BARCELONA / ESPAÑA.- Ante los nuevos acontecimientos protagonizados por Elon Musk, desde su entrevista en X con la política ultraderechista alemana Alice Weidel, líder de Alternativa para Alemania (AfD), y el gesto que evocó comparaciones con el saludo nazi en su último discurso, cabe reflexionar sobre cómo el uso estratégico de ciertos términos pueden moldear percepciones y captar apoyo popular. En este contexto, uno de los ejemplos históricos más significativos es el uso del término “socialismo” por Adolf Hitler y su Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP).
Esta estrategia comunicativa de los años 30 guarda una relación directa con los discursos actuales promovidos por figuras políticas como Alice Weidel, respaldada por Musk en su entrevista, y el presidente de Argentina, Javier Milei, quien ha sostenido que el fascismo era una forma de socialismo, basándose en el uso del término “Nacional Socialismo” en el nombre del partido nazi. Asimismo, otras figuras políticas han recurrido a interpretaciones similares para justificar sus narrativas.
El significado del término 'Nacional Socialismo'
El Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP), liderado por Adolf Hitler, incluyó deliberadamente el término “socialismo” en su nombre. A simple vista, podría parecer contradictorio, ya que la ideología nazi no compartía los principios fundamentales del socialismo tradicional, como la lucha de clases o la igualdad económica. Sin embargo, la decisión de usar esta palabra fue una estrategia cuidadosamente calculada para atraer a diversos sectores de la población alemana y competir con los movimientos de izquierda, especialmente los comunistas y socialdemócratas.
En el contexto nazi, el término “socialismo” no implicaba redistribuir la riqueza ni abolir la propiedad privada, como lo proponía el socialismo marxista. Para el NSDAP, “socialismo” significaba someter los intereses individuales al control del Estado y al servicio de la “raza aria”. Este concepto reflejaba una ideología nacionalista y racista, alejada de cualquier idea de igualdad social.
Propaganda y manipulación del término
El uso del término “socialismo” fue una herramienta propagandística diseñada para confundir y captar a votantes que mostraban insatisfacción. En la Alemania de los años 1920 y 1930, el socialismo era una idea popular entre las clases trabajadoras y los movimientos obreros. Hitler aprovechó esto para:
- Atraer a trabajadores que simpatizaban con los ideales socialistas.
- Robar apoyo a los partidos de izquierda.
- Ofrecer una falsa apariencia de modernidad y justicia social.
No obstante, la versión nazi de “socialismo” eliminaba elementos clave como la lucha de clases o el colectivismo. En su lugar, el NSDAP promovía la “unificación nacional” bajo un liderazgo autoritario, con un fuerte componente antisemita y xenófobo.
Contradicciones ideológicas
Aunque el NSDAP incluía palabras como “obrero” y “socialismo” en su nombre, sus políticas beneficiaron principalmente a las elites industriales y militares alemanas. En la práctica:
- Se mantuvo el sistema capitalista, aunque con fuerte intervención estatal para servir a los intereses del régimen.
- Se marginó o eliminó a los miembros del partido que defendían ideas más cercanas al socialismo tradicional, como Gregor Strasser, durante eventos como la Noche de los Cuchillos Largos (1934).
La represión nazi en la Alemania de los años 30 contra los partidos de izquierda y cualquier grupo considerado opositor
Durante el régimen nazi, se persiguió y ejecutó a socialistas, comunistas y cualquier otro grupo que se considerara opositor tanto durante su ascenso al poder como en los primeros años de su gobierno en Alemania, debido a que representaban una amenaza para su ideología totalitaria y el control absoluto que deseaban establecer.
En 1933, después del incendio del Reichstag (el parlamento alemán), Hitler utilizó el evento para culpar a las agrupaciones de izquierda, arrestando a un gran número de sus integrantes. La Ley de Habilitación de 1933 otorgó a Hitler poderes dictatoriales, permitiendo una represión sistemática de los opositores políticos y sociales. Muchos fueron arrestados, enviados a campos de concentración o ejecutados.
Entre los grupos perseguidos no solo se encontraba el Partido Comunista, sino también el Partido Socialista Alemán (SPD), aunque no fuera marxista. Además, otras organizaciones como sindicatos y grupos de trabajadores fueron desmanteladas y sus líderes perseguidos. Los nazis también atacaron a los miembros de la masonería, debido a sus ideales de fraternidad internacional, libre pensamiento y democracia, y porque en muchos casos, se trataba de personas judías.
