Valencia bajo el agua y un octubre de desastres: el cambio climático y el negacionismo corporativo y político en el banquillo
Ayer 30 de octubre, Valencia sufrió uno de los desastres climáticos más devastadores de los últimos tiempos. Una Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) desató lluvias intensas que inundaron la región, causando al menos 95 muertos y dejando decenas de personas desaparecidas. Este evento, lejos de ser aislado, es parte de un patrón de catástrofes climáticas que en octubre se intensificaron en todo el mundo, desde incendios y tormentas hasta inundaciones, que evidencian el impacto directo del cambio climático. Sin embargo, aún persiste una narrativa negacionista financiada por intereses económicos, que en lugar de priorizar soluciones reales, ha contribuido a la desinformación y al freno de acciones urgentes.
Un octubre marcado por desastres climáticos en todo el mundo
Lo sucedido en Valencia se suma a un mes de octubre en el que diferentes regiones del planeta enfrentaron desastres climáticos extremos, poniendo en riesgo la vida de millones de personas y afectando gravemente el entorno natural.
- Incendios en California: Del 3 al 15 de octubre, el estado de California fue azotado por incendios forestales que alcanzaron una escala sin precedentes. Estos incendios fueron alimentados por una intensa sequía y temperaturas excepcionalmente altas, condiciones que han intensificado la frecuencia e magnitud de este tipo de eventos en los últimos años.
- Inundaciones en Filipinas: Entre el 18 y el 22 de octubre, Filipinas vivió lluvias torrenciales que provocaron inundaciones masivas, desplazando a miles de personas y poniendo en riesgo la seguridad alimentaria en varias regiones del país. Estos fenómenos extremos se han vuelto cada vez más frecuentes en el sudeste asiático, amenazando a las comunidades más vulnerables.
- Tormentas en Centroamérica: En la última semana de octubre, del 25 al 28, Honduras y Nicaragua fueron afectados por fuertes tormentas y huracanes que devastaron comunidades enteras. Las lluvias torrenciales y los vientos huracanados provocaron graves daños, afectando infraestructuras y hogares, y dificultando el acceso a servicios básicos en múltiples localidades.
- Subida del nivel del mar en Bangladesh: En Bangladesh, el aumento progresivo del nivel del mar ha causado la inundación de viviendas en varias áreas costeras. Esta situación, que ocurre de forma periódica, expone la fragilidad de las poblaciones que dependen de estas tierras para su sustento y residencia, y es un recordatorio de que los efectos del cambio climático son globales y transversales.
- DANA en Valencia, España: Finalmente, el 30 de octubre, la DANA que azotó Valencia demostró cómo incluso Europa no está exenta de los desastres climáticos. Con lluvias intensas que rápidamente se convirtieron en inundaciones, este evento extremo dejó al menos 95 personas fallecidas y varias más desaparecidas, dejando claro que la emergencia climática es una amenaza presente y apremiante.
Cada uno de estos desastres responde a un patrón global de cambios abruptos en el clima, impulsado por el aumento de las temperaturas y la alteración de ciclos naturales. La acumulación de gases de efecto invernadero, que ha alcanzado niveles récord en la atmósfera, es uno de los principales factores que intensifican estos fenómenos.
Cambio climático: cómo se dan estos fenómenos extremos
El cambio climático altera patrones fundamentales del planeta: eleva las temperaturas, modifica la circulación del aire y del agua, y agrava tanto las sequías como las lluvias intensas. Los gases de efecto invernadero, acumulados de manera acelerada debido a factores como las industrias contaminantes, el uso de combustibles fósiles y la deforestación, han intensificado este proceso, generando condiciones de calor y sequía que son terreno fértil para incendios, lluvias torrenciales y huracanes.
El aumento de las temperaturas ha alterado los ciclos del agua y el comportamiento de los sistemas meteorológicos, provocando eventos como los vividos este octubre. Las temperaturas extremas y las sequías alimentan incendios más voraces, mientras que el cambio en las corrientes oceánicas y atmosféricas contribuye a tormentas e inundaciones mucho más destructivas. En este contexto, la crisis climática ya no es una teoría; es una realidad que estamos enfrentando.
La responsabilidad de las grandes corporaciones y el rol del negacionismo
Las corporaciones de sectores como el energético y la minería, entre otros, son responsables de gran parte de las emisiones de gases de efecto invernadero. Estas grandes empresas, junto a los grupos económicos que las gestionan o financian, generan alrededor del 70% de las emisiones totales de carbono, en comparación con el 30% restante que corresponde a la sociedad en su conjunto, especialmente a quienes pertenecen a las clases medias trabajadoras.
En lugar de asumir su responsabilidad y de adaptar sus modelos de negocio para ser sostenibles, muchas de estas empresas han financiado activamente movimientos negacionistas que cuestionan la existencia del cambio climático. Este negacionismo no es una simple diferencia de opinión, sino una estrategia planificada para sembrar dudas en la opinión pública y evitar la implementación de políticas de regulación que, de aplicarse, requerirían que estas corporaciones cambien radicalmente sus operaciones. Esto se traduciría en modificaciones costosas, y, en algunos casos, en el cierre de las industrias más contaminantes.
La influencia económica y política que ejercen estos grupos de poder económico ha dificultado la acción climática urgente. Han desviado el foco de atención de las políticas necesarias para la reducción de emisiones hacia posturas negacionistas, haciendo creer a un sector de la sociedad que está revelándose ante el abuso de poder, cuando en realidad, se está beneficiando a quienes más perjudican al planeta, en base a esta narrativa falsa que minimiza la gravedad de la crisis. La financiación de campañas de desinformación que promueven el negacionismo climático es una práctica alarmante que afecta directamente el bienestar de la población global y de las generaciones futuras.
Una respuesta política y social para enfrentar la crisis
Frente a los hechos, es urgente una respuesta contundente desde el ámbito político y social. Los gobiernos deben exigir ya mismo a las grandes corporaciones que modifiquen sus procesos productivos para ser sostenibles, adoptando políticas de energía limpia, reduciendo drásticamente sus emisiones de carbono y eliminando prácticas dañinas para el medio ambiente. Los objetivos de sostenibilidad deben dejar de ser solo declaraciones superficiales: las regulaciones deben aplicarse con firmeza y transparencia.
En paralelo, la ciudadanía debe asumir un rol activo en esta transición. La ONU ha llamado a una movilización climática global, y esta debería tener como objetivo central exigir a quienes tienen la mayor responsabilidad en la contaminación que dejen de promover el negacionismo climático y adapten éticamente sus sistemas de producción. El compromiso no puede ser solo de las personas comunes, sino que debe ser liderado por quienes más han contribuido a esta crisis.
En un mundo que enfrenta eventos climáticos cada vez más extremos, una ciudadanía informada y activa es una herramienta fundamental para presionar y lograr cambios estructurales.
Por Bárbara Balbo.