Llegado el Día de la Madre..
En varios países se ha celebrado en este mes el Día de la Madre. Más allá de buscar una justificación que pueda pasar por el motivo económico, a todos nos moviliza pensar en nuestras madres, y la posibilidad de generar un momento de expresión amorosa exclusiva hacia ellas puede ganar nuestra emotividad. En un espacio de salud, como el que pretendemos llevar adelante, nos daremos la oportunidad de abrirnos a la reflexión como en otras celebraciones un poco más específicas.
Dicho esto, comencemos observando que nuestra salud, mucho tiene que ver con una parte que a veces pasa de primordial a obviada o no considerada. Nuestra educación nos guía siempre por el camino de lo tangible, de lo comprensible y práctico, y se deja de lado un componente que tal vez sea el que más orienta a nuestro físico a expresarse. Básicamente, obviamos la voz de nuestra naturaleza, ese sonido, esa percepción que comenzamos a hacer nuestra desde que nos comenzamos a gestar; tal vez podríamos decir que es parte de nosotros, que es exclusiva de cada ser humano. Y todo ello ocurre por medio de esa conexión, que se comienza a generar desde el mayor silencio de la concepción hasta nuestro primer llanto. De allí que nuestra fuente, nuestra fuerza generadora, comienza a darnos forma y sentido desde lo más sensible a la mayor expresividad de lo material, y nacemos. En ese camino de sensibilidad y fortaleza, de sutilidad y simpleza estallamos a la vida en el momento mágico donde el dolor se ha sustituido por lágrimas y sonrisas. Así, marcamos un momento del cual luego sólo tendremos la constancia de su relato, una perspectiva que a través del tiempo podrá ir cambiando, por sus años, pero también por los nuestros. Nuestra emotividad, comienza a tomar el tono de nuestras vivencias, y con ella o sin ella continuamos por la vida.
Tenemos un legado muy especial, guardado y por el cual competirán las mayores hazañas, que nunca borraran esa primera; en todo caso, podrían llegar nuevas a complementar o a intentar cambiar, pero siempre desde lo más profundo de nuestro ser, sabemos bien qué es cierto y qué no lo es. En definitiva, ella es a nosotros, como la Madre Tierra a la humanidad, y crecemos porque va amoldándose a nosotros a nuestra frecuencia vibratoria más alta. Y así, genera lo que necesitamos; por un lado, nuestro alimento, y por otro nuestra coordinación para ingerir, o tomarlo. Nos educa, corrige y permite crecer acompañados, aunque físicamente no esté, o no sea la misma.
La cuestión, es que desde los sentimientos más puros nos complementa siempre para que nos sintamos bien, y si, a veces haber crecido, nos permite ver errores que antes no podíamos ver, tan sólo porque no necesitábamos hacerlo y convivimos con ellos como si no existieran. Eran nuestro refugio, nuestra salvaguarda para poder continuar viviendo, y hoy celebrar la vida como humanos comunes, pero con un tantito más de sabiduría que pudimos aprehender de una mujer llena de ella, dispuesta a dejarla de lado y abrazar la materialidad, tan sólo para que nuestra existencia fuera más rica. Un recuerdo sano, elegido con ternura y amor que nos permita revivir el recuerdo más hermoso de ella en un abrazo, una caricia o un beso, será siempre una excelente elección para la salud de nuestra mente, cuerpo y espíritu, porque es parte del amor que nos enseñó debemos darnos a nosotros mismos.
Con mis mejores deseos,
L.E. Isabel Casco Silva.
Comentarios
Un artículo potente. Profundo y bien condimentado con sentido común, un tema cálido, frases muy tiernas y de mucho peso. Saber esperar los años para ver nuestros errores, saber amarlas, saber ser con ellas.