Aunque la Primera Guerra Mundial había concluido en noviembre de 1918, los frentes de batalla se mantenían abiertos, porque varios países europeos reclamaban la firma del Tratado de Versalles. En abril de 1919 con el propósito de dar fin a esta situación, se convocó a una conferencia en Francia, en la que intervino Woodrow Wilson, entonces presidente de Estados Unidos; durante su discurso sufrió un desmayo. Se había contagiado con la fiebre española. Hasta ese momento, los presidentes de los países en conflicto le habían mentido al mundo sobre las reales cifras de fallecidos por la terrible pandemia. Sólo los medios de comunicación de España revelaban las cifras de fallecidos y el dolor que los agobiaba; los ibéricos eran neutrales en la guerra y sólo se dedicaban a atender a sus enfermos. Cuando se supo la verdad, los muertos sumaban casi 50 millones. Si los mandatarios hubieran visibilizado esa información, la cifra de decesos quizá no hubiera llegada a la mitad.
Ese mismo silencio y desinformación, ahora en complot con la indolencia de funcionarios públicos, contribuyen a aumentar el caos entre la población que no sabe a quien creer y menos aún tiene claro lo que debe hacer. Definitivamente, esta gente amenaza la subsistencia humana. En Ecuador, no tenemos una voz oficial ante la crisis. Los que deben informar no lo hacen. El Viceministro de Salud, Ángel Carrasco, habla por el ministro del ramo y, de paso, lo hace quedar mal. En los pocos días que tiene en el cargo ha dicho una serie de disparates que lo único que ha hecho es crear distanciamiento con los médicos del País. Hace unos días dijo en Teleamazonas que “Lamentablemente los médicos de las emergencias quieren los trajes blancos, quieren estar disfrazados de astronautas todo el día”, con el ánimo de desacreditar el justo reclamo de los galenos. El pasado 24 de marzo, en cambio, sostuvo en El Universo, que muchos médicos y enfermeras que se han contagiado no ha sido en los hospitales, sino que han adquirido la enfermedad comunitariamente. En buen romance, se mantiene en que los doctores mienten.
Un día antes, esto es el 23 de marzo, Carrasco anunció en El Comercio que llegarán un millón y medio de dosis de cloroquina de la India en el transcurso de los siguientes 20 días (es decir, el 11 de abril); no obstante, en el periódico digital argentino Infobae de hoy (31 de marzo) se indica que ese país suspendió desde el pasado 4 de marzo la exportación de ese medicamento ante el inminente hecho de que ya tienen infectados y su población es de 140 millones de habitantes. El periódico El Global de España, sostiene lo mismo y agrega que el objetivo de esta restricción es protegerse ante una posible escasez de fármacos en ese país. Solo a Estados Unidos le cumplirán en un porcentaje por compromisos adquiridos con antelación. Si es que esto es verdad (y al parecer sí lo es) esperamos que el Ministerio de Salud y el Gobierno Nacional tengan un plan B. Al interior del IESS, la situación es por demás despreciable e indignante.
Miguel Ángel Loja, exdirector general de la Institución, en complicidad con otros funcionarios aprobaron la adquisición de insumos médicos con sobreprecios de hasta el 200%. En la planilla de compra, por ejemplo, se contemplaba la adquisición de 131.890 mascarillas N95 a un costo de 12 dólares cada una cuando en el mercado están a 4, es decir, si fueran honestos hubieran podido comprar 395.670 mascarillas. Evidentemente le importa menos que una tira de serpentina la vida y la salud de médicos, personal de salud y pacientes del IESS. Para colmo, Loja, en un acto más parecido a una burla cruel, presentó con fecha 30 de marzo una carta de “renuncia irrevocable”. En otras palabras, el hombre se va indignado.
Las autoridades han anunciado la apertura de un expediente administrativo para determinar responsabilidades y sanciones ¡Qué tibias declaraciones! Por este delito, en Estados Unidos ya estuvieran presos esperando sentencia, en China ya habrían sido juzgados y sólo estarían esperando la sentencia de muerte (de acuerdo al Código Penal Chino, quien malverse de 463.000 dólares en adelante será ejecutado), y En Corea del Norte ya los habrían fusilado en público. Pero ojo, la investigación no puede quedar ahí. Habrá que determinar si existió o no participación en éste ilícito por parte del presidente del Consejo Directivo del IESS, Paúl Granda, y de otros dos funcionarios que fueron removidos de sus cargos, pero que igual siguen trabajando porque tan solo fueron trasladados a otras funciones. A eso, sumen la renuncia de los ministros de Salud y Trabajo.
Las cifras sobre los recursos disponibles para la atención de la emergencia, no coincide con lo que declara el Gobierno. Las cifras siguen siendo irreales. Hasta hoy, los fallecidos declarados oficialmente son 75. Solo en un fin de semana mueren más. De hecho, en lo que me tomó escribir estas líneas han muerto cuatro personas conocidas, incluida la mamá de un gran amigo mío. En 1918, España hacía su máximo esfuerzo para transparentar la verdad mientras el resto de países contagiados la ocultaba. Ahora todo parece indicar que es lo contrario: En todos los países se dice la verdad, menos en Ecuador.(Gunter Ponce Aspiazu)