Ecuador se prepara para una noche clave. A partir de las 22:00 horas de hoy, está anunciado el inicio de un paro nacional indefinido convocado por organizaciones sociales e indígenas, con el respaldo de distintos sectores que rechazan el alza del diésel, el estado de excepción en varias provincias y el autoritarismo con el que el Gobierno está manejando el conflicto.
Son las 8 de la mañana, y aunque las calles aún no están completamente bloqueadas ni hay movilización masiva, el ambiente ya está cargado. Las redes sociales hierven, las advertencias gubernamentales aumentan, y los rumores también crecen. Uno de ellos —quizá el más inquietante— es este:
¿Daniel Noboa planea salir del país mientras el país entra en paro?
La pregunta no es menor. No surge del aire. Tiene un contexto político que la vuelve verosímil. Durante el gobierno de Guillermo Lasso, también se vio cómo el poder político optaba por el exilio temporal en lugar del diálogo directo con el pueblo. Noboa, en su primer mandato, repitió ese patrón. Y ahora, con un nuevo estallido social en puertas, el silencio del presidente es atronador.
Un patrón que se repite
No es un dato confirmado. No hay evidencia de que el presidente ya tenga un vuelo reservado. Pero la sola posibilidad de que lo haga —en este contexto tan tenso— ya refleja algo preocupante: la distancia cada vez mayor entre el poder y el pueblo. Hoy, Ecuador necesita a su presidente más que nunca. Y la pregunta que todos se hacen es: ¿dónde está?
Silencio y sospecha
No hay comunicados claros, no hay apariciones públicas convincentes, no hay liderazgo visible. La estrategia del Gobierno parece ser esta: declarar estados de excepción, activar el aparato represivo y guardar silencio mientras se cocina la tormenta. Pero lo que se necesita es exactamente lo contrario: presencia, responsabilidad, y sobre todo, diálogo. Si el presidente realmente tiene la intención de salir del país en las próximas horas, aunque sea por motivos oficiales o diplomáticos, eso sería leído —y con razón— como una señal de cobardía política. Un presidente no puede marcharse cuando su pueblo está a punto de levantarse.
La política de la ausencia
La ausencia física en tiempos de crisis no es solo una decisión logística: es una decisión política. Y como tal, tiene consecuencias. Abandonar el país, literal o simbólicamente, en un momento en que los ciudadanos están por tomar las calles, es un acto de desprecio hacia el mandato popular. Y aunque el paro aún no se ha instalado, ya está en el aire. En los mercados, en las terminales, en las comunidades. La protesta comienza mucho antes de que se levanten las barricadas. Comienza cuando la gente siente que el poder no escucha, que la justicia está al servicio del Ejecutivo, que la economía los asfixia y que el presidente… simplemente no está.
El momento exige otra cosa
Si Daniel Noboa quiere demostrar liderazgo, este es el momento. No mañana, no después del viaje, no cuando la crisis haya escalado. Es ahora. Si no lo hace, no solo habrá perdido una oportunidad política: habrá roto su pacto con el pueblo. Que no lo olvide: fue elegido para estar presente. Para gobernar con todos, no desde arriba. Para asumir el conflicto, no para evadirlo. Porque si hoy, mientras el país se prepara para un paro nacional, el presidente decide irse, la historia lo recordará no como un estadista, sino como otro empresario que no supo qué hacer cuando la gente dejó de comprar su discurso.
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