De Tolstói a una Anatomía de la política y sus campañas parlamentarias
La novela Guerra y Paz como espejo de nuestras elecciones, entre promesas vacías y la fuerza silenciosa de la ciudadanía.
Por: Miguel Ángel Rojas Pizarro:.
Psicólogo Educacional - Profesor de Historia - Psicopedagogo.
@Soy_Profe_Feliz - www.miguelrojas.cl
León Tolstói, en su magna obra Guerra y Paz, nos enseñó que la historia no la escriben los grandes generales ni los héroes de mármol, sino millones de pequeñas voluntades humanas que se entrelazan en medio de la incertidumbre. Napoleón, en su relato, es apenas un actor más, inflado por la soberbia, mientras el verdadero drama ocurre en los campos helados, donde hombres y mujeres anónimos sufren, aman, resisten y mueren.
Hoy, en Chile, en medio de campañas presidenciales y parlamentarias, no cuesta ver el mismo teatro en los debates y la prensa. Los candidatos aparecen como nuevos Napoleones: Iluminados en la pantalla, rodeados de frases y promesas grandilocuentes, convencidos de que su figura será la que mueva los hilos de la historia. Pero como escribió Tolstói en Guerra y Paz: ‘Los grandes hombres son siempre esclavos de la historia.’ Es decir, no son ellos quienes deciden el destino, sino los pueblos que laten bajo la superficie.”
Pero fuera del set de televisión y giras por todo el país, la vida política se juega en otro lado: En la madre que no logra pagar el arriendo o llegar a final de mes, en el joven que estudia endeudado, en la profesora agotada que sigue sosteniendo a sus estudiantes a pesar del cansancio, en el obrero que vuelve tarde a su casa con un sueldo que apenas alcanza.
Esa es nuestra batalla diaria., recordándonos que la verdadera historia se escribe desde abajo, en la lucha de quienes producen y sostienen el país. En estas nuevas campañas nos recuerdan que ninguna esperanza puede descansar en los hombros de un caudillo o de alguien que nunca ha vivido nuestra realidad, porque los pueblos solo se liberan a sí mismos cuando se organizan, cuando rompen con la obediencia ciega. Y la psicología humanista nos recuerda que nada de esto tiene sentido si olvidamos la dignidad, la esperanza y la búsqueda de sentido en cada vida concreta.
Pero no basta con la crítica. Como ciudadanos tenemos un deber: Mirar más allá de la sonrisa del afiche o el jingle radial. Debemos saber de nuestros candidatos a parlamentarios: ¿Cómo votaron en su período legislativo? ¿Cuál fue su nivel de asistencia?, ¿cuántas veces se abstuvieron y, sobre todo, si su discurso se condice con sus votaciones. Eso es un aporte real al distrito donde vivo y donde vives tú. Y también debemos exigir transparencia mínima: que en su publicidad señalen con claridad de qué partido provienen. No es válido disfrazarse de “independientes” mientras se ocupa el cupo de un partido; esa es una falta de honestidad que erosiona la confianza ciudadana.
La política chilena se ha convertido en un escenario de guerra simbólica, pero la paz verdadera no llegará de discursos ni promesas. Vendrá de las calles, de los cabildos, de los abrazos que nos damos cuando todo se derrumba, de las redes de solidaridad que nacen en la adversidad. Tolstói decía que la trascendencia no estaba en las conquistas militares, sino en cómo enfrentamos la vida con amor y sencillez. Quizás el futuro de Chile no dependa de los nombres en la papeleta, sino de lo que somos capaces de construir juntos, en silencio, desde abajo. “El hombre vive consciente para sí, pero sirve inconscientemente de instrumento para los fines históricos de la humanidad.” — Tolstói, Guerra y Paz.
La historia de este país no se escribe en los sets televisivos iluminados de los candidatos, sino en las cocinas encendidas al amanecer, en las manos cansadas que igual siembran, en los ojos que sueñan con un mañana más digno.
Algún día, cuando todo este ruido electoral se haya apagado, quedará en pie lo que siempre sostiene a los pueblos: su capacidad de organizarse, de resistir y de amar. Entonces, quizá, podamos decir que nuestra guerra terminó… y que, por fin, empieza la paz. Porque, como escribió Tolstói en Guerra y Paz: ‘La vida no se detiene ni un instante, y la razón del hombre se revela no en comprender la historia, sino en vivirla.’ El futuro está en nuestras manos.”
Por eso, más allá de colores políticos o banderas partidarias, la invitación es clara: infórmate, revisa, contrasta, exige. Está en nuestras manos el destino de este país. El futuro no se decide en un afiche ni en un discurso vacío, sino en el voto consciente de ciudadanos y vecinos que saben por quién y por qué votan. Infórmate: el país que soñamos depende de nosotros.
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