BARCELONA / ESP.- 8M, otro amanecer… La jornada se tiñe con una intensa luz, pero también con gigantescas sombras que intentan opacarla. Día de la Mujer, un crisol de emociones que nos invita a reflexionar sobre las crudas cifras que laten detrás del velo de la realidad. Las estadísticas revelan un eco doloroso que resuena en los corazones de quienes buscan un cambio, de quienes perdieron una hija, una nieta, una sobrina, una madre, una amiga, una tía, una prima, una compañera, una profesora, una... y una..., y una..., y una..., que han llegado a ser millones.
Cifras que duelen
En esta travesía hacia la equidad, las cifras se convierten en testigos silenciosos de la injusticia que aún gobierna en el mundo en relación a la violencia de género. Las lágrimas vertidas por víctimas de abuso, maltrato, violación y asesinato, crean un océano de dolor que se extiende más allá de las fronteras geográficas y culturales.
Los datos mundiales sobre el número de víctimas de feminicidio son escasos y heterogéneos, pero algunos informes nos pueden dar una idea de la catástrofe a la que aún nos enfrentamos. En 2017, las cifras mundiales rondaban las 87.000 víctimas de violencia en el marco de la pareja; en 2022 se calcularon 48.800 más; y en 2019, se mostraba el escalofriante número de 105.787 víctimas, por lo que, a día de hoy, el número ya ha superado con creces el millón.
Respecto a la mutilación genital femenina, en 2020 se estimó que existían más de 200 millones de niñas y mujeres en el mundo que habían sufrido este tipo de violencia. Y en cuanto al matrimonio infantil, en ese mismo año se calculó que habría más de 650 millones de mujeres que han sido obligadas a casarse siendo menores de edad.
«Se estima que 736 millones de mujeres (casi una de cada tres) han sufrido en el marco de la violencia física y sexual al menos una vez en su vida (el 30% de las mujeres de 15 años o más). Estos datos no incluyen el acoso sexual. Las tasas de depresión, trastornos de ansiedad, embarazos no deseados, infecciones de transmisión sexual y VIH son más elevadas entre las mujeres que han experimentado violencia que entre las que no la han sufrido, al igual que ocurre con muchos otros problemas de salud que pueden perdurar una vez que ha cesado la violencia».
«Menos del 40% de las mujeres que experimentan violencia buscan algún tipo de ayuda. En la mayoría de los países para los que existen datos disponibles sobre esta cuestión se constata que, entre las mujeres que buscan ayuda, la mayoría acude a familiares y amistades. Muy pocas recurren a instituciones formales, como la Policía o los servicios de salud. Menos del 10% de quienes buscan ayuda presentan una denuncia ante la Policía».
(Citado de ONU MUJERES: Hechos y cifras: Poner fin a la violencia contra las mujeres).
No son números, son vidas
Detrás de cada número hay una historia, la que nos contamos entre amigas cuando ya no podemos soportar más el peso y el dolor de aquel recuerdo, la que callamos durante décadas por miedo y vergüenza. No nos inventamos nada; compartimos estas experiencias después de haber pasado un infierno en la más profunda soledad. Hasta que nos animamos a confiar, y con cada palabra que sale temblequeando de nuestros labios, intenamos sanar desesperadamente ese sufrimiento crónico. Es así como, poco a poco, a lo largo de la historia, fuimos dándonos fuerza entre nosotras mismas y salimos a la calle a reclamar.
Ya decididas a luchar, en la maraña de dudas, poder, corrupción y fanatismos, encontramos la eterna paradoja de la denuncia: ¿Cómo interpretar las estadísticas cuando las voces silenciadas comienzan a resonar? A medida que nos fueron escuchando, algunos sistemas comenzaron a cambiar. Es así como encontramos países desarrollados que muestran altos registros de denuncias en comparación con otros. Aunque ciertos medios busquen utilizar estas cifras de manera engañosa para desacreditar nuestra lucha, estas no reflejan un aumento real de la violencia, sino más bien son el resultado de contar con un sistema que nos escucha. Gracias a esto, se han ampliado las definiciones legales de los delitos sexuales, incluyendo una mayor consideración del consentimiento y brindando mayor visibilidad a situaciones de violencia, por más leves que algunos las puedan percibir.
La discrepancia en la forma en que se registran y documentan estos casos nos desafía a interpretar las estadísticas con una mirada crítica y matizada y a tener una mentalidad abierta al cambio, en vez de quedarse solo con los titulares y utilizarlos como un consuelo paralizador.
Del nacimiento del 8M a hoy
En 1857, las trabajadoras de una fábrica textil en Nueva York desafiaron las duras condiciones laborales, marcando un hito en la lucha por los derechos de las mujeres. A lo largo del tiempo, eventos como la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en 1907 y la huelga de 1908 en Nueva York contribuyeron a gestar el Día Internacional de la Mujer. En 1910, se propuso el 8 de marzo como día simbólico para reivindicar los derechos, especialmente el voto.
A lo largo del convulso siglo XX, los conflictos fortalecieron el papel de la mujer, atrayendo el apoyo de organizaciones internacionales. En 1975, la ONU oficializó el Día Internacional de la Mujer. La elección del 8 de marzo no se limita a un evento, sino que refleja una lucha colectiva y prolongada. Cada generación hereda el compromiso de pelear por sus derechos y los de las generaciones futuras.
Desde entonces, la fecha se ha convertido en un momento para reflexionar sobre los logros alcanzados en la lucha por los derechos de las mujeres y para destacar las desigualdades que persisten en todo el mundo. En nuestra reflexión más profunda, no solo es un día de conmemoración, sino el recuerdo de un compromiso constante, de no dejar de desentrañar las capas de la desigualdad y de desafiar las normas obsoletas. Una llamada a la sociedad para construir un mundo en el que la luz de la igualdad destierre las sombras persistentes, con cada paso, cada palabra y cada acto de solidaridad, iluminando el camino hacia un mañana donde todas las mujeres puedan caminar sin miedo, sin cadenas, hacia la plenitud de sus sueños y aspiraciones.
Este día, más que una fecha, no sólo es un recordatorio de las cifras frías, sino también de la persistencia y unidad en la búsqueda de equidad. Un llamado a la acción para cambiar la narrativa y para tejer un nuevo tapiz de humanidad, empatía y evolución.