BOLIVIA // El pasado viernes 21 de marzo del año en curso se llevó a cabo un evento cultural para hablar sobre quién en vida fue Gustavo A. Navarro, más conocido como Tristán Marof. Un evento magistral que fue impulsado por el colectivo cultural Hemeroteca Paceña, llevado a cabo en el espacio de difusión y café restaurante Waliki, en la ciudad de La Paz, en el barrio de Miraflores. Los expositores fuimos Oscar Córdova, investigador y difusor cultural; Víctor Cervantes, investigador; y yo, Esteban Guillén, politólogo.
Para abordar este tema, recurrí a dos de los más grandes exponentes de la filosofía política en Bolivia para analizar a Marof desde dos perspectivas diferentes: Guillermo Fráncovich y Guillermo Lora. Así, titulé mi investigación: “Gustavo Navarro y Tristán Marof: desde Fráncovich y Lora”. La pluma de Guillermo Fráncovich escribe sobre Gustavo A. Navarro en su libro El Pensamiento Político Boliviano en el Siglo XX, de la colección Tierra Firme, publicado en 1956. Guillermo Lora, por su parte, lo hace en Historia del Movimiento Obrero Boliviano, una colección de cuatro tomos publicada en la editorial Amigos del Libro; el capítulo de Marof se encuentra en el tercer libro.
Desde Fráncovich y Lora
El primer libro de Guillermo Fráncovich aborda a Gustavo A. Navarro en un apartado donde se explora la crisis que afectó a las corrientes liberales, positivistas y modernistas. Inicialmente, no lo menciona como Marof, sino que introduce este seudónimo más adelante en el desarrollo del capítulo. El autor inicia de manera precisa, destacando que, inspirado por el modernismo de Rodó, Navarro inició su aventura literaria a partir de su crítica política hacia los gobiernos liberales. Sus primeros escritos fueron difundidos en Renacer Altoperuano y en El Hombre Libre; su primera obra, Los Cívicos, fue publicada en 1919 por la editorial Arnó Hermanos. Desde joven, Navarro mostró pasión y un estilo riguroso al abordar a sus adversarios.
Perteneciente al Partido Republicano, su cercanía con “El Cholo” Saavedra le permitió ser enviado a Europa como funcionario. Tenía aproximadamente veinticinco años. Fue en Francia donde su espíritu experimentó una transformación, impregnándose de las ideas revolucionarias de la época. Adoptó el nombre de Tristán Marof —Fráncovich menciona que sentía cierta rusofilia— y bajo este seudónimo comenzó a publicar las obras que conformarían la base de su pensamiento. Entre las más destacadas se encuentran El Ingenuo Continente Americano, Suetonio Pimienta, Wall Street y La Justicia de los Incas, todas ellas con un marcado sentido crítico hacia la sociedad americana, los diplomáticos y el legado colonial.
Fráncovich explica que, de manera contemporánea a Mariátegui, Tristán Marof ya había planteado en La Justicia de los Incas que la sociedad incaica presentaba un modelo social y político similar al propuesto por el socialismo y el comunismo de Marx. Para Marof, los pueblos americanos debían inspirarse en una revolución que recuperara el modelo incaico, ya que, según él, en esa sociedad el trabajo era una obligación y no existían vicios ni lujos. Expresaba una fuerte hispanofobia hacia las instituciones coloniales, argumentando que los españoles habían destruido un régimen ideal para el hombre americano, imponiendo uno basado en la explotación y los intereses egoístas. Con la llegada de las repúblicas, Marof veía solo un cambio político, no económico; la independencia había creado pequeñas republiquetas con las mismas estructuras coloniales. Para él, “toda la vida de América da pena, la América Latina no alcanzará su plenitud si no toman como dogma político el comunismo”.
A pesar de su espíritu revolucionario, Fráncovich destaca que Marof mantuvo una postura crítica y objetiva en muchos aspectos. Fundador del ya extinto Partido Obrero Socialista de Bolivia, reconocía que una hermandad entre naciones era casi imposible y era severo en su crítica hacia los resultados de la revolución rusa que tanto admiraba. En algún momento, llegó a afirmar que “nunca puede llamar socialista un hombre horrado a una pandilla de burócratas y asesinos”. Además, señalaba que el sistema socialista requería más que revolución y acción; para su correcta aplicación, era necesaria actividad, cultura y honradez, valores que, según él, no se alcanzaban con ninguna revolución, sino con el esfuerzo paciente de las generaciones.
Fráncovich concluye el capítulo mencionando que, para ese entonces, Navarro ya estaba alejado de las luchas políticas y dedicaba la mayor parte de su tiempo a reflexionar sobre su vida y a escribir sus memorias.
