BARCELONA / ESP.- En los últimos años, el término "Generación de Cristal" ha sido utilizado de manera peyorativa para referirse a adolescentes y jóvenes que nacieron entre 1995 y 2010, a quienes se les acusa de ser frágiles, hipersensibles y carentes de resiliencia. No obstante, al analizar los datos y las tendencias actuales, se revela una realidad muy diferente que desafía estos estereotipos, cuestionando las críticas de generaciones anteriores que, en comparación, presentan tasas significativamente más altas de los problemas que achacan a la supuesta generación de cristal.
Consumo de sustancias: Una generación más saludable
Contrario a la percepción generalizada de indulgencia y descontrol, la Generación Z ha demostrado comportamientos más saludables en comparación con las generaciones anteriores. Estudios recientes, como el realizado por The Times en 2023, revelan que aproximadamente el 21% de los jóvenes entre 18 y 27 años se abstienen completamente del consumo de alcohol, y una fracción mínima consume bebidas alcohólicas de manera regular. Además, el uso de drogas duras ha disminuido considerablemente, con solo un 10% de esta generación reportando su consumo habitual, en comparación con el 36% de generaciones anteriores, según informes como el del National Institute on Drug Abuse (NIDA) de 2022.
Las generaciones mayores, las mismas que estigmatizan a las más jóvenes, presentan patrones de consumo mucho más preocupantes. Datos del NIDA en 2022 indican que más del 65% de las personas de 65 años o más reportan consumir alcohol en niveles de alto riesgo, y más del 10% de este grupo etario participa en episodios de consumo excesivo. Estas cifras sugieren que las críticas hacia los grupos más jóvenes por su supuesto comportamiento frágil y autodestructivo carecen de fundamento cuando se analizan los datos comparativos.
El consumo excesivo de alcohol, de hecho, es una de las principales causas prevenibles de enfermedades y muertes en las generaciones adultas, a nivel global. Según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, aproximadamente el 38% de todas las muertes relacionadas con el alcohol ocurrieron en personas de 65 años y más entre 2020 y 2021. En el caso de España, los datos del Ministerio de Sanidad indican que en 2021 se registraron 13.887 muertes atribuibles al alcohol, representando el 3,3% de todas las muertes en el país. Además, el grupo de edad de 55 a 84 años concentra el 66,9% de las muertes atribuibles al alcohol, mostrando una clara relación entre la edad adulta avanzada y el consumo excesivo de alcohol (pnsd.sanidad.gob.es).
En resumen, estos datos indican que la disminución en el consumo de alcohol y drogas, sumada a un creciente compromiso con la salud y el bienestar, demuestra que la Generación Z está tomando decisiones más responsables y conscientes, contrario a lo que exponen las generaciones anteriores.
Salud mental: ¿Quiénes padecen realmente?
Se ha argumentado que la Generación Z es particularmente vulnerable a problemas de salud mental. No obstante, las tasas de ansiedad y depresión son notablemente más elevadas entre las personas adultas mayores de 40 años. Este grupo etario presenta un mayor consumo de ansiolíticos y antidepresivos, y una tendencia más pronunciada al abuso de alcohol como mecanismo para enfrentar el estrés. Por ejemplo, en España, informes del Instituto Nacional de Estadística (INE) indican que las bajas laborales por trastornos emocionales, como el estrés, la ansiedad y la depresión, siguen aumentando en este segmento de edad.
Actualmente, existe una mayor conciencia social y comprensión sobre la salud mental, lo que ha permitido una identificación y documentación más precisa de los casos relacionados. Este avance se refleja en el aumento de las tasas reportadas, pero es importante destacar que dicho incremento no indica necesariamente una situación más grave, sino un mejor registro y una comprensión más profunda de los trastornos emocionales. A diferencia de generaciones pasadas, donde los problemas emocionales a menudo se ocultaban tras el consumo excesivo de sustancias, la Generación Z tiene acceso a tratamientos psicológicos efectivos y puede hablar abiertamente sobre sus desafíos emocionales, lo que facilita un enfoque más constructivo para abordarlos.
