BARCELONA / ESP.- Noticias, mensajes, datos y opiniones nos alcanzan desde todos los rincones, a todas horas. Vivimos en una era de sobreabundancia informativa, en la que mucho se habla de la infoxicación, ese estado de saturación por exceso de información, pero rara vez se cuestiona si el verdadero problema radica en la cantidad, o en la forma en que percibimos, interpretamos y gestionamos esa información. Es precisamente aquí donde la fenomenología puede ofrecer una brújula relevante.
¿Qué es la fenomenología?
La fenomenología es una corriente filosófica que propone cambiar la forma de conocer el mundo: no enfocarse solo en los hechos externos, sino atender a cómo los vivimos desde nuestra conciencia. No importa únicamente qué ocurre, sino cómo se manifiesta esa experiencia en nuestro interior.
Iniciada por Edmund Husserl y continuada por pensadores como Heidegger, Merleau-Ponty y Sartre, sostiene que toda experiencia está atravesada por nuestra historia, emociones y contexto. Por eso, antes de interpretar, invita a “volver a las cosas mismas” y experimentar los fenómenos tal como se presentan en nuestra conciencia, sin prejuicios ni ideas preconcebidas.
En un mundo saturado de información que compite por nuestra atención, este enfoque resulta más necesario que nunca. No se trata de la cantidad de información disponible, sino de cómo la recibimos, qué lugar le otorgamos y qué hacemos con ella.
La fenomenología propone detenernos, cuestionar qué nos genera cada mensaje, por qué nos afecta o nos resulta indiferente, y qué sentido tiene para cada persona. De este modo, deja de ser un consumo pasivo para convertirse en una vivencia consciente y seleccionada desde nuestra experiencia personal.
La importancia de educar el pensamiento crítico
El ser humano siempre ha convivido con grandes volúmenes de información. La diferencia es que, antes, esta circulaba jerarquizada y filtrada por instituciones, comunidades o medios tradicionales, que decidían qué información merecía atención y cuál no. La llegada de internet y las redes sociales rompió esa estructura, desplazando el filtro a algoritmos invisibles o, en apariencia, a nuestra capacidad individual de decidir. Sin embargo, en los últimos años, asistimos a un intento de restaurar esa jerarquía bajo nuevas formas: grandes plataformas, lobbies mediáticos y grupos de poder intentan reordenar y controlar el flujo informativo digital, decidiendo nuevamente qué se visibiliza, qué se censura y qué se convierte en tendencia. Así, aunque cambió el escenario, la lucha por quién domina la circulación de información sigue vigente.
Este contexto de sobreexposición, control fragmentado y discursos polarizados también atraviesa el debate sobre las pantallas y la infancia. Ante la creciente oleada de voces que defienden restringir su uso en infantes y adolescentes, se suelen ignorar evidencias sólidas que apuntan a que el problema no es el uso en sí, sino el contexto en el que se da. Investigaciones recientes respaldan esta perspectiva:
Además, estos estudios coinciden en advertir sobre prácticas como el uso de pantallas en momentos familiares clave, por ejemplo, las comidas, que deterioran las interacciones afectivas y el aprendizaje social de infantes y adolescentes. También alertan sobre el phubbing, fenómeno en el que se ignora a quienes están presentes por mirar el teléfono, afectando la calidad de los vínculos familiares.
Aquí la fenomenología recupera todo su valor, recordándonos que lo decisivo no es la herramienta —pantalla, libro, red social o noticia— sino cómo nos posicionamos ante ella, qué sentido le atribuimos y qué experiencia subjetiva construimos a partir de su uso.
Más que censurar o prohibir el acceso a información, es urgente enseñar a pensar, cuestionar y discernir. La fenomenología se convierte en una herramienta poderosa para fomentar el pensamiento crítico desde edades tempranas, ayudando a las personas a tomar conciencia de sus propias percepciones y decisiones.
El problema aparece cuando intentamos consumir todo sin establecer prioridades, sin preguntarnos desde qué lugar lo recibimos y con qué fin. La fenomenología propone detenerse antes de reaccionar, observar cómo nos afecta, y decidir qué valor tiene para cada individuo.
Menos ruido, más sentido
No se trata de censurar, apagar pantallas, ni de huir de la información, sino de cultivar una relación más consciente con ella: percibir cómo se presenta, cómo nos afecta y qué sentido le otorgamos. Tal como señalan las investigaciones actuales, no es el medio en sí lo que resulta dañino o beneficioso, sino el vínculo que establecemos con él y el propósito que guía su uso.
Cuando cambiamos la pregunta de “¿cuánta información hay?” por “¿qué sentido tiene esto para mí?”, dejamos de ser víctimas del exceso y comenzamos a construir una experiencia informativa más alineada con nuestros valores, intereses y necesidades reales.
Por Bárbara Balbo. Prensamérica España.
Fuentes:
Bernard, J. et al. (2024). Le Monde – "While screen time matters, the context of exposure to screens matters a great deal, if not more". https://www.lemonde.fr/en/france/article/2024/04/24/while-screen-time-matters-the-context-of-exposure-to-screens-matters-a-great-deal-if-not-more_6669412_7.html
Kowert, R. (2023). Nurture Academy – "Impacts of Screen Time on Children: FAQ". https://nurture.is/academy/impacts-of-screen-time-on-children-faq/
Computers in Human Behavior (2024). "Screen time alone does not predict child wellbeing: The importance of content and context". https://acamh.onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/jcpp.13932
Canadian Paediatric Society (2023). "Screen time and young children: Promoting health and development in a digital world" https://academic.oup.com/pch/article/23/1/83/4823532
BARCELONA / ESPAÑA.- La elección del Papa León XIV parece abrir una fisura en la narrativa conservadora que Donald Trump busca consolidar en el discurso público de Estados Unidos. En un escenario donde la migración, la justicia social y los derechos humanos se han transformado en verdaderos campos de batalla ideológicos, las posiciones del nuevo pontífice —particularmente en materia de derechos humanos, migración y crisis climática— contrastan de manera frontal con las políticas aplicadas y defendidas por Trump. Su presencia en la escena internacional introduce una voz moral incómoda para un sector que pretendía controlar sin matices ese debate.
