Los trabajadores y el pueblo no confían en los órganos de la institucionalidad burguesa y eso preocupa en las élites económicas y políticas del país, porque son circunstancias que incuban la protesta popular.
A medida que se acerca el plazo que la Asamblea Nacional tiene para juzgar y destituir o no al presidente Guillermo Lasso, la gran prensa tradicional acentúa su campaña para posicionar en la población tres ideas centrales: que Lasso no es responsable de peculado; que los acusadores no han podido demostrar la responsabilidad del Presidente en lo que se le acusa; y, que no existen los votos suficientes para su destitución.
Muy a pesar de esos esfuerzos, Lasso tiene perdida la batalla política con el pueblo. Una reciente encuesta da cuenta que el 86% de ecuatorianos desaprueba la gestión del presidente, y las dos principales causas para que la gente piense así es porque considera que «no ha hecho nada» y debido a la corrupción. El 76% de los consultados asegura que Lasso es responsable de corrupción y el 57% cree que será destituido.
Lasso no ha hecho nada por el pueblo y mucho por los grandes empresarios y el capital extranjero. Cuando se rechaza la gestión gubernamental, en los hechos y a pesar de que no todos los miren así, hay un repudio al carácter neoliberal de la política que se ejecuta en el país. Bien es sabido que esta no solo se traza en los cenáculos de los economistas burguesas neoliberales, sino en las oficinas del Fondo Monetario Internacional. Ellos son los partidarios de los recortes presupuestarios para el sector social, de las privatizaciones de las empresas estatales, de las reformas tributarias que protegen las riquezas de los millonarios, de política de puertas abiertas para que entre el capital extranjero y salga en mayores cantidades que el que ha ingresado. Ahora es Guillermo Lasso y su equipo económico quienes ponen en ejecución ese programa; antes fue Lenín Moreno y luego podría ser otro. Es el contenido de esa política burguesa lo que ha llevado al país a la situación actual.
Los operadores del Gobierno hacen todos los esfuerzos para comprar votos en la Asamblea y salir «librado» del juicio, lo que afecta aún más su imagen y también de la Asamblea Nacional que, igualmente, tiene una pésima calificación en la población. Los trabajadores y el pueblo no confían en los órganos de la institucionalidad burguesa y eso preocupa en las élites económicas y políticas del país, porque son circunstancias que incuban la protesta popular.
En la coyuntura actual, ese descontento popular tiene una clara bandera de lucha, que es la salida de Lasso de Carondelet.