Daniel Noboa decidió dirigir personalmente la Empresa Nacional de Minería (ENAMI), sin ningún intermediario y así tomar las riendas del negocio minero del Ecuador. Previamente, el Ministerio de Energía y Minas decidió reabrir el catastro minero lo que posibilita que algunos contratos firmados por ENAMI con empresas mineras, se ejecuten y, sobre todo, crea el ambiente para concretar las concesiones mineras, tanto para explorar y explotar minas pequeñas, así como grandes, metálicas y no metálicas. Un enorme paso que hace brillar los ojos de los grandes empresarios mineros y sembrar angustia en los defensores de la naturaleza.
ENAMI es la responsable pública de ejecutar las actividades mineras, aunque, como se insiste, ya que el Estado no tiene plata, puede concesionar esa responsabilidad y allí estará directamente el presidente Noboa, para, como dicen ellos, con el “músculo” financiero del Grupo Empresarial Noboa de su padre y del Grupo Nobis de su tía, ofrecer y decidir sobre a quién concesionar el negocio minero ecuatoriano, que está avaluado en más de USD 200.000 millones, una fortuna. Casi el doble del PIB ecuatoriano, la mitad de la fortuna del hombre más rico del planeta.
El caso es que tal riqueza minera no garantiza al país mejores días, como no lo ha hecho la riqueza petrolera, porque existe la certeza de que los verdaderos beneficiarios serán las empresas concesionarias que, junto con los altos funcionarios gubernamentales, se llevan por sobre el 80% de esa riqueza, dejando al país solo una pequeña porción y, para colmo, graves afectaciones a la naturaleza. Noboa también decidió participar directamente en otras empresas públicas de importancia en las que con su peso político decidirá el destino de los importantes recursos que esas empresas manejan. Enami, CNEL, Celec y Petroecuador empresas por las que circula la riqueza nacional y en las que los Noboa tienen intereses directos.
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