De Chicago a Roma, por una senda latinoamericana
Antes de su elección como Papa, Robert Francis Prevost —hoy León XIV— desarrolló una extensa labor pastoral y académica tanto en Estados Unidos como en América Latina. Nacido en Chicago, estudió Matemáticas en la Universidad de Villanova, trabajando como jardinero en una parroquia para costear sus estudios, y obtuvo una maestría en Divinidad en la Catholic Theological Union de la misma ciudad. En 1985 se trasladó a Perú, donde dirigió el seminario agustino de Trujillo y formó parte de la diócesis de Chiclayo, dedicándose a trabajar en comunidades empobrecidas y marginadas.
Desde entonces, León XIV se ha posicionado a favor de las personas migrantes y las minorías, oponiéndose a políticas de exclusión y discriminación. Incluso antes de ser elegido Papa, manifestó su desacuerdo con las deportaciones masivas impulsadas por la administración Trump, denunciando su carácter deshumanizante. Utilizó además sus redes sociales para compartir opiniones contrarias a estas medidas, algo inusual en altos cargos eclesiásticos.
Trump: conservadurismo selectivo y un prontuario judicial
Mientras se autoproclama defensor de las “buenas costumbres” y azote de la criminalidad migrante, Donald Trump acumula un historial judicial que desarma cualquier discurso moralista. En 2024 fue condenado por treinta y cuatro delitos graves de falsificación de registros comerciales, en el caso Stormy Daniels, que reveló un pago de 130.000 dólares para silenciar una relación extramatrimonial durante su campaña de 2016. Esta condena lo convierte en el primer presidente de Estados Unidos en recibir una sentencia penal.
Pero sus problemas legales no terminan allí. También fue condenado a pagar 354,9 millones de dólares por inflar el valor de sus propiedades para obtener préstamos favorables y enfrenta la prohibición de dirigir empresas en Nueva York durante tres años. La Organización Trump, por su parte, fue sentenciada por diecisiete delitos de fraude fiscal, conspiración y falsificación contable, tras descubrirse un sistema de retribuciones en negro a ejecutivos durante quince años.
Además, en Georgia enfrenta trece cargos penales, incluida la violación de la ley contra el crimen organizado, por intentar alterar los resultados de las elecciones de 2020. Un prontuario incompatible con la imagen de “paladín de la moral” que Trump ha intentado proyectar.
Musk, Harvard y una élite que empieza a desmarcarse
A este deterioro político se suma el alejamiento de antiguos aliados estratégicos como Elon Musk, con quien Trump promovió iniciativas como la polémica “Trump Card Visa” para personas millonarias extranjeras. Tras tensiones comerciales y desavenencias públicas, Musk tomó distancia, debilitando una de las columnas empresariales del trumpismo.
Simultáneamente, instituciones educativas de prestigio, como Harvard, han encabezado la resistencia contra las presiones gubernamentales para suprimir políticas de diversidad e inclusión. La administración Trump intentó condicionar los fondos públicos a las universidades que no se alinearan con su línea ideológica, abriendo un nuevo frente de conflicto con la comunidad académica.
Una voz incómoda ante una política migratoria inhumana
Durante su mandato, Donald Trump endureció radicalmente la política migratoria, aplicando una estrategia de “tolerancia cero” que no distingue entre migrantes sin documentación, solicitantes de asilo o residentes legales. Casos como el de Cliona Ward —detenida a pesar de contar con una green card válida hasta 2033 y de haber expurgado una condena menor décadas atrás—, o el de Jerce Barrios —deportado sin pruebas concluyentes a El Salvador tras ser acusado de pertenecer a la pandilla Tren de Aragua, solo por tener un tatuaje del escudo del Real Madrid y una fotografía en redes sociales en la que realizaba un gesto comúnmente interpretado como "te amo" en lenguaje de señas—, reflejan la arbitrariedad y deshumanización de estas políticas, que convirtieron indicios endebles en pretextos para criminalizar y expulsar migrantes.
Particularmente cruel fue la separación de madres lactantes de sus hijos e hijas, y la detención prolongada de menores, denunciada por organismos internacionales. A esto se suman acuerdos bilaterales para enviar migrantes a países como El Salvador o Libia, en condiciones humanitarias precarias, profundizando una crisis ya alarmante.
Frente a este panorama, el Papa León XIV, al asumir como pontífice, reiteró, aunque de manera más sutil, la postura que ya había expresado durante su etapa como obispo. En su primer discurso en el Vaticano, destacó su deseo de “una Iglesia sinodal, caminando y buscando siempre la paz, la caridad, la cercanía, especialmente con quienes sufren”, y que “tenemos que buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera, tendiendo puentes, dialogando, siempre abierta a recibir con los brazos abiertos a todos, como esta plaza, abierta a todos, a quien necesite de nuestra caridad, de nuestra presencia, del diálogo, del amor”. No obstante, sería valioso que estas palabras no queden solo en promesas, sino que se traduzcan en acciones concretas que realmente hagan la diferencia en las vidas de aquellas personas que más están siendo perjudicadas ante el crecimiento de los discursos de odio.
Todo suma
Si bien es cierto que, como líder de la Iglesia Católica, León XIV no impulsará un cambio revolucionario en términos políticos —pues mantiene posturas conservadoras en otros ámbitos, como su rechazo años atrás a la ordenación femenina y sus reservas frente a ciertas políticas de diversidad de identidad sexual—, resulta innegable que su discurso sobre migración puede resonar con fuerza en amplios sectores sociales. En particular, en una base católica estadounidense que durante años fue permeable al relato del orden, la mano dura y el nacionalismo excluyente. Además, su defensa de una relación de reciprocidad con la naturaleza, en contraposición a la lógica de explotación, aporta otro matiz disonante en ese espacio conservador. Su mensaje representa, al menos, una grieta moral en esa narrativa, y sería destacable que no se quede en meras declaraciones.
Bárbara Balbo.