Avances sociales impulsados por la juventud
La Generación Z ha emergido como una fuerza activa y comprometida en la promoción de cambios sociales significativos en el mundo. En el ámbito medioambiental, han liderado movimientos como Extinction Rebellion y "Fridays for Future", este último iniciado por Greta Thunberg, movilizando a millones de jóvenes en todo el mundo para exigir acciones concretas en contra del cambio climático. Esta generación también ha liderado la lucha por la igualdad de derechos para las diversas identidades de género y por los derechos de las mujeres, amplificado sus voces a través de plataformas digitales para crear conciencia, desafiando las estructuras de poder establecidas y promoviendo un cambio inclusivo. Movimientos como el #MeToo para denunciar públicamente casos de abuso y acoso sexual, el Black Lives Matter para organizar protestas y movilizaciones a favor de la justicia racial, e iniciativas como March for Our Lives, nacidas del dolor de sobrevivientes a los tiroteos masivos en las escuelas de Estados Unidos, y el 15M en España, desafiando la corrupción política, han generado cuestionamiento social y presión gubernamental para que se implementen leyes más estrictas en relación a estos ámbitos. Y es ante el auge de estos movimientos y demandas sociales, que los grandes poderes económicos han comenzado a retomar el control de la comunicación, tanto digital como tradicional, con el objetivo de volver a limitar las exigencias de la ciudadanía.
De este modo, la Generación Z no solo ha contribuido a un gran cambio en las conversaciones sociales, sino también a la forma en que las sociedades abordan los problemas fundamentales del siglo XXI.
El papel de las redes sociales
Aunque es indiscutible que el uso irresponsable de la tecnología conlleva ciertos riesgos, no es justo culpar a la generación más joven por los problemas actuales en relación a este asunto. En primer lugar, han demostrado que las redes sociales pueden ser herramientas poderosas para generar cambio social y luchar por un futuro más justo. Y, por otro lado, la responsabilidad recae en las personas adultas a su cargo para enseñarles a utilizar estas herramientas con criterio y cuidado, de la misma manera que se les debe educar para tomar decisiones reflexivas en todos los aspectos de la vida.
En efecto, no es casual que en los últimos años, las redes sociales, que inicialmente fueron herramientas clave para las iniciativas populares, hayan sido tomadas por grandes poderes económicos y políticos, manipulando el discurso público, debilitando el impacto de luchas sociales que antes generaban un cambio positivo, y generando miedo ante el uso de las pantallas. Los contenidos se han distorsionado y los movimientos se enfrentan a la desinformación y la censura, dando lugar a una polarización de la opinión pública y dificultando que las demandas sociales sean escuchadas con la misma claridad. Este control de la información ha permitido que los intereses corporativos y políticos redirijan la narrativa, desactivando el poder transformador que las plataformas digitales alguna vez ofrecieron en manos de la juventud para impulsar la justicia, la equidad y el bienestar social. Como resultado, lo que antes era una vía para el empoderamiento ciudadano, ahora se ve empañado por estrategias de desinformación, miedo, censura y manipulación, debilitando la efectividad de los movimientos sociales y su capacidad para generar un cambio significativo en la sociedad.
Responsabilidad intergeneracional: Un llamado a la reflexión
Es paradójico que las generaciones mayores, responsables de los problemas globales actuales como la crisis climática y las desigualdades sociales derivadas del abuso de poder, critiquen a la juventud por su supuesta fragilidad. A esta generación se le ha cargado la pesada tarea de resolver los desafíos heredados, enfrentando un discurso de culpa desde una edad temprana. Han tenido que sobrellevar, además, la gestión ineficaz de una pandemia por parte de generaciones adultas, mientras se les acusa injustamente de ser demasiado sensibles. Este contraste revela una profunda contradicción: la juventud enfrenta las consecuencias de decisiones pasadas, pero al mismo tiempo se la juzga por no ser lo suficientemente resistente frente a problemas que no solo no ha causado, sino que intenta revertir.
La etiqueta de "Generación de Cristal" aplicada a la juventud actual no solo es inexacta, sino que también ignora las contribuciones significativas y los comportamientos responsables que caracterizan a una mayoría de este sector de la población. En lugar de estigmatizar y criticar, debemos fomentar el diálogo intergeneracional y la colaboración, para abordar los desafíos compartidos y avanzar hacia una sociedad más cohesionada.
Bárbara Balbo