Por Miguel Ángel Rojas Pizarro / Psicólogo Educacional – Profesor de Historia – Psicopedagogo / @Soy_Profe_Feliz | www.miguelrojas.cl
“Cuando Aladino pidió riquezas al genio de la lámpara, jamás imaginó que quedaría atrapado en el palacio que deseaba conquistar”.
Como en los mitos árabes, donde los deseos concedidos por genios traen consigo trampas invisibles, Chile vive atrapado en una democracia hechizada. Nos han hecho creer que votar es sinónimo de libertad, pero cada elección, cada primaria, cada papel en la urna, termina reforzando el sistema que nos explota. Como Aladino, el pueblo chileno pidió justicia, pidió dignidad… y recibió espejismos. Esta columna es una llamada a abrir los ojos, a romper el hechizo y a comenzar la verdadera liberación desde abajo, desde el barrio, desde la memoria y la organización popular.
¿Para qué votar en unas primarias que solo reproducen la lógica del sistema que nos empobrece? ¿De qué sirven las papeletas si las decisiones ya están tomadas por los grandes grupos económicos, los partidos cooptados y los medios de comunicación masiva?
Nos dicen que, si no votamos por la Concertación, el Frente Amplio o algún progresismo domesticado, ganará la derecha. ¿Pero qué derecha, si lo que tenemos es una oligarquía reciclada, que viste distintos colores, pero que jamás ha cuestionado el corazón del problema: el modelo neoliberal chileno?
Hoy no tenemos salud, sino seguros privados. No tenemos educación pública de calidad, sino negocios disfrazados de escuelas. No tenemos jubilaciones, sino pensiones de miseria gestionadas por las AFP. No tenemos soberanía sobre el litio, el cobre o el agua, sino concesiones a transnacionales y por el yerno del Dictador Pinochet por 30 años. Chile no es una república: Es una colonia del capital global, administrada por tecnócratas locales o mejor dicho Capataz de esta larga franja de tierra.
Hace más de un siglo, el presidente José Manuel Balmaceda intentó recuperar para el Estado chileno las riquezas del norte, en especial el salitre, que en ese momento era la principal fuente de ingresos del país. Su proyecto era invertir las rentas salitreras en educación pública, ferrocarriles, salud y dignidad popular. La respuesta fue brutal: el Diputado Carlos Walker Martínez, al servicio de los intereses salitreros, y el diputado Julio Zegers, desde la prensa conservadora, lideraron una campaña de desprestigio y sabotaje que no solo envenenó la opinión pública, sino que preparó las condiciones para el golpe parlamentario de 1891. Así se derrumbó el primer gran intento de soberanía económica chilena.
El día que Chile perdió su destino de potencia mundial. La Guerra Civil de 1891 no fue solo una crisis institucional: Fue una contrarrevolución oligárquica. Chile perdió su oportunidad de convertirse en una potencia regional, de construir un Estado soberano, industrial y social. La oligarquía financiera y la influencia británica aplastaron el proyecto nacional-popular de Balmaceda, y el país quedó atrapado en un modelo exportador dependiente y desigual (Collier & Sater, 2004; Gazmuri, 1991).
Años después, en 1938, la historia ofreció una nueva oportunidad. El Frente Popular, con Pedro Aguirre Cerda a la cabeza, inició una inédita expansión del Estado docente, promovió la industrialización a través de la CORFO, impulsó la educación técnica y dignificó el rol del pueblo. "Gobernar es educar" fue mucho más que un lema: fue una hoja de ruta (Salazar, 2005). Esa experiencia nos recuerda que sí se puede construir un país distinto desde el Estado, cuando hay voluntad política y proyecto de justicia.
En este escenario, votar nulo no es rendirse. Es rebelarse con conciencia. Mientras el voto sea obligatorio, el nulo consciente es una forma legítima de deslegitimar el sistema. No basta con abstenerse en silencio. Debemos hacer del voto nulo una señal política clara, articulada con organización, cabildos y acción directa no violenta.
Eduardo Artés sigue siendo el único candidato que plantea con claridad una ruptura total con el neoliberalismo: habla de nacionalización, asamblea constituyente popular, salud universal y fin de las AFP. Sin embargo, su figura continúa marginada del debate público, en parte por su discurso radical —que defiende regímenes como Corea del Norte y Venezuela—, pero también por la falta de alianzas territoriales y cobertura mediática. Por su parte, Daniel Jadue, quien representó una esperanza para sectores populares, hoy se encuentra en arresto domiciliario por el caso de las farmacias populares. La decisión del Partido Comunista de reemplazarlo por Jeannette Jara como carta presidencial, y el explícito rechazo de esta última a incluir a Jadue en su comando, solo evidencian la fractura y la domesticación progresiva de la izquierda institucional. ¿Qué pasaría si en lugar de egos y disputas palaciegas, Artés, Jadue y Meo se unieran en un nuevo frente popular desde las bases, con programa común, sin cálculos electorales, sino con horizonte de justicia social? “Porque el poder real no se conquista en la urna, sino en la plaza, en la olla común, en la decisión colectiva de dejar de obedecer.”
Las condiciones del estallido de 2019 no han mejorado; se han agudizado: precariedad laboral, AFP, salud mercantilizada, despojo territorial y represión. Un nuevo estallido puede ocurrir, pero si no construimos poder organizativo desde ya, será otro grito ahogado en lacrimógena. Cabildos territoriales permanentes con capacidad de autogestión, planificación y defensa colectiva.
Mientras tú haces fila para votar, tu madre sigue esperando una hora médica que no llega, y tu hijo se endeuda por estudiar en un sistema que premia al banco antes que al esfuerzo. Los mismos parlamentarios que se jactan de defender la educación pública tienen a sus hijos en colegios privados de élite, y jamás han pisado un hospital público más que para la foto. ¿De verdad crees que estás decidiendo algo? Votar sin poder transformar, sin poder exigir, sin poder soñar, no es participación: es sumisión ritualizada. “Y mientras marcas una línea en la papeleta, te preguntas si alguna vez tu voto logró cambiar algo más que tu propia esperanza herida.”
Este domingo no hay primarias. Hay una farsa. Este domingo no se juega el futuro de Chile. Se escenifica un rito vacío. Las AFP seguirán. El litio seguirá en manos extranjeras. El agua no volverá al pueblo. Las primarias no son una fiesta democrática, son el recordatorio de que la democracia fue secuestrada.
Porque la única primaria que vale la pena es aquella donde el pueblo elige dejar de obedecer. Como Aladino atrapado en su palacio encantado, solo rompiendo la lámpara que nos encandila podremos salir de esta prisión dorada llamada democracia neoliberal. El deseo fue justicia, lo que recibimos fue una ilusión. La verdadera liberación no está en las urnas, sino en la calle, en el barrio, en el cabildo que se organiza, resiste y crea otro futuro.
“Y quizás, como Aladino al romper su lámpara, tengamos que aceptar que solo en la oscuridad de la noche real se encienden las verdaderas llamas de la rebelión”.
Referencias (APA)
- Collier, S., & Sater, W. F. (2004). A History of Chile, 1808–2002. Cambridge University Press.
- Salazar, G. (2005). Labradores, peones y proletarios: formación y crisis de la sociedad popular chilena del siglo XIX. LOM Ediciones.
- Moulian, T. (1997). Chile actual: anatomía de un mito. LOM Ediciones.
- Gazmuri, C. (1991). El concepto de Estado en el pensamiento político de Balmaceda. Revista de Ciencia Política, 13(1), 75–96.