BARCELONA/ ESPAÑA.- El pasado 28 de abril de 2025, España, Portugal, Andorra y regiones del sur de Francia sufrieron un apagón inesperado que dejó sin suministro eléctrico a la población. Mientras las causas aún se investigan, los primeros informes señalan que España y Portugal fueron los países más afectados, con repercusiones menores en zonas próximas a Perpiñán y Narbona, en Francia.
La restitución del suministro eléctrico no fue homogénea. En Francia y Andorra, se recuperó la red con mayor rapidez. En cambio, en España y Portugal el proceso se prolongó durante varias horas, generando incomodidad social y críticas hacia la gestión de las infraestructuras energéticas. La confusión y desinformación generadas en torno a este incidente han intensificado el debate sobre la fortaleza del sistema eléctrico en la península y su preparación frente a contingencias inesperadas. A lo largo del día, la incertidumbre se agravó cuando, en horas de la tarde, en respuesta al apagón, el Gobierno español activó el Nivel 3 de Emergencia Nacional, lo que permitió la intervención del Ejército para garantizar la seguridad en varias comunidades autónomas, a pesar de que no se habían registrado incidentes de violencia.
En este difuso contexto, y coincidiendo con recientes recomendaciones dirigidas a la ciudadanía europea para preparar un kit de emergencias ante situaciones, precisamente como apagones masivos, crisis climáticas, ciberataques, conflictos geopolíticos e incluso posibles agresiones armadas, comienza a surgir un cuestionamiento sobre si los recursos económicos deberían destinarse a renovar y blindar una red eléctrica que enfrenta crecientes desafíos debido a la transición energética y la creciente demanda de electricidad, o si es más conveniente priorizar otros ámbitos de seguridad, como el gasto militar. Lo que sí se puede observar de forma clara es que la situación pone de manifiesto la necesidad de garantizar una comunicación concisa y transparente para evitar la propagación de información no contrastada.
Como ocurre en este tipo de situaciones, algunos medios se inundaron de teorías no verificadas: desde fallos en las interconexiones eléctricas entre España, Portugal y Francia hasta la posibilidad de un ciberataque. A estas especulaciones se ha sumado una hipótesis de carácter político-estratégico: la idea de que el incidente podría formar parte de una narrativa interesada para convencer a la población de la necesidad de aumentar las inversiones en defensa y seguridad nacional. Cabe recordar que tanto España como Portugal figuran entre los países europeos que menos porcentaje de su PIB destinan a gasto militar, una cuestión que ha sido objeto de debate en los últimos años dentro del marco de la OTAN y en relación con los nuevos escenarios de riesgo híbrido y cibernético.
Aunque, por ahora, ninguna de estas versiones ha sido confirmada oficialmente, este apagón no solo evidenció la fragilidad de las infraestructuras críticas, sino también la rapidez con la que la desinformación puede propagarse en momentos de incertidumbre. En escenarios así, es crucial que las autoridades y empresas implicadas ofrezcan información transparente, verificada y a tiempo para contrarrestar la especulación.
Más allá de su origen técnico o humano, el suceso invita a una reflexión más amplia sobre la interdependencia energética entre países europeos y la vulnerabilidad de los sistemas eléctricos frente a incidentes o amenazas externas. En un marco internacional marcado por tensiones y transformaciones aceleradas, asegurar la estabilidad energética es muy importante, pero también lo es centrarse en esclarecer los hechos a través de investigaciones rigurosas.
El apagón deja, además, una lección clara: en momentos de crisis, tan importante como restaurar la luz es evitar que la desinformación oscurezca la comprensión de lo que realmente está ocurriendo. Si bien es necesario que la ciudadanía cuestione y pida explicaciones a los poderes de turno, es relevante que se exija transparencia y responsabilidad desde un análisis informado, contrastando las fuentes y evitando caer en la tentación de creer en lo primero que aparece en las pantallas, independientemente de cuál sea su tamaño. Este es el camino para construir una sociedad con mayor criterio y menor vulnerabilidad ante la manipulación.
por Bárbara Balbo.
BARCELONA / ESPAÑA.- En las últimas semanas, las redes sociales han sido escenario de una revelación que sacude los cimientos de la industria del lujo. Un gran número de influencers y personas trabajadoras del sector de la moda, han expuesto cómo marcas europeas de renombre, como Hermès, Louis Vuitton, Gucci y Chanel, externalizan parte de su producción a China, a pesar de comercializar sus productos como fabricados exclusivamente en Europa. Esta revelación no es casual; se enmarca en un contexto de tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, exacerbadas por las políticas arancelarias implementadas por la administración de Trump.
El impacto de la estrategia arancelaria de Trump
Desde su retorno a la presidencia en 2025, Donald Trump ha intensificado su política proteccionista mediante la imposición de aranceles significativos a las importaciones, con el objetivo de fomentar la producción nacional y reducir el déficit comercial. Estas medidas han afectado a múltiples países, incluidos aliados tradicionales como la Unión Europea.
En particular, se han establecido aranceles del 10% sobre todas las importaciones, con tarifas más altas para países con los que Estados Unidos mantiene un mayor déficit comercial. Por ejemplo, se ha impuesto un arancel del 20% sobre productos provenientes de la Unión Europea. Además, en el caso de China, algunos productos enfrentan aranceles que pueden alcanzar hasta el 245%, lo que ha generado tensiones en las relaciones comerciales internacionales, afectando tanto a países exportadores como a empresas que dependen de cadenas de suministro globales.
La respuesta de China: transparencia y reivindicación
En respuesta a estas políticas, China ha adoptado una estrategia multifacética para contrarrestar los efectos de los aranceles y reafirmar su posición en la economía global. Una de las tácticas más destacadas ha sido la utilización de plataformas de redes sociales para exponer la dependencia de las marcas de lujo occidentales de la manufactura china. Al revelar que productos etiquetados como "Made in France" o "Made in Italy" son en realidad fabricados en China, se busca por un lado desafiar la narrativa de inferioridad, contrarrestando la percepción de que los productos "Made in China" son de menor calidad; como así también presionar a las marcas de lujo, obligando a estas empresas a ser más transparentes sobre sus cadenas de suministro y prácticas de producción.
