Aquiles Álvarez, actual alcalde de Guayaquil, ha pasado de ser un líder local a convertirse en la nueva cara de la Revolución Ciudadana y, para miles de ecuatorianos, en el verdadero contrapeso de Daniel Noboa. Lo que empezó como una gestión municipal enfocada en obras visibles y soluciones inmediatas, hoy se ha transformado en una proyección nacional que incomoda —y mucho— a Carondelet.
Las calles hablan y las redes lo confirman: Álvarez es visto por un amplio sector como el candidato capaz de devolver el poder al RC5 y como la figura presidencial que podría retomar el rumbo del país. Mientras tanto, el presidente Noboa enfrenta un creciente desgaste. Sus promesas de campaña —desde mejoras en salud y educación, hasta seguridad y generación de empleo— se han ido desvaneciendo con el paso de los meses. El contraste es evidente: mientras en Quito el discurso se diluye, en Guayaquil la gente ve maquinaria, obras y resultados.
Este ascenso vertiginoso no ha pasado inadvertido para el Gobierno. Versiones políticas señalan que el oficialismo ya estaría buscando formas de desacreditar a Álvarez, minar su credibilidad e incluso encontrar argumentos judiciales para neutralizarlo antes de que su popularidad sea imparable. Para algunos analistas, no se trata solo de una disputa local: estamos viendo el inicio de una batalla política que podría definir el mapa electoral del país en los próximos años.
Pero Aquiles Álvarez no es un novato en el juego del poder. Su estilo directo, su cercanía con la gente y su capacidad para comunicar resultados le han permitido consolidar una base de apoyo leal. Cada ataque que recibe parece reforzar su papel como el líder que “no se deja” y que, según sus seguidores, representa la esperanza de un nuevo ciclo para la Revolución Ciudadana.
Hoy, la pregunta no es si Álvarez será candidato, sino cuándo decidirá dar el salto. Si las tendencias se mantienen, es probable que su nombre aparezca en la papeleta presidencial y que el duelo político entre Noboa y Álvarez se convierta en el gran enfrentamiento de la próxima contienda electoral. En un país donde la confianza en la política se ha desgastado, la figura de Aquiles Álvarez despierta pasiones, apoyos y también resistencias. Lo que está claro es que su imagen crece y que, guste o no, ya es el rostro que muchos identifican como el futuro líder del Ecuador.
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