Desde la vista elevada donde el aire fresco invita a la calma, los visitantes de Colima, nos sentimos agasajados observando la postal de la ciudad desde la terraza del hotel Concierge, un edificio de estructura Colonial que invita a conocer su historia y la de la ciudad. A nuestra llegada, con sólo atravesar su portal, el ambiente amplio abraza con frescura y serenidad a quien lo visita; el contraste con la temperatura exterior, apacigua y “apapacha”- a decir de los lugareños-
Los pasillos con arcadas elevadas y colores vibrantes, guían los pasos a espacios amplios, amueblados de tal manera que acogen al físico exhausto, a la mente inquieta como a quien con ánimo contemplativo se deja seducir y toma un receso en sus tareas.
Pinturas y figuras de artistas locales, ilustran a cerca del lugar haciendo una demostración de cuidado y halago a sus visitas.
Las flores no faltan para dar su toque máximo de esplendor, sobre mesas o macetones que aguardan en las esquinas del piso, los ojos de quien sumido en sus pasos, aprovecha su respiro de verde vivo y natural.
Al caer la noche, se convierte en anfitriona y habilita cada espacio a la frecuencia de quien guste disfrutarla.
Su “Rincón Taurino”, nos recibe con los brazos abiertos de una historia que honra y enaltece a la ciudad, al Estado y al mismo país; todo en sus paredes está descripto y nos muestra en el tiempo, el transcurrir de “La Petatera”.
Agreguemos a esta experiencia, el exquisito café de olla para el desayuno, donde el cuidadoso trato en la atención, se da la mano con la historia, delicadeza que enorgullece a su anfitrión, un joven atento y cordial que da de sí en su tarea convirtiendo el lugar en una invitación más para volver.
También su azotea se transforma a la noche, y se convierte en el lugar ideal para recibir invitados; en contraste con las luces de la ciudad, el contorno de montañas y volcanes parecen querer salir a saludar, y se muestran como cómplices fortalecidos por un bagaje de historia que nos hace suyos.
El escenario está dispuesto, lentamente el sol ha ido relegando su luminosidad potente, característica de abril, a unos pocos rayos que cedió al perfil de montañas y gracias al degradé que provocan esos rayos, se dibujan en el horizonte, y se visten de sus colores como vestigios del día..
Es así, lo natural de aquéllas para que, si no se había reparado en ellas, ahora si se mostraran.
Y así, casi como sin advertirlo la noche viste el entorno, despiertan otras luces, y las voces y presencias de quienes la buscan para arrullarse en ella.
Desde el recuerdo aún vívido tendremos presente siempre, el trato fraterno y amoroso de quienes nos recibieran, y también de las autoridades que con gran sentido de apertura y servicio se dieron a nuestra recepción, sumando a los deseos de volver.