amor por la camiseta, la idea de que no bastaba con talento, que había que tener huevos, hambre y honor. Como dijo el propio Bonvallet: “A mí no me importan los jugadores lindos, me importan los que juegan con el alma”.
Zamorano no llegó a ser uno de los mejores del mundo por sus condiciones técnicas. Llegó por su garra, por su disciplina, por su espíritu incansable de lucha. Fue un obrero del gol. Y esa cultura del esfuerzo es justamente la que hemos perdido.
La decadencia de nuestra Selección es el espejo de una liga nacional sin alma. Equipos históricos convertidos en empresas frías, hinchas reducidos a consumidores, dirigentes preocupados más del balance que del balón. Hoy el fútbol chileno es eso: dirigentes sin proyectos, técnicos sin respaldo, y clubes que sobreviven con extranjeros desconocidos en su país y juveniles sin minutos.
El modelo de Sociedades Anónimas Deportivas Profesionales (SADP) prometía profesionalización. Pero trajo lo contrario: mercantilización, cortoplacismo y desconexión social. ¿Cómo puede un club formar identidad si su único objetivo es vender al próximo Sub-17 para cuadrar las finanzas? La Generación Dorada no nació bajo este modelo. Creció en clubes populares, en canchas con barro, con técnicos que educaban, no que solo hacían rendir. Hoy ese fútbol está muerto, privatizado y olvidado.
Hoy nos preguntamos, con tristeza, pero también con coraje: ¿Cuáles son los sueños de los dirigentes de la ANFP? ¿Anhelan una Roja competitiva o simplemente rentable? ¿Sueñan con estadios llenos de niños con sueños en el corazón o con cuentas bancarias llenas de silencio? ¿Les importa la camiseta o solo la marca que la estampa? Porque mientras los niños juegan en potreros sin luz, mientras las escuelas ya no tienen torneos Inter escolares, y mientras los clubes formadores se caen a pedazos en las oficinas de las Sociedades Anónimas y en la ANFP los directivos siguen mirando Excel, no estadios. Plantillas contables, no corazones.
La competitividad no la da el pasaporte ni la camiseta de club europeo, sino el proyecto formativo, el arraigo, el carácter y la pasión. Para las clasificatorias para el Mundial de Francia 98 teníamos una identidad táctica, cultural y emocional. Aunque muchos jugaban solo en Chile, tenían carácter, oficio, y una liga que los preparaba para el combate. Hoy, pese a estar "afuera", muchos no juegan, no lideran, y no se identifican con la historia de la camiseta. Zamorano, Margas o Nelson Tapia eran tipos forjados en barro, con hambre, liderazgo y orgullo. Hoy muchos jugadores jóvenes no han sido preparados psicológicamente para el fracaso, la presión, ni para liderar. La resiliencia, el amor por la camiseta y el carácter competitivo ya no se enseñan.
Soñamos con una Roja que vuelva a ser del pueblo, que rescate la identidad de barrio, de lucha, de historia. Una Roja que nazca de los liceos, de los clubes chicos o de la liga nacional, de los sueños colectivos y no del lobby empresarial. Porque si no soñamos con eso… entonces ¿Para qué jugamos o aspiramos ir a un mundial?