Guillermo Lora no escribió una biografía de Tristán Marof, sino más bien una crítica mordaz de toda su trayectoria política e intelectual. Inicia mencionando que, bajo su primer pseudónimo, "Flores", Marof publicó varios panfletos mientras aún estudiaba en la universidad. Para Lora, Marof nació y creció en una sociedad "exageradamente aristocrática", lo que generó un fuerte resentimiento en él, ya que no pertenecía a esos grupos elitistas.
Lora evalúa varios aspectos de Marof, entre ellos su falta de disciplina intelectual. Según Lora, Marof se basaba principalmente en sus recuerdos y memoria para escribir sobre las sociedades americanas precolombinas. Critica que emplee estos recursos sin una metodología rigurosa —Lora no lo dice explícitamente, pero parece referirse a la dialéctica y al método marxista— al abordar temas históricos tan profundos, lo que cuestiona su capacidad para ofrecer un análisis sólido.
En el ámbito político, Marof era combativo y siempre crítico. Aunque Lora no le quita el mérito de haber sido un símbolo para la izquierda – especialmente entre 1925 y 1935 – en palabras de Lora: "Se esperaba que Marof crease una poderosa e invencible organización socialista, capaz de aplastar a la rosca con todos sus recursos y de vengar tanto secular ultraje inferido al pueblo." Esto no sucedió. A pesar de haber sido invitado por Gainsborg al Partido Obrero Revolucionario como vocero y haber fundado el PSOB después, Marof nunca lideró una revolución ni tuvo la intención de hacerlo; nunca encajó en la idea de unir a los obreros y campesinos en un solo ente. Para Lora, Marof resulta decepcionante, ya que no ha dejado casi ninguna huella perdurable. No obstante, también reconoce que el eslogan tierras para el pueblo y minas para el Estado fue un aporte fundamental; tanto así, que el Movimiento Nacionalista Revolucionario basaría dos de sus reformas más estructurales, la de nacionalizar las minas y la reforma agraria, en aquel postulado marofista.
En cuanto al talento de escritor, Marof es descrito como alguien con una capacidad literaria excepcional, a pesar de su prosa a veces torpe. Lora admira particularmente su talento, especialmente en novelas de crítica social como Suetonio Pimienta y La Ilustre Ciudad. Sin embargo, considera que Marof no ha logrado producir la obra maestra que se esperaba de él, dada su fama y su gran talento. Lora confirma esto al decir: “Tenemos la impresión de que no se ha realizado plenamente como literato, que ha sido frustrado por la política.”
Lo último destacable que Lora menciona sobre Marof es su participación activa contra el gobierno del MNR y sus denuncias contra el nazismo en Bolivia. Para Lora, este acto fue consecuencia de su fidelidad a sus ideas socialistas, enfrentándose a lo que él consideraba los "nazis criollos".
La figura de Tristán Marof, analizada desde dos perspectivas diferentes: Guillermo Fráncovich y Guillermo Lora, muestra a un intelectual y político complejo, cuya trayectoria estuvo marcada por la crítica social y la lucha ideológica.
Fráncovich resalta la evolución de Marof desde su juventud influenciada por el modernismo hasta su transformación en un pensador revolucionario, inspirado por su estadía en Europa. Lo muestra como un idealista que veía en la sociedad incaica un modelo socialista previo al marxismo y que propugnaba una revolución basada en la recuperación de ese sistema. Sin embargo, también señala su desencanto con la realidad socialista y su visión crítica sobre la burocracia y el autoritarismo en los regímenes comunistas. En general, el Gustavo A. Navarro de Fráncovich es un ser desencantado, frustrado por factores externos y la política en general. No desmerita en ningún momento al personaje.
Por otro lado, Lora adopta una postura más crítica, cuestionando la falta de disciplina intelectual de Marof y su incapacidad para liderar una revolución socialista efectiva. Si bien reconoce su influencia en el pensamiento de izquierda boliviano y sus contribuciones con consignas que, indudablemente influenciarían movimientos posteriores, lo considera un personaje frustrado en su faceta tanto política como literaria. Sin embargo, parece ser que Lora ve una frustración interna, más relacionada con su espíritu y su manera de ser; un personaje que – según él – sería más recordado por sus fracasos que por sus éxitos.
Agradecimientos
No me queda más que agradecer al Hemeroteca Paceña y a su coordinador general, Oscar Córdova Sanchez; también al espacio Waliki, especialmente a Juan Carlos Calle, que ofrece su ambiente para el debate, la literatura, el arte.