Quienes nacimos antes de la era de internet y hemos visto su veloz evolución, lo sospechábamos: internet daña nuestras mentes. Sin embargo, ante la falta de evidencia y estudios concretos que nos permitan afirmar con certeza sobre el grado e impacto del daño que nos puede causar el uso de esta tecnología lo hemos olvidado.
La velocidad con que la tecnología llega a nuestras vidas es apabullante. Nuevos teléfonos inteligentes, mejores y más veloces computadoras, acceso a bases de datos, mejores sistemas para organizarnos y trabajar. Conexiones con nuestros familiares y amigos a la velocidad de un click. Ante tal avalancha de datos, de cambio de hábitos, se nos olvida dónde ha quedado internet.
Un llanero solitario cuya voz proclama en este desierto tecnológico es Nicholas Carr, quien después de su artículo "¿La tecnología importa?", publicado en la Harvard Business Review en 2004 y que se convirtió en un libro —best seller en 2009—, ha sido de los pocos autores que han hablado en contra de Internet y su impacto.
Su nuevo libro, que podríamos traducir: La superficialidad: ¿Qué está haciendo internet en nuestros cerebros? es un ejemplo de esto. La principal argumentación de la obra se centra en demostrar cómo el internet está dañando nuestra manera de pensar, de aprender y de ser.
¿Cómo demostrarlo?
Para lograrlo el autor nos regala diez capítulos y tres reflexiones que complementan su pensamiento. Por ejemplo, en su primer capítulo —"Hal y yo"— nos recuerda esa película de Stanley Kubrick: 2001 Odisea del Espacio, en que la computadora de la nave espacial ha evolucionado tanto que ahora tiene sentimientos y... comienza a tener miedo. ¿Podremos llegar a ese extremo? Al parecer sí.
Según Carr, ya contamos con este tipo de computadora, lo cual demuestra que hemos perdido la calma, la atención concentrada y el pensamiento profundo, como resultado de una exposición frecuente y constante a internet. Incluso hemos llegado a sentirnos intoxicados y necesitamos de esa droga que se llama información, cuando recibimos un mensaje de texto o un correo electrónico.
Una de las tantas pruebas que nos ofrece Carr es la forma en que escribimos ahora a través de los procesadores de palabras: "Así como Microsoft Word me ha convertido en un procesador de textos de carne y hueso, el Internet, en cierto sentido me ha convertido en algo así como una máquina procesadora de datos de alta velocidad, en un HAL humano. Extraño mi viejo cerebro".
La columna del sabado 6 agosto del 2011 en Diario La Nación, de Buenos Aires, escrita por Mario Vargas Llosa dice: "Más Información, menos conocimiento".
Ahora somos usted y yo, una generación que caminamos rumbo hacia nuestro final, los que podemos dar testimonio si esto es verdad.
Aunque basta ver esta nueva generación dependientes al 100% del internet! No saben a que huele un libro , su mente ya no vuela con la imaginación, pues ahora TODO es virtual.