El imperialista sobre la alfombra de los serviles.
Marco Rubio pisa Ecuador y pareciera que ha llegado un emisario del cielo, pero en realidad aterriza un cuervo con las alas empapadas en sangre. Los noticieros hablan de “alto nivel diplomático”, los alcaldes se disputan la foto como vírgenes en concurso de belleza, y los politiqueros locales se retuercen de placer al estrecharle la mano al hombre que aplaudió invasiones, sanciones y genocidios como si fueran medallas de honor.
Por su parte Daniel Noboa, presidente de Ecuador, no gobierna: obedece. No es estadista, es un paje bien adiestrado del imperialismo, un cadete aplicado en el arte de inclinar la cabeza y firmar sin leer. Se pasea con traje de presidente, pero en realidad es apenas un gerente local de la sucursal Washington S.A., encargado de entregar puertos, recursos y soberanía al mejor postor. Con la sonrisa de heredero mimado, se disfraza de modernizador, cuando en el fondo actúa como lo que es: un enemigo declarado de los pueblos del Ecuador y del mundo, un sirviente que aplaude la presencia de Marco Rubio como si fuera un mesías, cuando en realidad se trata de un verdugo imperialista con las manos manchadas de sangre. Noboa no representa al Ecuador, representa la vieja estirpe de lacayos que cambian la dignidad de un país por una palmadita en la espalda de los gringos.
Rubio no viene con flores ni con tratados de hermandad. Viene con un portafolio lleno de amenazas envueltas en papel de regalo. Viene a dictar cátedra de “lucha contra el narcotráfico”, mientras su propio Estado financió guerras con cocaína colombiana y opio afgano. Viene a hablarnos de “defender la democracia”, cuando su democracia se construye sobre montañas de cadáveres en Irak, Siria, Libia y ahora Palestina.
El senador de Florida es un vendedor de espejitos, los mismos que antes trajeron los conquistadores para engañar a nuestros pueblos originarios. Solo que ahora los espejitos tienen nombre: “cooperación en seguridad”, “inversión extranjera”, “alianzas estratégicas”.
Los alcaldes, ese coro de ranas serviles, croan obediencia mientras extienden la alfombra. Cartones de vitrinas: allí se exhiben como bestias domesticadas que venden cuerpo y alma por una foto con el cuervo. ¡Qué circo más grotesco! Se desvisten de cuerpo y alma para recibir a un verdugo de rostro belicista.
¡Qué espectáculo más patético! Quito, Guayaquil y Cuenca convertidos en burdeles diplomáticos donde los amos del norte pasan revista a sus sirvientes. No es visita oficial, es inspección colonial. Es la foto en la que el imperialismo sonríe y el subalterno se arrodilla.
Rubio viene, además, a recordarnos que somos para ellos “patio trasero”. Lo dicen sin decirlo: Ecuador no es socio, es pieza descartable en el tablero geopolítico. Nos quieren de garita militar, de bodega, de campo de experimentos. Y algunos gobernantes locales se prestan al juego, como si la soberanía fuese un chiste y la dignidad una antigüedad de museo.
Pero que quede claro: el pueblo no se traga ese cuento. No necesitamos a Marco Rubio para combatir el narcotráfico; lo que necesitamos es un Estado soberano que no se arrodille ante la DEA. No necesitamos a Marco Rubio para hablar de democracia; lo que necesitamos es barrer a las mafias políticas que se venden al mejor postor. No necesitamos a Marco Rubio para traer progreso; lo que necesitamos es defender nuestras riquezas y repartirlas con justicia.
Rubio es un emisario del saqueo, un bufón del Pentágono, un predicador del infierno. Su discurso huele a pólvora y petróleo, a sanción y bloqueo, a cárcel y cementerio. Y sus cómplices locales, de derecha o “progresistas”, huelen a colonia barata y a traición orquestada.
El pueblo ecuatoriano no debe olvidar que cada vez que un emisario del imperialismo pisa nuestra tierra, lo hace con un mapa bajo el brazo: un mapa donde nuestras selvas, minas, costas y puertos aparecen con precio, no con bandera.
Frente a eso, solo queda la unidad del pueblo, de las organizaciones sociales, de los trabajadores, de los campesinos, de los pueblos indígenas. Solo queda levantar la voz y la dignidad, para decir fuerte y claro:
¡Fuera Marco Rubio!
¡Fuera las garras ensangrentadas de Estados Unidos de nuestra patria!
Ecuador no se vende, Ecuador resiste, Ecuador vencerá.
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