El rebrote de fiebre amarilla, tosferina, dengue, leptospirosis, es titular noticioso en los últimos días, confirmando el estado de abandono del sistema público de salud. La mayoría de las familias más empobrecidas, sufren día a día las secuelas de enfermedades letales por falta de tratamiento médico oportuno en los hospitales y centros de salud, administrados por el ministerio de Salud. Se han reportado 320 casos de contagio de tos ferina y de once fallecidos; cuatro casos de fiebre amarilla confirmados en Zamora y Morona Santiago; ocho niños de entre siete y nueve años, fallecidos por leptospirosis, en Taisha (Morona Santiago).
El factor común de la mayoría de esos decesos radica en la ausencia de un entorno saludable debido a la falta de agua potable; por la carencia de medicinas e insumos médicos, por equipos sin mantenimiento, la escasez de profesionales de la salud como médicos, enfermeras, camilleros, desabastecimiento de pruebas y vacunas; en definitiva, por un sistema público de salud sometido a la más brutal restricción presupuestaria, gracias al ajuste fiscal del 2,2%, en cumplimiento de la carta de intención firmada con el FMI (una tercera parte del presupuesto general del Estado se va en el pago de la deuda, un gasto enorme que supera la inversión en educación y salud).
Los últimos tres gobiernos, entre ellos el de Noboa, son los responsables de que el sistema público de salud esté en soletas, por lo que son inaceptables las declaraciones del ministro de Salud, Edgar Lama, pretendiendo justificar que los casos son aislados y están controlados mediante un esquema de vacunación, ya cuando las muertes se produjeron, cuando lo que queremos escuchar es que por las políticas públicas implementadas se evitaron las muertes.
La escasez de vacunas es evidente, y la misma actitud inerme existe frente a los negociados con las mascarillas, o la adjudicación ilegal por USD 3,9 millones en catorce contratos del hospital Monte Sinaí. Un exministro, en una reciente declaración, sostuvo que el Ministerio de Salud no existe, corroborando la opinión general de que el sistema público de salud está desmontado.