El papel de las marcas europeas en el mercado estadounidense
Marcas europeas como Chanel, Hermès, Louis Vuitton y Gucci tienen una presencia significativa en el mercado estadounidense, con numerosas boutiques y una base de clientela leal. La imposición de aranceles por parte de la administración Trump ha afectado directamente a estas empresas, aumentando los costos de importación y obligándolas a reconsiderar sus estrategias de precios y producción. Además, la exposición de sus prácticas de manufactura en China ha generado cuestionamientos sobre la autenticidad y el valor de sus productos, lo que podría afectar su reputación y ventas en Estados Unidos.
Implicaciones para Estados Unidos y la industria del lujo
La estrategia adoptada por China de exponer las prácticas de producción de las marcas de lujo occidentales ha tenido diversas repercusiones en Estados Unidos. En primer lugar, ha influido en la percepción del público consumidor estadounidense, que podría cuestionar la justificación de los elevados precios de productos etiquetados como "Made in France" o "Made in Italy", al descubrir que muchos de estos artículos se fabrican en China.
Además, las empresas estadounidenses que dependen de la manufactura china se han visto presionadas por esta exposición. Algunas de estas compañías han comenzado a reconsiderar sus estrategias de producción y distribución para mitigar los efectos de los aranceles impuestos por la administración Trump. Por ejemplo, marcas como Lisa Yang han optado por establecer centros de distribución en Estados Unidos para reducir los costos asociados a los aranceles y mantener la satisfacción de su clientela. Sin embargo, esta medida conlleva desafíos, como altos costos de almacenamiento y complejidades regulatorias.
Por otro lado, la exposición de estas prácticas de producción ha puesto en tela de juicio la efectividad de las políticas comerciales de la administración de Trump. Al demostrar la interdependencia de las economías globales y la dependencia de las marcas de lujo occidentales de la manufactura china, se debilita el argumento de que los aranceles protegen la industria nacional.
Un nuevo conflicto geoeconómico
El conflicto no se limita a las tensiones entre naciones. Además de poner en tela de juicio la sostenibilidad de un modelo de negocio que ha dominado el mercado del lujo durante años, las propias empresas afectadas están comenzando a cuestionar las políticas de Trump. Líderes de conglomerados como LVMH y Kering han expresado su preocupación por el impacto de los aranceles en sus operaciones y han instado a la Unión Europea a negociar acuerdos comerciales que mitiguen estos efectos. Por ejemplo, Bernard Arnault, presidente de LVMH, ha señalado que la falta de acción por parte de Bruselas podría tener consecuencias económicas graves para el sector del lujo europeo. Al mismo tiempo, algunas marcas están reevaluando sus estrategias de producción y distribución para adaptarse a este nuevo entorno comercial.
Este panorama revela una problemática emergente entre las políticas proteccionistas de Trump y las estrategias comerciales de las empresas globales. A medida que las marcas buscan equilibrar sus intereses económicos con las realidades del comercio internacional, se plantea la pregunta de hasta qué punto las políticas gubernamentales pueden influir en las decisiones empresariales y en la dinámica del mercado global.
por Bárbara Balbo
BARCELONA / ESPAÑA. – En los últimos meses, varios gobiernos europeos y organismos de protección civil han comenzado a difundir recomendaciones a la ciudadanía: preparar un kit de emergencias con víveres, agua, medicamentos, linterna y documentos esenciales ante posibles guerras, ataques o catástrofes climáticas. Aunque, en apariencia, se trata de una simple medida preventiva, las implicaciones que se esconden detrás son más profundas. ¿Estamos realmente ante una amenaza inminente o frente a una estrategia para generar miedo y justificar un nuevo ciclo de gasto militar?
Un kit que pesa: defensa, miedo y presupuestos
Este tipo de llamados se produce en un contexto en el que la Unión Europea, presionada por el conflicto en Ucrania y la creciente rivalidad global, ha intensificado su inversión en defensa. Alemania anunció en 2024 el mayor presupuesto militar de su historia. Francia, Polonia, Países Bajos y otros países siguen el mismo rumbo. En este marco, la idea de “prepararse para lo peor” no solo moviliza emocionalmente a la ciudadanía, sino que también puede funcionar como herramienta narrativa para legitimar este rearme.
¿A qué se debe realmente esta urgencia por aumentar la defensa militar?
La respuesta va más allá de una simple reacción a los peligros actuales. Es cierto que Europa, tras décadas de relativa estabilidad, ha vuelto a sentirse vulnerable —sobre todo desde la invasión rusa a Ucrania y las crecientes tensiones con China—, pero el impulso por rearmarse responde también a un rediseño estratégico. Por un lado, muchos gobiernos europeos buscan reforzar su autonomía militar ante la percepción de que Estados Unidos ya no es un garante confiable de seguridad. Por otro, este proceso de rearme favorece directamente a sectores económicos muy poderosos, en particular, la industria armamentística, que ha sabido convertir el miedo en oportunidad de negocio.
¿Quién se beneficia del aumento del gasto militar?
El incremento del gasto militar en Europa no es un acto neutro. Beneficia directamente a grandes actores económicos y políticos que se posicionan como indispensables en un nuevo orden global marcado por la inseguridad.
En primer lugar, las principales beneficiadas son las grandes empresas de defensa, tanto europeas como estadounidenses. Corporaciones como Lockheed Martin, Raytheon, Northrop Grumman en EE. UU., o Thales, Rheinmetall, BAE Systems y Airbus Defence & Space en Europa, ven cómo sus contratos crecen con cada nuevo anuncio de rearme. Estas compañías, muchas con vínculos estrechos con gobiernos y ministerios de defensa, obtienen beneficios millonarios cada vez que se actualizan los presupuestos militares. Basta con que un país anuncie una compra de armamento para que sus acciones se disparen en los mercados bursátiles.
Pero hay más. Además de estas corporaciones, existen grupos de presión —lobbies políticos, militares y económicos— que promueven el aumento del gasto desde dentro de las instituciones. No se trata solo de industrias armamentísticas, sino también de think tanks, fundaciones y asesores estratégicos que influyen en las políticas públicas y el discurso social.
