Ser mujer y envejecer en México presenta el claro rostro de la feminización de la pobreza. Las adultas mayores enfrentan una doble carga de prejuicios y discriminación tradicional: la de género y de la edad. Con la llegada de vejez, esa historia de desigualdad tradicional reclama mayor atención integral de la sociedad.
Enfrentar el envejecimiento resulta un tema complejo, porque requiere tanto de la independencia personal para asegurarse otras maneras de vivir y de pensar, así como de la atención y acción social para garantizar que las personas mayores de la tercera edad, aseguren el bienestar que merecen según las leyes de los Derechos Humanos.
Este tema adquiere dimensiones diferentes según el sexo de las personas. La sociedad suele reducir a las mujeres mayores a la figura entrañable de “abuelitas”, sin reconocerlas como ciudadanas plenas de derechos.
Ellas quedan ausentes de los medios de comunicación, en los espacios políticos o en los debates sobre envejecimiento, como si la vejez no tuviera género. Obvio también el lenguaje las borra: con frases como “los viejos o los adultos mayores” que refuerzan la idea de que lo masculino representa a todas las personas.
Para las políticas públicas ellas, aunque están invisibles, sostienen gran parte de la reproducción de la fuerza laboral, elaboran alimentos, cuidan a nietos, nietas, personas enfermas o discapacitadas dependientes incluso, cuando también necesitan cuidados de sí mismas, así devienen pilar silencioso que sostienen familias y comunidades, casi siempre sin apoyo, ni reconocimiento económico.
Las mujeres mayores no son invisibles, aunque el sistema las ignora. Nombrarlas, escucharlas y reconocerlas resulta indispensable, porque están en cada hogar, en cada barrio, en cada historia de vida. No son pasado, son presente. No son carga, son fuerza. Demuestran su presencia trabajando, cuidando, aportando. Son necesarias, desde el hogar hasta en las comunidades, la educación, el desarrollo.
La sociedad insiste en llamarlas “abuelitas”, como si su único papel fuera el de cuidadoras tiernas y calladas. Pero ellas, trabajaron, lucharon, sacaron adelante a familias, sus comunidades y al país. Aun así, cuando llegan a la vejez, siguen aportando en silencio. México les debe mucho más que gratitud: les debe dignidad, igualdad y un futuro seguro.
El Programa Universitario de Derechos Humanos UNAM, fundamenta algunas lamentables manifestaciones que identifican esta revictimización hacia las mujeres adultas mayores en México. www.pudh.unam.mx:
Identifica la discriminación múltiple: género + edad + etnia+ discapacidad + limitaciones económicas = interseccionalidad que se encuentran por zonas rurales y urbanas según los estados de la Federación mexicana, donde se exhiben menos acceso a recursos, salud y participación social.
Expone a las mujeres mayores que padecen una discriminación acumulada por género y edad por las desigualdades como menores salarios, exclusión laboral o trabajo no remunerado, que se intensifican en la vejez, dejándolas en una precaria situación económica y social.
Afirma la CEDAW, que ellas experimentan discriminación multidimensional que se resumen en la “feminización de la pobreza con mayores estereotipos edadistas”. Las que trabajan mayores de 65 años de edad, ganan en promedio un 27 % menos que los hombres y enfrentan brechas significativas también entre los 55 y 64 años de edad, con las desventajas sistémicas en acceso laboral, pensiones, negación de créditos, sin acceso a salud, ni visibilidad pública o valoración social mientras continúan laborando en el mercado informal.
La discriminación hacia las mujeres adultas mayores en México no es solo producto de su edad, sino de una intersección compleja como parte de la estructura y cultura patriarcal que aún permanece omnipresente en el entramado social e ideológico de la sociedad.
Con motivo de esta jornada vale reclamar mejores políticas públicas con perspectiva de género pero además, enriquecer y transformar conceptos de edad y vejez individualmente, para dejar atrás prejuicios. Veamos pues, con más respeto a las mujeres adultas mayores en nuestro entorno, porque ellas están visibles, presentes y son necesarias.
@Letra Clara
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