Argentina - "La resiliencia de un hombre que le sacó provecho a un sueño". Sólo faltó un minuto para darme cuenta que Hugo Buitrago, de 67 años, tiene una historia de vida llena de frustraciones, fracasos y éxitos –tal vez en ese orden-, y que estaba ansioso y entusiasta por relatarla. Alguna vez arquero, modelo y empresario futbolístico, nunca bajó los brazos y así pudo ganarles el partido a los imponderables del destino.
El disparador de la entrevista fue conocer sus comienzos en el fútbol. Así supe que de chico soñaba con ser arquero, en el barrio de Lugano, lugar donde vivió su infancia. Recuerda, con un tinte de nostalgia en su mirada, el nombre del club General Pueyrredón, su primer amor futbolístico. Desde allí comenzó a llamar la atención de varias instituciones importantes de la Capital.
- ¿En qué club grande hiciste las inferiores?
- Vélez Sarsfield fue el primero. Me vio el sr. Tartani, nos llevó a mí y a quien hasta hoy es mi mejor amigo, Jorge Dorta; fuimos a las inferiores de ese club, pero tuve un pésimo debut y, al tiempo, me dejan libre.
- ¿Jugaste en Boca?
- Sí, estuve hasta el año 1974, los técnicos eran Bernardo Gandulla, Ernesto Grillo y Lito Damiani. Grillo fue uno de las mejores personas que conocí; pese a su enorme trayectoria, era el más humilde, de esos que ya no quedan.
- ¿Cómo era jugar en Boca?
-Boca era Boca, en ese momento no se llegaba fácil. La calidad de jugadores era indiscutible, había tres arqueros profesionales: Sánchez, Candia y Vidallé, e iban alternando. Jugué muchos partidos en la Tercera con edad de Quinta. Así y todo, al año siguiente me fui a Huracán, donde también éramos tres arqueros, uno de ellos, el gran Mario Cejas. Firmé contrato, pero no pude brillar como hubiese querido.
El dolor de no poder ser
Continuó su carrera en Temperley y, luego, en varios clubes de menor nivel competitivo, siempre luchando por un puesto, confiando en sus condiciones futbolísticas. De repente, surge en su horizonte Libertad de Paraguay, a través de su presidente en ese entonces, Nicolás Leoz, futuro mandamás de la CONMEBOL. “Mi alma aventurera me llevó allí, un equipo chico, pero económicamente rentable. Fue la peor decisión de mi vida: me lesioné una rodilla, los médicos no me cuidaron, me dejaron en banda. Ahí comenzó mi sufrimiento en el fútbol”, se lamentó Buitrago.
- Imagino que te habrás vuelto a Argentina…
- ¡Sin dudas! Volví y firmé para Sarmiento de Junín, donde se termina de romper la rodilla; me operó el ‘Loco’ Pascuale en Buenos Aires: estuve 21 días sin caminar, literalmente. Pedro Mansilla, el técnico, me llama para hacer la recuperación en Junín, pero me pide que juegue aun mientras hacía la rehabilitación. Mi rodilla no rendía, y desde esa vez no la pude restablecer nunca más.
- ¿Dejaste el fútbol?
- No, me fui a Estados Unidos a jugar en una liga estatal. Allí, por descuido del representante, pasé por un derrotero de experiencias desagradables, frustraciones con las que debía convivir, la falta de compromiso asumida por los empresarios del fútbol y los intermediarios, los criterios dispares para las contrataciones en el exterior. Todo eso me hizo abrir los ojos para no repetir los malos momentos como los que viví en Paraguay, y decidí volver al país.
Su meta era jugar y alcanzar cierto reconocimiento. Tras su experiencia norteamericana, pasó por muchos clubes, de los que recuerda los nombres de sus presidentes y directores técnicos.
Por otra parte, paralelamente a la práctica deportiva, modelaba profesionalmente para los más prestigiosos diseñadores de moda de Argentina, compartiendo el mundo del jet set con figuras del ambiente, relacionándose con empresarios del fútbol, seducido para continuar ligado al universo del fútbol.
Esa actividad, de algún modo, lo catapultó a su carrera como intermediario de futbolistas, ya que, gracias a codearse con la creme de la creme del ambiente, pudo conocer a los personajes más relevantes de ese negocio. Comenzó a viajar a Europa llevando jugadores, como una reivindicación de todo aquello que a él lo desilusionó, para que a otros no les sucediese lo mismo, cuidando e ilusionando con fundamentos a todos los futbolistas que buscaban desarrollar su carrera en países muy lejanos.