Los think tanks (o laboratorios de ideas) son organizaciones que generan estudios, informes y propuestas políticas sobre temas diversos, desde seguridad hasta economía. Aunque algunos se presentan como entidades independientes, muchos están financiados por empresas o gobiernos con intereses concretos. En temas de defensa, estos centros desempeñan un papel crucial: moldean el debate público, exageran amenazas, justifican políticas belicistas y presionan a los Estados para aumentar la inversión militar. Operan en la sombra del poder, pero tienen una enorme capacidad de influencia.
El papel de Estados Unidos
Tampoco se puede ignorar el rol de Estados Unidos en este proceso. Washington ha presionado a sus aliados europeos durante años para que asuman más responsabilidad dentro de la OTAN. Aunque esto puede parecer un paso hacia la autonomía estratégica europea, en la práctica ha implicado que Europa compre más armamento estadounidense, consolidando la dependencia militar de EE. UU. El resultado: más gasto europeo, pero más ganancias para la industria norteamericana.
Cuando el miedo se convierte en política
Los gobiernos nacionales también encuentran ventajas políticas en este nuevo discurso de amenaza permanente. El miedo permite proyectar autoridad, justificar recortes en sectores sociales y aplicar medidas de control con el argumento de “proteger a la población”. En este contexto, el kit de emergencias sugerido por la UE puede leerse no solo como una medida de precaución, sino como un símbolo de obediencia: un recordatorio permanente de que “algo grave podría pasar” y que debemos confiar en los que deciden por nosotros.
¿Y si la verdadera emergencia es otra?
Europa enfrenta problemas reales que no se resuelven con linternas y latas de atún. El colapso de los sistemas sanitarios, la precarización del empleo, la falta de acceso a la vivienda o la crisis climática requieren inversión en políticas sociales y sostenibles, no en armamento. Prepararse está bien, pero la pregunta clave es: ¿nos estamos preparando para lo correcto?
Quizás, lo que realmente urge hacer es exigir decisiones políticas valientes, orientadas al bienestar común. Porque si el miedo sirve para gobernar, la conciencia crítica puede servir para cambiar el rumbo.
por Bárbara Balbo.
BARCELONA/ESP.- El acceso a la información hoy en día tiene un alcance universal y está al servicio de toda la sociedad. No obstante, es cada vez más común encontrarse con discursos cargados de opiniones personalistas que se presentan como verdades absolutas. En lugar de ofrecer un análisis riguroso, algunas voces expertas recurren a afirmaciones moralistas que apelan al miedo y la alarma según sus propias creencias, erosionando la credibilidad de la ciencia y aumentando la confusión colectiva.
Entre estas narrativas, destaca la promoción del modelo meritocrático, que sostiene que el éxito depende exclusivamente del esfuerzo individual. Este enfoque, además de simplificar en exceso la realidad, fomenta la ansiedad colectiva al ignorar las desigualdades sociales, económicas y psicológicas que condicionan las oportunidades de las personas. Al mismo tiempo, refuerza un discurso político alineado con ideologías conservadoras y extremistas, que utilizan el miedo y el odio como herramientas estratégicas. En lugar de aportar claridad, estas intervenciones terminan distorsionando la realidad y alejándonos de una comprensión profunda de los problemas que afectan a nuestra sociedad.
La meritocracia y la culpa: un modelo que genera ansiedad
El discurso de personalidades mediáticas, como el caso de la psiquiatra española Marian Rojas Estapé, aunque aparentemente respaldado por argumentos científicos, presenta una interpretación simplista de la realidad. Su adhesión al modelo meritocrático, que defiende que el éxito depende exclusivamente del esfuerzo individual, ignora las profundas desigualdades sociales, económicas y psicológicas que moldean las oportunidades de las personas. Este enfoque no solo distorsiona la complejidad de los factores que determinan el bienestar, sino que también puede generar sentimientos de culpa en quienes, pese a su dedicación, no logran alcanzar el éxito prometido.
En su última intervención en el programa de televisión española El Hormiguero, Rojas Estapé afirmó que las redes sociales y la sobreexposición a las pantallas son las principales causas de los problemas sociales y psicológicos de la juventud. Sin embargo, esta explicación omite factores clave como la presión social y la crisis económica. Además, reduce el bienestar y el éxito a una cuestión meramente personal, responsabilizando a los individuos por problemas como la ansiedad o la depresión. Asimismo, la psiquiatra sostiene que el uso de pantallas está "destruyendo una generación", basándose en la premisa de que la tecnología reemplaza las interacciones humanas y reduce nuestra capacidad de empatizar. Sin embargo, el problema real no es la tecnología en sí, sino el uso irresponsable de esta y la falta de una educación emocional adecuada.
Esta perspectiva, además, contribuye a un círculo vicioso: la presión por "trabajar más" y "ser feliz" puede, en realidad, incrementar la ansiedad, una emoción frecuentemente asociada al uso excesivo de redes sociales. De esta forma, las supuestas soluciones "científicas" presentadas por Rojas Estapé terminan convirtiéndose en una carga emocional para muchas personas, que sienten que sus esfuerzos nunca son suficientes.
Analizando sus discursos, es relevante señalar que su enfoque puede estar alineado con sus creencias religiosas, dado que, como miembro del Opus Dei, una institución con una fuerte orientación meritocrática, ha destacado en varias ocasiones la importancia de la fe y el esfuerzo, no solo para alcanzar el bienestar, sino para lograr la felicidad. No obstante, según la ciencia y la psicología, la felicidad es un estado de bienestar muy subjetivo que deriva de una interacción entre factores emocionales, cognitivos, sociales y biológicos, y que varía notablemente en base a cada individuo y contexto. Debido a esto, tras sus últimas intervenciones en los medios, un gran número de profesionales de las ciencias sintieron la necesidad de desmentir públicamente que este discurso tuviera algún tipo de respaldo científico.