La represión de cualquier grupo social que defendiera la libertad fue una pieza clave de la política totalitaria nazi, cuyo objetivo era erradicar toda forma de oposición ideológica. Mediante tácticas brutales, los nazis suprimieron a las organizaciones que promovían estos valores, asegurando de esta manera su dominio absoluto sobre la sociedad y consolidando su control sobre el país.
Los principios de Hitler y el atractivo del populismo
El éxito del NSDAP al utilizar términos como “socialismo” demuestra cómo el populismo puede deformar conceptos para adaptarlos a una narrativa política. Hitler explotó el descontento social y económico tras la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión, ofreciendo soluciones simplistas basadas en la unidad nacional y la eliminación de supuestos “enemigos internos” (principalmente los judíos).
Hitler nació en Austria en 1889 y, después de una juventud marcada por fracasos personales, se mudó a Múnich, Alemania, en 1913. Durante la Primera Guerra Mundial, se alistó en el ejército alemán y fue condecorado por su valentía. Tras la guerra, Alemania estaba en un estado de caos económico y político, con el Tratado de Versalles de 1919 imponiendo duras condiciones a los alemanes, lo que generó un gran descontento y sufrimiento en la población.
En 1919, Hitler se unió al Partido Obrero Alemán (DAP), fundado por Anton Drexler y otros nacionalistas alemanes. Este partido inicialmente no era de ideología nazi, pero estaba compuesto por personas de ideas nacionalistas y antisemitistas. Hitler se unió al DAP debido a su afinidad con sus ideas anticomunistas y antisocialistas, y su descontento con las condiciones económicas de Alemania. En 1920, el DAP cambió su nombre a Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP), el famoso Partido Nazi.
Anton Drexler no era de izquierda, sino todo lo contrario. Fue uno de los fundadores del Partido Obrero Alemán (DAP) en 1919, que más tarde se transformaría en el Partido Nazi (NSDAP) bajo el liderazgo de Adolf Hitler. Drexler era un nacionalista y antisemita, y sus creencias estaban más alineadas con el nacionalismo extremo y la oposición a la influencia de la izquierda política en Alemania. Tenía una ideología fuertemente nacionalista y antimarxista, y su enfoque estaba orientado a unir a los trabajadores alemanes bajo un concepto de solidaridad nacional y supremacía racial
El “socialismo” nazi fue, en esencia, una estrategia de marketing político, diseñada para consolidar el poder de Hitler y desviar la atención de los problemas reales hacia una narrativa de odio y exclusión.
Lecciones para el presente
El caso del uso del término “Nacional Socialismo” nos recuerda cómo las palabras pueden ser vaciadas de su significado original y reutilizadas como herramientas de manipulación. En un mundo donde el populismo sigue ganando terreno, es crucial analizar críticamente el lenguaje que usan las personas líderes en política y evitar caer en narrativas simplistas que distorsionan la realidad.
Al igual que en la Alemania de Hitler, los movimientos contemporáneos que apelan al nacionalismo extremo y a soluciones rápidas pueden esconder agendas más complejas y peligrosas. El hecho de que Musk, por un lado, haya apoyado a Weidel en su crítica al nazismo, afirmando que era socialismo desde una opinión negativa, pero que, por otra parte, haya realizado un gesto simbólicamente relacionado con el saludo nazi, es una contradicción intencionada para crear confusión en su mensaje y llevar a interpretaciones erróneas. Al presentar estos dos discursos contradictorios, está jugando con la ambigüedad para posicionarse en un espacio donde puede influir sobre una gran variedad de audiencias. Con su crítica al socialismo, comparándolo con el nazismo, se dirige a los sectores más conservadores, que apoyan este discurso. Sin embargo, con sus gestos coquetea con la ideología de la ultraderecha sin comprometerse explícitamente con ella, lo que le permite atraer a los grupos sociales que simpatizan con estas ideas sin que se le pueda acusar directamente de extremismo. Esto genera un caldo de cultivo para la desinformación y la polarización en la sociedad.
En este contexto, las polémicas recientes y las referencias a los regímenes del pasado deben tomarse con seriedad, para no permitir que los errores históricos se repitan. Solo nos queda informarnos. A leer…
Bárbara Balbo