Cada 21 de septiembre, la humanidad hace un alto en el camino. Por un instante, las diferencias parecen quedar a un lado y surge un recordatorio poderoso: la paz es posible y comienza con cada uno de nosotros.
El Día Internacional de la Paz fue proclamado por la Asamblea General de la ONU en 1981 y comenzó a celebrarse al año siguiente. Desde entonces, se ha convertido en una jornada global para fortalecer un ideal compartido: que el diálogo y la cooperación son más fuertes que la violencia y la guerra.
En 2002, la fecha quedó oficialmente fijada en el calendario para cada 21 de septiembre, acompañada de un llamado especial: una tregua de 24 horas a la violencia en todo el mundo. La idea es sencilla, pero profunda: si un día sin armas es posible, también lo puede ser el mañana.
La paz, sin embargo, no se mide solo en batallas que se evitan. Tal como lo señaló la ONU en 1999, significa construir sociedades más justas, inclusivas y solidarias. Significa hablar, escuchar y tender puentes donde antes había muros.
El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, lo expresó en 2023 con una claridad que trasciende fronteras, “la paz no es un sueño lejano. Es una tarea que nos corresponde a todos y comienza con actos pequeños de comprensión, compasión y solidaridad”.
En distintos rincones del planeta, esta fecha se conmemora con marchas, velas encendidas, actividades educativas, conciertos, expresiones artísticas y encuentros comunitarios. Todas estas acciones, grandes o pequeñas, se entrelazan como un mismo mensaje: incluso en medio de las crisis, la paz sigue siendo un horizonte posible.
Hoy, en un mundo marcado por conflictos armados, desigualdades y tensiones sociales, detenernos a hablar de paz no es un lujo ni una utopía, es una urgencia. Porque la paz no es la ausencia de guerra: es la presencia de humanidad.
Comentarios