El mentor del primer pase por cláusula de rescisión
“Mi historia grande como empresario de jugadores fue con el ‘Negro’ Fernando Cáceres, en 1993, porque Daniel Passarella no lo iba a tener en cuenta en River”, contó Hugo, y recordó: “En ese momento yo vivía en Cádiz (España) con el ‘Cepillo’ Acosta, ex jugador de Ferro Carril Oeste, y decidimos llamar al Presidente del Real Zaragoza para ofrecerle a Cáceres. Aceptó y el ‘Negro’, con el tiempo, fue ídolo en ese club”.
- ¿Y cómo fue que tuviste tanto reconocimiento de parte de tus representados?
-Porque alguna vez fui jugador y era capaz de meterme en la piel de ellos, traté de cuidarlos como me hubiese gustado que me cuidaran a mí en su momento. El fútbol me trató mal cuando lo jugué, pero después me devolvió mucho por otro lado.
- ¿Cómo es esa historia del primer pase por cláusula de rescisión en los contratos a nivel mundial, gracias a tu gestión?
- En 1994 yo era el representante de Juan Esnáider cuando el Zaragoza se lo compra al Real Madrid. Él la rompe, gana la Copa del Rey y la Recopa de la UEFA, y el Real lo quiere otra vez, usando la opción de recompra, una medida por la cual un club podía volver a adquirir a un futbolista por la misma cifra que lo había vendido. El Zaragoza no lo quiere vender, así que yo convenzo al Real para que se haga cargo de la cláusula de rescisión, que era de 850 millones de pesetas (el pase de Juan era de 250 millones), siendo la primera vez en el mundo que se hacía uso de la misma. Así, Esnáider quedó liberado y volvió al Real Madrid, al que dirigía Valdano. Un logro sin precedentes.
Hoy, Hugo Buitrago vive la vida al lado de su madre Carolina Valente de Buitrago, de 96 años, y de su hija Miranda, de 19. Sigue siendo crítico con el fútbol actual, y considera que la televisión está empobreciendo y banalizando al deporte. “Me parece aberrante malgastar tanto tiempo de previas de partidos, llenar espacios con cosas insustanciales, cuando se podría aprovechar eso para darle seriedad al asunto”, remarcó. También destacó que “el fútbol se ha vuelto deplorable por una cuestión económica, está mal administrado, y porque está plagado de pésimos dirigentes”.
Su vínculo con la noche y el modelaje
Amigo de César Menotti, Guillermo Cóppola, Hugo Gatti, Héctor ‘Bambino’ Veira y Ante Garmáz, entre otros, se desenvolvía en el mundo farandulero como protagonista de la noche porteña y el jet set europeo. Con cierta picardía y muchas anécdotas detalló sus romances con las celebrities contemporáneas. No pude resistir la curiosidad de conocer sus nombres.
- Fui novio de Manuela Bravo (cantante argentina) durante dos años. Tuve un romance clandestino por cuatro años con la también cantante Valeria Lynch, con Silvia Peyrú (actriz y vedette), y también hubo algunas más.
- Despertaste mi curiosidad: ¿las elegidas eran cantantes? Pienso en Valeria Lynch, que actualmente atraviesa un escandaloso divorcio con el cantante y actor brasileño Cau Bornes.
- Por aquel entonces éramos muy jóvenes, nos enamoramos (sonrisa pícara), ella se separó y convivimos durante un año. La relación fue pública y un verano la blanqueamos. El acoso de la prensa, recuerdo, me atemorizaba.
- ¿Qué hay de cierto sobre el rumor que existía en esa época acerca de que el segundo hijo de Valeria, que para entonces tenía pareja estable, era tuyo?
-Que yo sepa, no. Lo cierto es que vivimos una apasionada historia, pero era en medio de mis fracasos futbolísticos. Un día ella decidió marcharse, su carrera artística estaba en ascenso vertiginoso, por lo que, al momento de elegir, optó por continuar sin mí.
El fútbol le robó sueños adentro de la cancha, el modelaje le abrió las puertas hacia el lado glamoroso y marketinero de ese deporte, y la representación de jugadores le permitió redimirse de tantas desilusiones, ganándose el aprecio y el respeto de aquellos que, distinto a él, tuvieron otra oportunidad. Como esta que tuve yo, de hacer que una entrevista se transforme en una charla de café con un amigo de toda la vida al que acabo de conocer, con el mejor arquero del mundo (según la cómplice y compinche definición del ‘Bambino’ Veira); en fin, con un tal Hugo Buitrago.
Colaboración: Edgardo Saldaña periodista y profesor de literatura