Zenobio Saldivia Maldonado
Director Internacional Prensamérica / Cultura
La vida es un todo compacto encadenado y universal, y por ello, lo que acontece con una especie en la escala zoológica, afecta a los otros; así, los seres humanos también estamos en interacción con el todo orgánico universal. Los unos depredan a los otros y estos últimos a otros cada vez más pequeños, hasta la vida miscroscópica que se desplaza y evoluciona como todos. Justamente entre estos exponentes del mundo microscópico están las bacterias, los microbios, los virus y otros microorganismos que causan diversas enfermedades al introducirse en células para reproducirse.
Entre éstos por ejemplo recordemos la bacteria Vibrio cholerae, causante del cólera exantemático o el virus orthocoronavirinae causante del Covid19 que nos afecta en esta época. Pero aquí nos referiremos al primero de ellos y su impacto en San Felipe, en una de las epidemias más impactantes del Siglo XIX. Uno de sus momentos en que el cólera causó muchos muertos en nuestro país fue en 1886. En efecto, en esa fecha Argentina estaba con este flagelo y uno de sus habitantes infectado y su criado, atravesaron el Paso de Las Cuevas el 24 de diciembre de este año y estos individuos propagaron el cólera en Chile, partiendo desde la Villa de Sta. María, primero, luego a Los Andes, Panquehue, Tierras Blancas, San Felipe y diversos lugares de Aconcagua, Quillota, Calera, Valparaíso y otras zonas del territorio durante casi dos años, generando un temor indescriptible en la capital y en las provincias. Y en enero de 1887 ya estaba causando muertos en Santiago.
La epidemia del cólera cobra muchas vidas en el Valle de Aconcagua y genera una fuerte discusión en la capital, en relación a las medidas que habría que tomar con esta región infectada, especialmente con San Felipe. El diario sanfelipeño El Censor en una de sus ediciones de este período, señala que en la capital se está sugiriendo incendiar totalmente la ciudad de San Felipe con sus habitantes incluidos. Finalmente impera la cordura y se decide que el ejército forme un cordón sanitario impidiendo la salida o entrada de cualquier persona a la ciudad. Algunos abuelos de Sta. María recuerdan que sus padres le relataban historias sobre esta epidemia, como por ejemplo el Sr. René Saá Fernández -ya fallecido- nos contó hace unos años, que en Santa María y San Felipe los muertos eran tantos que los iban a botar en carretelas a fosas comunes en el Cementerio El Almendral y que en la comuna de Santa María en el sector hoy denominado Las Cadenas, los soldados habían puesto cadenas en los caminos que llevaban a la pequeña Villa de Santa María y a la ciudad de San Felipe.
En este contexto, las autoridades de Los Andes y San Felipe deciden crear un grupo denominado Policía de Aseo, para que se encargue de: aumentar el caudal de las acequias para arrastrar mejor los desperdicios; multar a los que se laven en estas acequias; visitar las casas para detectar focos infecciosos como chiqueros de cerdos y otros animales, y de vigilar que los muertos sean enterrados en la fosa común con una capa de cal viva y cubierta luego con una capa de tierra de al menos 50 centímetros.
Al parecer, más por miedo a esta Policía que por una comprensión del fenómeno, los habitantes de la época respetaron su confinación obligada y aceptaron las exigencias de esta Policía de Aseo. Hoy, sin embargo, en el contexto de una nueva epidemia: el Coronavirus, y ante el manifiesto desinterés de muchos aconcagüinos que no respetan la normativa del aislamiento y salen a los lugares públicos corriendo innecesario riesgos los unos y eventualmente contagiando a los demás, los otros, ¿tendríamos que crear una fuerza similar a aquella que hemos relatado? Esperamos que hoy con una población aconcagüina mucho más educada y conscientes de sus derechos y ojalá más respetuosa, prime la cordura, la empatía y el buen sentido.