Más allá de la culpabilización asociada al uso de pantallas, otro aspecto que pasa desapercibido en estos discursos es la influencia de la competitividad y la ambición desmedidas. Las mismas fuerzas que alimentan el éxito individual a toda costa son las que erosionan nuestra capacidad para conectar emocionalmente con otras personas, afectando directamente nuestra capacidad de empatizar. Cuando se nos inculca que el bienestar solo se alcanza mediante el esfuerzo personal, el sacrificio y la superación continua, comenzamos a percibir nuestro entorno como una competición en lugar de una comunidad o un equipo.
La presión por ser “más” y “mejor” a través de la productividad y el rendimiento está estrechamente ligada a una crisis de empatía que afecta a las sociedades modernas. Sin embargo, no son las pantallas las que la originan. Más bien, estas actúan como un reflejo de una crisis más profunda: la dificultad de conectar emocionalmente en un entorno donde el éxito personal se persigue bajo una constante exigencia, sin un verdadero sentido de comunidad o apoyo mutuo.
Las herramientas neurocientíficas ofrecen un valioso aporte para comprender el funcionamiento de nuestras emociones y relaciones. Estudios sobre motivación, gestión del tiempo y regulación emocional nos permiten entender cómo el cerebro responde a estímulos, de qué manera el estrés impacta en nuestras capacidades cognitivas y cómo las interacciones sociales influyen en nuestro bienestar. No obstante, estos conceptos son intrínsecamente complejos y no deben simplificarse en afirmaciones reduccionistas que, lejos de aportar soluciones reales y sostenibles, generan mayor preocupación y confusión.
Un ejemplo de este reduccionismo es la afirmación de Rojas Estapé de que las redes sociales “te destruyen” debido a la dopamina que generan. Aunque esta sustancia desempeña un papel crucial en los procesos de recompensa y motivación, atribuir los efectos de la tecnología a un simple desequilibrio químico resulta una visión extremadamente limitada. Elementos como el tipo de interacciones en línea, el tiempo dedicado a las plataformas y la actitud con la que las utilizamos también juegan un rol fundamental en nuestro bienestar.
Las personas que se dedican profesionalmente al ámbito científico tienen la responsabilidad de evitar narrativas moralistas que dicten lo que está “bien” o “mal”. En su lugar, deben ofrecer información precisa y rigurosa que permita comprender cómo nuestras conductas se relacionan con la biología y el contexto social, favoreciendo decisiones más conscientes e informadas para nuestro bienestar.
El verdadero desafío radica en la falta de una educación emocional que ayude a gestionar las emociones y las relaciones de manera saludable. La solución no está en demonizar las pantallas ni en reforzar la idea de que el éxito depende solo del esfuerzo individual, sino en fomentar un uso consciente de la tecnología y desarrollar habilidades que permitan equilibrar la vida digital y real.
La divulgación mediática sobre los beneficios de herramientas como la motivación y el ejercicio puede ser positiva, pero debe promoverse con ética profesional y responsabilidad social, evitando presentarlas como soluciones mágicas. Para abordar el malestar, tanto físico como mental, es imprescindible un enfoque integral que considere los factores sociales, emocionales y estructurales que lo determinan.
Un verdadero compromiso con la salud mental implica ir más allá de narrativas simplistas y soluciones superficiales o, peor aún, comerciales. Es fundamental que quienes tienen influencia en este ámbito asuman su responsabilidad con ética, ofreciendo análisis que aborden la complejidad del bienestar humano sin caer en reduccionismos fáciles de vender.
Bárbara Balbo.
BARCELONA/ESP.- A lo largo de la historia, se ha relegado al olvido a muchas mujeres cuyas ideas y enseñanzas fueron fundamentales para el desarrollo del pensamiento occidental. Entre ellas destaca Aspasia de Mileto, una mujer cuya inteligencia, elocuencia y capacidad para el debate dejaron una huella imborrable en la Atenas Clásica. No obstante, como muchas otras filósofas, su legado fue deliberadamente minimizado e incluso borrado de los libros de historia. En este Día Internacional de la Mujer, es esencial rescatar su figura y reconocer su invaluable aporte al conocimiento y la educación.
Una mujer excepcional en la Atenas Clásica
Aspasia nació en Mileto, una próspera ciudad jonia, alrededor del año 470 a.C. En una época en la que las mujeres atenienses estaban confinadas al ámbito doméstico y apenas tenían acceso a la educación, Aspasia desafió estos límites. Se trasladó a Atenas, donde no tardó en convertirse en una figura clave en los círculos intelectuales y políticos de la ciudad.
Fue una de las mujeres más notables de la Grecia Clásica. Llegó a la capital con apenas veinte años y permaneció en la polis hasta el final de sus días. Gracias a la excepcional educación que había recibido—algo inusual para las mujeres de su tiempo—, destacó, sobre todo, por su intelecto. Junto con Pericles, el influyente líder ateniense con quien sostuvo una relación personal, convirtieron su hogar en un punto de encuentro para filósofos, políticos y artistas, y su influencia trascendió el ámbito personal, llegando a marcar la historia del pensamiento.
Aspasia y Sócrates: Maestra y discípulo
Aspasia fue una oradora extraordinaria y una experta en retórica. Enseñó el arte del discurso a algunos de los políticos y filósofos más destacados de su época. A poco de llegar a Atenas, instruyó en diversas materias a Sócrates, entre ellas la retórica, el arte del debate y la concepción del amor. Platón, en su diálogo "Menéxeno", menciona que Sócrates admiraba su capacidad oratoria y que aprendió de ella, lo que sugiere que Aspasia pudo haber influido en la evolución del método socrático basado en la dialéctica y el cuestionamiento crítico.
A pesar de su brillantez intelectual, Aspasia fue objeto de críticas y difamaciones, impulsadas por los prejuicios de una sociedad que no concebía que una mujer tuviera un papel relevante en la vida pública y filosófica. Su independencia y su relación con Pericles la convirtieron en blanco de ataques, y su legado fue opacado con el tiempo.
