En la silla de la izquierda se sentó en 1932 Franklin Delano Roosevelt como presidente de Estados Unidos; la de la derecha es igual a una de las que usa Lenín Moreno, presidente de Ecuador, desde el 2017. Roosevelt fue electo presidente de un país que se derrumbaba por la gran depresión económica de 1929; Moreno recibió las riendas de un gobierno cuya gestión anterior aplaudía como foca y que al poco tiempo le endilgó todos los males de su propia incapacidad. En Estados Unidos, la depresión económica hizo que se perdieran millones de plazas de trabajo. El presidente, trabajando desde su silla de ruedas creó, en su primer año de gobierno, un programa que denominó “Los Cien días de Roosevelt”, implementando una serie de reformas al sistema bancario, desarrollando programas de ayuda social, respaldo a la clase obrera y agrícola, además de invertir en la construcción de grandes infraestructuras; todo esto con los pocos recursos que tenían las arcas fiscales.
Moreno, en cambio, luego de un año aún no contaba con un programa económico en marcha, no se hizo efectiva la promesa de reducir el gigantesco gasto público heredado del pasado Gobierno (al contrario, se incrementó), y menos aún se entregaron los incentivos que ofreció al sector productivo.
Para Roosevelt, la culpa de la recesión fue no haber actuado de inmediato con políticas claras que permitan superar la crisis; para Moreno, “la culpa es de Correa”.
Para 1935 Estados Unidos dio señas de estabilidad, se contaba con seguro social, las plazas de trabajo se estaban recuperando, aunque faltaba mucho para que la economía estuviera sana. Al poco tiempo se toparía con otro escenario, aún más preocupante y deprimente: El inicio de la Segunda Guerra Mundial. El mandatario norteamericano pudo haberse retirado bien, pero quiso enfrentar esa situación y se volvió a candidatizar. Ganó abrumadoramente.
En Ecuador, hasta el 2019 no pasaba nada: Cero obras, cero inversiones, cero gestión. El Primer Mandatario al definir su Gobierno, lo describió como de transición y su principal obra consistía en la reinstitucionalización del País, que en buen romance significa no haber hecho nada. Pudo haberse retirado bien, reconociendo su incapacidad para gobernar y renunciando antes del año en el poder. No lo hizo y ahora se encuentra ante una pandemia que amenaza la salud y la economía mundial.
Roosevelt se hizo acompañar en su gabinete, de hombres probos y deseosos de sacar adelante a su país, pero también de estadistas y asesores locales y extranjeros que aportaron lo mejor de sí al ver a un mandatario líder y comprometido; Moreno, en cambio, se rodea de funcionarios ineptos y corruptos que aprovechan la menor oportunidad para beneficiarse ilícitamente, aunque ello signifique matar de hambre o por falta de medicinas a ecuatorianos sin recursos.
Franklin Roosevelt se reunía con todos sus ministros para tomar decisiones importantes, visitaba a los soldados para arengarlos en la victoria contra la Alemania Nazi, e hizo comparecer al alto mando militar para diseñar la estrategia de respuesta a los japoneses por el ataque a Pearl Harbor; todo esto desde su silla de ruedas. Fue reelecto presidente por tres ocasiones y hasta hoy se lo recuerda como uno de los mejores presidentes de su País.
Lenín Moreno no toma ni la iniciativa, menos aún decisiones por su propia cuenta (es por demás evidente), ha sido permisivo con sus funcionarios a quienes se les ha detectado delitos agravados de sobreprecios en insumos médicos y alimentos y, como si fuera poco, ha permitido que tengan parte e injerencia en el País los dinosaurios políticos que en el pasado ya lo quebraron. A los 100 días de Gobierno, ya existía el clamor popular para que abandone el cargo. Será recordado como el peor presidente que haya tenido el País.
No es por discapacidad, es por incapacidad.
LCDO. GUTEMBER PONCE ASPIAZU