El Día del Profesor cada 16 de octubre en Chile, debería ser una fecha de celebración, un momento para reconocer la importancia de quienes dedican su vida a la enseñanza de nuestros hijos y de las nuevas generaciones. Sin embargo, la realidad que enfrentan los docentes hoy nos deja un sabor amargo, una sensación de que poco o nada hay que celebrar. Licencias médicas por estrés y enfermedades mentales, una deuda histórica que sigue sin resolverse, problemas de infraestructura y la eterna incertidumbre laboral nos muestran un panorama desolador sobre todo observamos académicas no docentes ganando $17.000.000 con platas del estado en una Universidad Privada.
¿Cómo se puede celebrar cuando los profesores, pilares fundamentales de la sociedad, se ven sobrecargados, con su salud mental dependiendo de un hilo? El aumento exponencial de licencias por depresión y ansiedad entre los educadores no es una casualidad. Refleja un sistema anquilosado que ha olvidado cuidar a quienes educan a las futuras generaciones. Cada docente que deja el aula temporalmente por una licencia o desilusionado del sistema es una señal de alerta, una muestra de que algo está profundamente mal. Pero el problema no es sólo individual; es estructural.
La infraestructura escolar en muchas partes del país está en condiciones deplorables. ¿Cómo puede un profesor sentirse valorado cuando su lugar de trabajo está lejos de ser un ambiente digno? ¿Cómo se puede enseñar con pasión cuando las herramientas son limitadas y los recursos escasos? Más que un simple problema de ladrillos, es un problema de respeto y de prioridades. La falta de inversión en educación y la poca importancia que se le da a mejorar las condiciones laborales de los profesores es un reflejo de una sociedad que, aunque lo dice, no parece realmente valorar a sus maestros.
Y no olvidemos la deuda histórica. Una deuda que arrastran cientos de docentes, una herida que ha sido ignorada por gobierno tras gobierno, promesa tras promesa. La deuda histórica no es solo una cuestión económica; es una deuda de dignidad. ¿Cuántos profesores han envejecido esperando una solución, viendo cómo sus años de servicio se traducen en promesas vacías? Cada vez que esta deuda se ignora, se refuerza el mensaje de que los profesores, a pesar de su labor indispensable, no son prioridad.
A todo esto, se suma la Ley Katerinne Yoma, una legislación que busca proteger a los docentes y que lleva años estancada en el parlamento. Mientras la ley duerme en los pasillos del Congreso, los profesores siguen enfrentando situaciones de abuso, acoso y precariedad. ¿Qué mensaje estamos enviando a quienes se paran frente a nuestros hijos todos los días?
Este Día de la Profesora y Profesor debería ser un momento de reflexión, no de celebración vacía. Debería ser un llamado a la acción, una oportunidad de todos nosotros para que el Estado, las instituciones y la sociedad reconozcan las profundas fallas que existen en el sistema educativo y en las condiciones laborales de las profesoras y profesores.
No podemos seguir celebrando mientras nuestros docentes se hunden en el agotamiento y la desesperanza.
Es tiempo de actuar. Resolver la deuda histórica, mejorar la infraestructura, avanzar con la Ley Katerinne Yoma, y, sobre todo, cuidar la salud mental de nuestros educadores no es sólo una cuestión de justicia, sino de futuro. Porque si nuestros profesores no están bien, no puede estarlo la educación.
Celebremos, sí, pero celebraremos cuando haya razones verdaderas para hacerlo. Cuando los profesores puedan caminar con la frente en alto, sabiendo que su trabajo es valorado no solo con palabras, sino con hechos reales y concretos. Celebraremos cuando la enseñanza no sea un sacrificio, sino una vocación apoyada y respetada. Celebremos cuando Chile, como país, coloque a la educación ya sus profesores en el lugar que realmente merecen.
“Enseñar exige respeto a los saberes de los educandos ya su dignidad.” – Paulo Freire.
Del Autor: Miguel Angel Rojas Pizarro. Chileno, Papá. Psicólogo Educacional, Profesor de Historia y Cs. Políticas, Post Título en Orientación Vocacional, con estudios de Doctorado y Magíster en Educación y Convivencia Escolar. Bombero, Académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Aysén y Libre Pensador.