*Miguel Ángel Rojas Pizarro: es Profesor de Historia y Geografía, Psicólogo Educacional y Psicopedagogo. Libre Pensador. Escritor y columnista, ha dedicado su trabajo a reflexionar sobre educación, salud mental y justicia social en Chile y América Latina, siempre con un enfoque crítico y humanizado. psmiguel.rojas@hotmail.com
Cada 1 de octubre se conmemora en Chile, el Día de los Asistentes de la Educación, instaurado en 1993 como un reconocimiento a la labor de inspectores, paradocentes, auxiliares, administrativos y técnicos que hacen posible el funcionamiento de las comunidades escolares. Esta fecha busca visibilizar su rol imprescindible, muchas veces invisibilizado, en la formación integral de los estudiantes y en el sostenimiento de los climas de convivencia escolar (Ministerio de Educación de Chile, 2007). Conmemorar este día es, por tanto, un acto de justicia simbólica que pone en el centro a quienes, sin estar siempre frente al aula, contribuyen decisivamente al bienestar de niñas, niños y adolescentes.
Los Asistentes de la Educación cumplen un papel fundamental en el sistema escolar chileno, no solo en el plano administrativo o de apoyo logístico, sino también como actores centrales en la construcción de climas escolares saludables y protectores. Según la Ley N° 20.244, que regula su función en Chile, estos profesionales y técnicos forman parte del personal educativo y contribuyen directamente al desarrollo integral de niños, niñas y adolescentes.
En el plano de la convivencia escolar, los asistentes actúan como mediadores en la interacción diaria con estudiantes, acompañando a quienes presentan dificultades conductuales, sociales o emocionales. Diversos estudios han señalado que la presencia de adultos significativos en los espacios escolares constituye un factor protector frente a la deserción y el riesgo psicosocial (Unesco, 2019). En este sentido, inspectores, paradocentes y auxiliares suelen ser los primeros en detectar señales de malestar, problemas de adaptación escolar o situaciones de violencia, convirtiéndose en referentes de confianza para los estudiantes.
La literatura en salud mental escolar enfatiza que la prevención primaria de problemas psicológicos se sustenta en un entorno escolar seguro y cohesionado (Murillo & Duk, 2018). Aquí, los asistentes de la educación cumplen un rol invisible pero esencial: desde garantizar rutinas estables y normativas claras hasta brindar escucha activa y contención emocional en momentos críticos. Su cercanía cotidiana les permite identificar signos tempranos de ansiedad, depresión o victimización por bullying, derivando oportunamente a los equipos psicosociales o directivos.
Asimismo, la nueva Ley Karin (Ley N° 21.643) sobre prevención del acoso laboral y escolar, refuerza la necesidad de contar con comunidades educativas sensibilizadas y con protocolos claros de actuación. Los asistentes de la educación son, en este marco, un eslabón clave en la implementación de dichas políticas, al estar presentes en los recreos, pasillos y espacios comunes donde suelen ocurrir interacciones significativas.
En conclusión, reconocer a los asistentes de la educación implica valorar su aporte no solo al funcionamiento operativo de las escuelas, sino también a la salud mental y bienestar de los estudiantes. Cualquier política pública orientada al fortalecimiento del sistema escolar debe considerar la capacitación, reconocimiento y estabilidad laboral de este estamento, pues su rol constituye un factor protector psicosocial de primera línea.
Finalmente, como sistema educativo estamos en deuda con nuestros Asistentes de la Educación. La falta de recursos, de estabilidad contractual y de reconocimiento social invisibiliza la trascendencia de su labor. Relevar y dignificar su trabajo cotidiano es un imperativo ético y político si queremos avanzar hacia escuelas más justas, inclusivas y saludables.
A esta deuda histórica se suma la exclusión de los Asistentes de la Educación del bono de zona extrema, beneficio que sí reciben otros estamentos y que es vital en regiones apartadas como Aysén, Magallanes o Arica y Parinacota. Reconocer su derecho a condiciones laborales equitativas no es solo un acto administrativo, sino una forma concreta de valorar a quienes día a día, en lugares lejanos y con mayores dificultades, siguen haciendo patria desde las escuelas.
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