En medio del ruido en las calles y de las luces navideñas, los cantos de villancicos y las mesas adornadas para celebrar, una sombra oscura cruza el espíritu de quienes aún creen en la justicia y humanidad. Mientras el mundo prepara festividades, en Palestina el genocidio continúa como una llaga abierta, recordándonos que la paz proclamada en Navidad está lejos de ser universal. El silencio de Dios, ese abismo de preguntas sin respuesta parece resonar más fuerte que nunca con mas de 40.000 asesinados.
¿Dónde está Dios en Palestina? Para quienes profesan la fe, el genocidio en Palestina plantea una pregunta desgarradora: ¿Dónde está Dios en este sufrimiento? Este interrogante no es nueva; esta pregunta ha acompañado a la humanidad en cada tragedia colectiva desde las cruzadas hasta el genocidio en gaza. Pero en el caso de Palestina, el silencio divino parece agravarse por la inacción humana, por la indiferencia de gobiernos y ciudadanos que eligen mirar hacia otro lado.
La teología desde la Fe ha intentado explicar el silencio de Dios como una prueba, un espacio para que la humanidad ejerza su libre albedrío. Pero desde una perspectiva contemporánea y ética, este silencio también puede interpretarse como un llamado urgente a actuar. Si Dios guarda silencio, ¿Acaso no somos nosotros, la humanidad quienes debemos llenar ese vacío con nuestra voz y nuestras acciones?
El contraste con la Navidad celebra el nacimiento de Jesús, quien vino al mundo como símbolo de esperanza y redención. Sin embargo, esta festividad puede sentirse hipócrita cuando se celebra con indiferencia hacia las injusticias contemporáneas como las desigualdades sociales del capitalismo y el genocidio en Palestina. ¿Qué sentido tiene proclamar la paz en la tierra mientras ignoramos la violencia que desgarra a otros seres humanos?
La Navidad, más que una celebración pasiva, debería ser un llamado a la acción. Si verdaderamente queremos honrar su espíritu, debemos transformar las palabras en hechos. ¿Cómo? Alzando la voz contra la opresión, educándonos sobre el conflicto en Palestina, donando recursos a quienes trabajan por la paz y, sobre todo, desafiando las narrativas que normalizan la deshumanización.
La psicología nos enseña que, frente al trauma, la resiliencia no solo es posible, sino necesaria. En este contexto, nuestra resiliencia no se trata de soportar pasivamente el sufrimiento ajeno, sino de convertir nuestro dolor en acción solidaria. La empatía debe impulsarnos a buscar soluciones, a exigir justicia ya construir un mundo donde los valores que celebramos en Navidad.
Una Navidad real para Palestina. hagamos de la Navidad un tiempo de compromiso. Compromiso con la verdad, con la justicia social y con aquellos que sufren en silencio. El genocidio en Palestina no es solo un problema político; es una prueba de nuestra humanidad. Y en este silencio de Dios, la verdadera respuesta somos nosotros.
¿Queremos celebrar la Navidad como un ritual vacío o como una oportunidad para ser el cambio que el mundo necesita? La paz en Palestina y en todos los rincones del mundo depende de nuestras acciones, de nuestra disposición a hablar cuando otros llaman y de nuestra voluntad de actuar cuando otros miran hacia otro lado.
La Navidad nos llama a recordar que, aunque Dios guarde silencio, nuestra voz puede resonar. Dejemos que el espíritu navideño nos inspire no solo a dar, sino a luchar, a construir ya transformar. Que esta Navidad sea también un acto de amor hacia Palestina y a todos esos niños que ya no poseen una casa y su familia fue asesinada. ¿Qué pensaran de la Navidad? ¿Qué pensaran del Silencio de Dios? "
Quien con monstruos lucha debe tener cuidado de no convertirse en uno; y si miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti." -Friedrich Nietzsche.
En 20 años más, en la cartelera del cine se estrenará la película "Gaza" , y los espectadores, comiendo cabritas, dirán: "¿Cómo permitimos esto como sociedad?". Al igual que sus abuelos, que vieron La lista de Schindler en los años 90 y se hicieron la misma pregunta. MAR
Miguel Angel Rojas Pizarro: Papá. Psicólogo Educacional, Profesor de Historia y Cs. Políticas, Psicopedagogo©. Post Título en Orientación Vocacional, con estudios de Doctorado y Magíster en Educación y Convivencia Escolar. Bombero, Académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Aysen y Libre Pensador.