Así como los escritores dan a conocer las Letras y cultura de sus respectivos países a través de sus obras, los futbolistas hacen vivir la emoción del gol a millones de gargantas alrededor del mundo. Tanto el fútbol como la literatura requieren de una sensibilidad especial para apreciar su arte, su belleza; y ambas plasman la historia de la humanidad.
En América Latina escritores de la talla de Cortázar, Mario Benedetti, Vargas Llosa y Fernando Alegría, para citar a algunos, incluyen en sus obras el tema del fútbol. Para Mario Benedetti, "el fútbol es el único deporte decididamente universal ", y para Eduardo Galeano, "el fútbol es la única religión que no tiene ateos" y afirma que "el gol es el orgasmo del fútbol".
En Ecuador, muchos escritores y periodistas han incluido al fútbol como tema literario. Entre otros, tenemos a Demetrio Aguilera Malta, Pedro Jorge Vera, Nelson Estupiñan Bass, Raúl Pérez Torres, Jorge Velasco Mackenzie, Hugo Salazar Tamariz, Fernando Artieda, Xavier Benedetti Roldos, Jorge 'Martillo' Monserrate, Diego Pérez Ordóñez y muchos más.
Ricardo Vasconcellos Rosado, consagrado periodista deportivo, ávido lector y hombre de vasta cultura, se ha dado a la tarea de reunir a 38 autores en una antología de más de 200 páginas: Entre las Letras y el fútbol (Literatura Ecuatoriana del balón), el personaje principal es el fútbol con sus ritos y pasiones: el fervor de la multitud, la gloria del triunfo y la agonía de la derrota, sin faltar temas como el amor, la soledad, la pobreza y la búsqueda o pérdida de la libertad. Conmovedoras historia en las que vemos rodar la pelota de trapo o de cuero, en las calles del barrio o en los grandes escenarios como los estadios de Barcelona y Emelec.
Demetrio Aguilera Malta en "una pelota, un sueño y diez centavos" inventa un equipo conformado por robots para poder controlarlos a su voluntad. El poeta y periodista Fernando Artieda, rinde homenaje al "ídolo del astillero", el equipo más popular de Ecuador, en su crónica "Con el Barcelona en el alma". "Barcelona se encharco de una Guayaquil chupadora y pobretona, de esa que andaba en bus o acompañaba a pie los sepelios de sus muertos, de la que jugaba descamisada pelota en media calle...".
Fernando Astudillo, otro periodista, nos regresa al 23 de agosto de 1943, fecha en que se celebró el primer clásico del astillero entre "Barcelona VS Emelec: 70 años antes, 70 años después".
En "Los botines del padre Bazurco", Jorge Barraza revive la hazaña de la Plata, el triunfo histórico de Barcelona ante Estudiantes con un gol del cura Bazurco, quien "obró el milagro de hacer feliz a una nación entera".
En "Minuto 90" Hans Bahrein Martínez, narra las emociones encontradas del Tanque Romero en el partido de su despedida. Falla un penalti, pero en el último minuto convierte el gol que le da el triunfo a su equipo. "Padre e hijo" , otro cuento del mismo autor, salen a relucir las rivalidades entre "azules y amarillos" por defender los colores de su equipo. En "Camisetazo" Xavier Benedetti Roldos encuentra características afines entre el futbolista y el político. Ambos cambian de camiseta y se cotizan al mejor postor. Benedetti recurre al retruecano para afirmar que "es preferible ver patear una pelota en el estadio que oír patear el idioma en el Congreso ".
En "Segundo tiempo", del poeta Carlos Bejar Portilla, el narrador cuenta las incidencias del partido mientras haya botellas de caña, "brindame otro trago y verás lo que es candela". Mario Canessa Oneto, recuerda a Julio Espinoza, el hombre de la campana, personaje popular de Guayaquil, que inspiró a poetas, políticos y cantautores y hasta tiene su escultura. Otro personaje es el Loco Matute, "ilusionista" que imitaba a sus ídolos del fútbol También hay referencias al Rey de la cantera y al Rey de la galleta.
Arístides Castro Rodríguez nos recuerda la infancia cuando jugábamos sin zapatos y la compara con el presente transitado "por caminos de ingratitudes, de olvido, de falsedad...".
En "Gambetas para un poema" de Marcelo Cevallos, el protagonista cambia el balón por el oficio de las Letras. Ricardo Chacón García, en "Chuchuca" nos da un perfil de la gloria y caída del futbolista Sigifredo Chuchuca, "nacido entre plátanos y mariscos. Cholo hecho de mangle y picardía, de audacia y oportunismo".
En "Dale una pelota, taita Dios...". Chacón García nos conmueve hasta el llanto. Un padre pierde a su hijo y le pide a Dios que le de una pelota, "desde que amanezca hasta que caiga rendido de cansancio en esa almohada del cielo".
Freddy Gomez Cajape, en "Azabache" nos narra la historia de un adolescente negro con talento para el fútbol, acusado injustamente de un robo que no cometió. "Se confesó culpable para que no siguieran rompiendole los huesos". Cuando lo soltaron había perdido la memoria y terminó mendigando en las calles. "Nadie se acuerda de aquel adolescente que pudo haber sido estrella del balompié".
Para Esteban Michelena, el hincha es "un animal de graderío, que se alimenta de vivencias, de recuerdos". Michelena evoca con nostalgia al Bacán Delgado y a los guerreros negros que debutaron en el Nacional de Quito. A fuerza de talento "se habían tomado para siempre, este único espacio que el país no pudo negarles. Y que se lo ganaron... ¡a patadas!".
En "Cuando me gustaba el fútbol" de Raúl Pérez Torres, un niño trata de olvidar su desolación y tristeza jugando al fútbol, "en la cancha me olvidaba de todo y le daba duro a la pelota más que ninguno". En "Balada para un futbolista" Guillermo Tenen Ortega recuerda a Chocolatin, "mago de la pelota" de los tiempos que se jugaba por la camiseta. "Yo me quedo con el recuerdo, con las palabras no pronunciadas; regreso a mis libros, a mi silencio, qué importa la tristeza, tu eres la estrella brillando en el firmamento".
En "Nosotros" de Abdón Ubidia , el narrador personaje dice que "nunca me gustó el fútbol. Nunca lo entendí". Sin embargo, cambia de perspectiva en el partido Ecuador- Uruguay. La euforia del triunfo une a todo un país y se convierte en "la idea de una patria, de un patrimonio, de una historia, de una bandera".
Ricardo Vasconcellos Rosado, en "Navidad y un balón " nos dice que "senti en mis brazos el regalo más maravilloso que podía recibir un niño: un balón de fútbol". Para quienes disfrutamos el fútbol, tanto como la literatura, está antología es un soplo de oxígeno para hacerle una gambeta a la vida, para driblar las frustraciones y las desiluciones.
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