La invisibilización de las mujeres en la historia
Con el auge del cristianismo en los siglos posteriores, la idea de que las mujeres fueran líderes y maestras resultó inaceptable para las estructuras patriarcales emergentes. Como parte de un proceso sistemático, muchas filósofas y pensadoras fueron eliminadas de los relatos oficiales. Este fenómeno, documentado por historiadoras como Mary Ellen Waithe en "A History of Women Philosophers", evidencia cómo el conocimiento producido por mujeres fue omitido o minimizado en los textos académicos. Aspasia, junto con otras mujeres notables como Hipatia de Alejandría y Diotima de Mantinea, fue víctima de esta invisibilización.
Un legado que resiste al olvido
A pesar de la escasez de fuentes directas sobre su vida y obra, la figura de Aspasia sigue siendo un símbolo de la lucha por el reconocimiento de las mujeres en la filosofía y la educación. Su historia nos recuerda que, a lo largo de los siglos, muchas mujeres fueron silenciadas, pero sus ideas han perdurado, influyendo en generaciones posteriores.
En este Día Internacional de la Mujer, Aspasia de Mileto representa la necesidad de seguir reivindicando la participación femenina en el pensamiento y la reflexión. Su legado nos invita a cuestionar las narrativas históricas dominantes y a dar voz a aquellas mujeres que, como ella, desafiaron las normas de su tiempo para abrir caminos hacia un conocimiento más inclusivo y equitativo.
Bárbara Balbo.
PRENSAMÉRICA ESPAÑA.
BARCELONA / ESP.- En los últimos años, el término "Generación de Cristal" ha sido utilizado de manera peyorativa para referirse a adolescentes y jóvenes que nacieron entre 1995 y 2010, a quienes se les acusa de ser frágiles, hipersensibles y carentes de resiliencia. No obstante, al analizar los datos y las tendencias actuales, se revela una realidad muy diferente que desafía estos estereotipos, cuestionando las críticas de generaciones anteriores que, en comparación, presentan tasas significativamente más altas de los problemas que achacan a la supuesta generación de cristal.
Consumo de sustancias: Una generación más saludable
Contrario a la percepción generalizada de indulgencia y descontrol, la Generación Z ha demostrado comportamientos más saludables en comparación con las generaciones anteriores. Estudios recientes, como el realizado por The Times en 2023, revelan que aproximadamente el 21% de los jóvenes entre 18 y 27 años se abstienen completamente del consumo de alcohol, y una fracción mínima consume bebidas alcohólicas de manera regular. Además, el uso de drogas duras ha disminuido considerablemente, con solo un 10% de esta generación reportando su consumo habitual, en comparación con el 36% de generaciones anteriores, según informes como el del National Institute on Drug Abuse (NIDA) de 2022.
Las generaciones mayores, las mismas que estigmatizan a las más jóvenes, presentan patrones de consumo mucho más preocupantes. Datos del NIDA en 2022 indican que más del 65% de las personas de 65 años o más reportan consumir alcohol en niveles de alto riesgo, y más del 10% de este grupo etario participa en episodios de consumo excesivo. Estas cifras sugieren que las críticas hacia los grupos más jóvenes por su supuesto comportamiento frágil y autodestructivo carecen de fundamento cuando se analizan los datos comparativos.
El consumo excesivo de alcohol, de hecho, es una de las principales causas prevenibles de enfermedades y muertes en las generaciones adultas, a nivel global. Según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, aproximadamente el 38% de todas las muertes relacionadas con el alcohol ocurrieron en personas de 65 años y más entre 2020 y 2021. En el caso de España, los datos del Ministerio de Sanidad indican que en 2021 se registraron 13.887 muertes atribuibles al alcohol, representando el 3,3% de todas las muertes en el país. Además, el grupo de edad de 55 a 84 años concentra el 66,9% de las muertes atribuibles al alcohol, mostrando una clara relación entre la edad adulta avanzada y el consumo excesivo de alcohol (pnsd.sanidad.gob.es).
En resumen, estos datos indican que la disminución en el consumo de alcohol y drogas, sumada a un creciente compromiso con la salud y el bienestar, demuestra que la Generación Z está tomando decisiones más responsables y conscientes, contrario a lo que exponen las generaciones anteriores.
Salud mental: ¿Quiénes padecen realmente?
Se ha argumentado que la Generación Z es particularmente vulnerable a problemas de salud mental. No obstante, las tasas de ansiedad y depresión son notablemente más elevadas entre las personas adultas mayores de 40 años. Este grupo etario presenta un mayor consumo de ansiolíticos y antidepresivos, y una tendencia más pronunciada al abuso de alcohol como mecanismo para enfrentar el estrés. Por ejemplo, en España, informes del Instituto Nacional de Estadística (INE) indican que las bajas laborales por trastornos emocionales, como el estrés, la ansiedad y la depresión, siguen aumentando en este segmento de edad.
Actualmente, existe una mayor conciencia social y comprensión sobre la salud mental, lo que ha permitido una identificación y documentación más precisa de los casos relacionados. Este avance se refleja en el aumento de las tasas reportadas, pero es importante destacar que dicho incremento no indica necesariamente una situación más grave, sino un mejor registro y una comprensión más profunda de los trastornos emocionales. A diferencia de generaciones pasadas, donde los problemas emocionales a menudo se ocultaban tras el consumo excesivo de sustancias, la Generación Z tiene acceso a tratamientos psicológicos efectivos y puede hablar abiertamente sobre sus desafíos emocionales, lo que facilita un enfoque más constructivo para abordarlos.
Avances sociales impulsados por la juventud
La Generación Z ha emergido como una fuerza activa y comprometida en la promoción de cambios sociales significativos en el mundo. En el ámbito medioambiental, han liderado movimientos como Extinction Rebellion y "Fridays for Future", este último iniciado por Greta Thunberg, movilizando a millones de jóvenes en todo el mundo para exigir acciones concretas en contra del cambio climático. Esta generación también ha liderado la lucha por la igualdad de derechos para las diversas identidades de género y por los derechos de las mujeres, amplificado sus voces a través de plataformas digitales para crear conciencia, desafiando las estructuras de poder establecidas y promoviendo un cambio inclusivo. Movimientos como el #MeToo para denunciar públicamente casos de abuso y acoso sexual, el Black Lives Matter para organizar protestas y movilizaciones a favor de la justicia racial, e iniciativas como March for Our Lives, nacidas del dolor de sobrevivientes a los tiroteos masivos en las escuelas de Estados Unidos, y el 15M en España, desafiando la corrupción política, han generado cuestionamiento social y presión gubernamental para que se implementen leyes más estrictas en relación a estos ámbitos. Y es ante el auge de estos movimientos y demandas sociales, que los grandes poderes económicos han comenzado a retomar el control de la comunicación, tanto digital como tradicional, con el objetivo de volver a limitar las exigencias de la ciudadanía.
