GUANACASTE COSTA RICA. - Durante quince años, el manglar de Playa Matapalo no tuvo voz. Fue cubierto, rellenado, enterrado —literalmente— bajo toneladas de material ajeno a su naturaleza, mientras alrededor se levantaba un modelo turístico que se autodefine como “sostenible” pero que, en la práctica, avanzó como una aplanadora silenciosa sobre la Zona Marítimo Terrestre.
En las postrimerías de este 2025, esa historia cambió, pues hace pocas horas se emitió la resolución N°1403-2025-TAA, dictada por el Tribunal Ambiental Administrativo (TAA), en la que no sólo se da la razón a la Asociación Confraternidad Guanacasteca, sino que más bien se desarma, pieza por pieza, la narrativa de legalidad del Hotel RIU en Guanacaste, y deja constancia judicial de lo que durante años fue tratado como “exageración ambientalista”.
SENTENCIA CLARA, EXTENSA Y DEMOLEDORA
La verdad judicial: el daño existió, fue probado y tiene responsables. El Tribunal declara con lugar la denuncia interpuesta contra Hotel Riu y su propietario Luis Riu Güell, y establece como hechos probados lo siguiente:
Destrucción directa de vegetación en zona pública de la ZMT.
El TAA acredita la alteración y eliminación de vegetación arbórea y arbustiva dentro de zona pública, en dos sectores específicos:
Entre los mojones 148 y 149, con una extensión de 6.994 m².
Entre los mojones 160 y 26, con una extensión de 5.960 m².
No se trata de áreas marginales ni de errores de medición. Son casi 13.000 metros cuadrados de zona pública afectada.
RELLENO Y ELIMINACIÓN DE MANGLAR: EL CORAZÓN DEL CASO
El Tribunal documenta la eliminación y relleno de un manglar de 8.223 m², ubicado entre los mojones 149 y 160.
Un dato clave, que desmonta cualquier intento de negación posterior:
Los mojones del manglar se encontraban enterrados, como producto del relleno construido en el sitio.
Esto no es una interpretación. Es una evidencia física que demuestra que el manglar existía, estaba delimitado y fue cubierto deliberadamente.
El fallo concluye que hubo: Destrucción de ecosistema de manglar por aterramiento. Deposición antrópica de materiales de relleno sobre suelos característicos de humedal. Daños ocurridos en plena Zona Pública de la Zona Marítimo Terrestre. En términos jurídicos: una de las zonas más protegidas del ordenamiento costarricense fue tratada como terreno urbanizable.
Gadi Amit, vocero principal de la Corporación, nos ofreció declaraciones sobre este caso, información que actualizaremos este viernes 19 de diciembre.
ALTERACIÓN DE CAUCES NATURALES
El Tribunal también declara con lugar la denuncia por la modificación del curso de una quebrada sin nombre, ubicada en la finca matrícula Folio Real N°5-39265-000, dentro de la Zona Restringida.Esa quebrada desembocaba en la Zona Pública de la ZMT, por lo que la afectación no fue aislada: alteró la dinámica hidrológica que alimentaba directamente al ecosistema costero.
LA CONSECUENCIA: NO BASTA CON RECONOCER EL DAÑO, HAY QUE REPARARLO
Aquí está uno de los puntos más relevantes del fallo, y también uno de los más incómodos para el gran capital turístico:
El TAA ORDENA RESTAURACIÓN AMBIENTAL.
No multas simbólicas. No “medidas compensatorias” abstractas. Restauración física del ecosistema.
El Tribunal obliga expresamente a Luis Riu Güell, como representante de las empresas cuestionadas, a:
Eliminar el relleno y devolver la Zona Marítimo Terrestre a su estado original, con asesoramiento profesional especializado. Determinar técnicamente el espesor del relleno y, con base en ello, elaborar un Plan de Eliminación de Relleno y Recuperación del Ecosistema de Manglar. Presentar dicho plan con cronograma de ejecución, en un plazo máximo de 30 días hábiles desde la notificación de la resolución.
Este punto es crucial: 👉 el daño no queda “regularizado”. 👉 el ecosistema debe ser recuperado.
QUINCE AÑOS DE DESGASTE: LO QUE NO DICE EL EXPEDIENTE, PERO PESA
Esta sentencia no surge de la nada. Es el resultado de 15 años de lucha sostenida, marcada por: Trámites interminables. Peritajes contradictorios. Retrasos institucionales. Presión económica y política. Desgaste humano y organizativo. Durante ese tiempo, el proyecto turístico siguió operando. El ecosistema, no. Aquí aparece el trasfondo estructural: en Costa Rica, el daño ambiental casi siempre se reconoce cuando ya está hecho, y la reparación —si llega— ocurre tarde.
La Confraternidad Guanacasteca no sólo enfrentó a una empresa; enfrentó un modelo de desarrollo turístico que ha tratado históricamente a Guanacaste como territorio disponible, no como ecosistema vivo.
RIU COMO SÍMBOLO: TURISMO QUE COSTA RICA DICE NO QUERER
El propio comunicado de la Confraternidad lo dice sin rodeos:
Hotel RIU en Guanacaste es un claro ejemplo del turismo destructor y abusador. El empresario que no queremos en Costa Rica.
Esa frase no es retórica. Resume un debate nacional no resuelto:
¿Turismo para quién? ¿A costa de qué ecosistemas? ¿Con qué nivel real de fiscalización? ¿Y con qué consecuencias cuando se viola la ley?
Este caso se conecta directamente con otras denuncias históricas en Guanacaste: agua sobreexplotada, manglares arrasados, ZMT invadida, comunidades desplazadas del acceso a bienes públicos. No son casos aislados. Son capítulos del mismo modelo. Vigilancia y boicot: la batalla no termina con la sentencia.
La Confraternidad lo deja claro: vigilarán el cumplimiento estricto de lo ordenado por el TAA. Y recuerdan un dato clave que muchos intentaron olvidar: En lo penal ya habían reconocido otros daños ambientales.
Es decir: este no es el primer reconocimiento de daño, sino la consolidación de una verdad que tardó demasiado en imponerse. El comunicado cierra con un llamado fuerte, inusual pero coherente con la magnitud del caso: repudio y boicot a la empresa responsable. No como gesto emocional, sino como respuesta ética ante hechos ya probados.
CIERRE EDITORIAL
El caso Hotel RIU – Playa Matapalo no es solo una victoria legal. Es una radiografía del conflicto entre capital, Estado y naturaleza en Costa Rica.
Demuestra que: El daño ambiental sí puede probarse. Las grandes empresas sí pueden perder. La persistencia ciudadana sí puede torcer la balanza.
Pero también deja una pregunta incómoda:
👉 ¿Cuántos manglares no sobrevivieron los quince años que este sí tuvo que esperar?
Hoy, al menos, el expediente habla por el manglar. Y esta vez, la justicia llegó antes de que el silencio lo cubriera todo.

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