De este modo, la Generación Z no solo ha contribuido a un gran cambio en las conversaciones sociales, sino también a la forma en que las sociedades abordan los problemas fundamentales del siglo XXI.
El papel de las redes sociales
Aunque es indiscutible que el uso irresponsable de la tecnología conlleva ciertos riesgos, no es justo culpar a la generación más joven por los problemas actuales en relación a este asunto. En primer lugar, han demostrado que las redes sociales pueden ser herramientas poderosas para generar cambio social y luchar por un futuro más justo. Y, por otro lado, la responsabilidad recae en las personas adultas a su cargo para enseñarles a utilizar estas herramientas con criterio y cuidado, de la misma manera que se les debe educar para tomar decisiones reflexivas en todos los aspectos de la vida.
En efecto, no es casual que en los últimos años, las redes sociales, que inicialmente fueron herramientas clave para las iniciativas populares, hayan sido tomadas por grandes poderes económicos y políticos, manipulando el discurso público, debilitando el impacto de luchas sociales que antes generaban un cambio positivo, y generando miedo ante el uso de las pantallas. Los contenidos se han distorsionado y los movimientos se enfrentan a la desinformación y la censura, dando lugar a una polarización de la opinión pública y dificultando que las demandas sociales sean escuchadas con la misma claridad. Este control de la información ha permitido que los intereses corporativos y políticos redirijan la narrativa, desactivando el poder transformador que las plataformas digitales alguna vez ofrecieron en manos de la juventud para impulsar la justicia, la equidad y el bienestar social. Como resultado, lo que antes era una vía para el empoderamiento ciudadano, ahora se ve empañado por estrategias de desinformación, miedo, censura y manipulación, debilitando la efectividad de los movimientos sociales y su capacidad para generar un cambio significativo en la sociedad.
Responsabilidad intergeneracional: Un llamado a la reflexión
Es paradójico que las generaciones mayores, responsables de los problemas globales actuales como la crisis climática y las desigualdades sociales derivadas del abuso de poder, critiquen a la juventud por su supuesta fragilidad. A esta generación se le ha cargado la pesada tarea de resolver los desafíos heredados, enfrentando un discurso de culpa desde una edad temprana. Han tenido que sobrellevar, además, la gestión ineficaz de una pandemia por parte de generaciones adultas, mientras se les acusa injustamente de ser demasiado sensibles. Este contraste revela una profunda contradicción: la juventud enfrenta las consecuencias de decisiones pasadas, pero al mismo tiempo se la juzga por no ser lo suficientemente resistente frente a problemas que no solo no ha causado, sino que intenta revertir.
La etiqueta de "Generación de Cristal" aplicada a la juventud actual no solo es inexacta, sino que también ignora las contribuciones significativas y los comportamientos responsables que caracterizan a una mayoría de este sector de la población. En lugar de estigmatizar y criticar, debemos fomentar el diálogo intergeneracional y la colaboración, para abordar los desafíos compartidos y avanzar hacia una sociedad más cohesionada.
Bárbara Balbo
MIAMI USA / El destacado productor y empresario Dr. Eduardo Pérez Guerrero, radicado hace muchos años en Miami, ha sido nombrado embajador de la Organización Mundial por la Paz (OMPP) (WOFP), un reconocimiento que honra su trayectoria en el ámbito social y cultural. Este prestigioso nombramiento resalta su compromiso con el bienestar social, la inclusión y su incansable labor en favor de las causas humanitarias.
Como líder de Forever Talents LLC y productor del programa internacional “Al Ritmo de Miami”, que se transmite para todo el mundo por Telefe Internacional distribuido desde Estados Unidos el Dr. Pérez Guerrero ha sido una figura clave en la promoción del talento y la cultura. Además, en línea con su visión de innovación, próximamente lanzará un portal digital bajo el mismo nombre del programa, impulsado por inteligencia artificial, en alianza con la empresa Waryl y su CEO, Óscar Oliva. Este proyecto tiene como objetivo ampliar el alcance del contenido y ofrecer una experiencia interactiva única para los usuarios.
Su labor con Ability to Help, apoyando a niños con autismo a través de la tecnología con el avatar inteligente Zaira, refleja su compromiso con la integración de la innovación y la solidaridad para generar un impacto positivo en la sociedad.
Su destacada trayectoria ha sido reconocida en múltiples ocasiones. Es miembro votante de los premios Grammy y ha sido galardonado en varias oportunidades por esta prestigiosa institución, consolidándose como una figura influyente en la industria musical. En 2024, recibió el Premio Internacional Iberoamericano a la Trayectoria El Nevado Solidario de Oro Argentina, y fue declarado huésped de honor en su lugar de origen, Mendoza, Argentina,reafirmando su compromiso con la filantropía y la transformación social. Además, años atrás, fue honrado con las llaves de la ciudad de Miami, y el entonces alcalde Tomás Regalado proclamó el 28 de octubre como el “Día de Eduardo Pérez Guerrero en Miami ”, en reconocimiento a su impacto en la comunidad.
“Me siento profundamente honrado por esta distinción. Para mí, la paz no es sólo la ausencia de conflicto, sino la creación de oportunidades, el acceso a la educación equidad y la construcción de una sociedad más equitativa. Estoy agradecido por todas las oportunidades que la vida me ha dado para servir a la comunidad, y este reconocimiento me motiva a seguir trabajando por un mundo mejor”, expresó el Dr. Eduardo Pérez Guerrero.
Este nombramiento como embajador de la OMPP refuerza su compromiso con la transformación social y su visión de construir un futuro más justo y solidario. Sin duda, su liderazgo seguirá dejando huella en cada iniciativa que emprenda.