PABLO BARATINI DESDE VALPARAÍSO CHILE
Por: María Victoria Maldonado Godínez
Carmen terminó de doblar la ropa, pero algo la incomodó, vio hacia el reloj que estaba en la pared y se dio cuenta que Juan ya estaba por llegar. Sus manos empezaron a temblar ligeramente, sintió un malestar en la boca del estómago, el temor se apoderó de su sentimiento.
Sí, en unos momentos escucharía que él introduciría la llave en el picaporte de la puerta principal, luego lo vería aparecer ahí, frente a ella, con aquella mirada inquisidora, ordenando groseramente que le sirviera la comida, insultándola porque lo que preparó de seguro que sería una porquería. Pensó que con nada lo tenía contento, pese a que siempre fuera para él la mejor rasión de comida, que no importaba que no ajustara para los niños, pero su plato sería el mejor servido en esa casa y sin embargo, él siempre estaría renegando, quejándose de todo y maldiciendo a ella y a sus hijos.
Las manos empezaron a sudarle, sabía que así como ella, los niños también estarían sintiendo ese temor a los gritos e insultos del padre, que de seguro, otra vez llegaría borracho, así que tal vez estarían en el último rincón de la casa, buscando no ser vistos por su padre.
Volvió a consultar el reloj, y se dio cuenta de que esa era la hora, por lo que miró hacia la puerta y fue entonces que vio aparecer la figura de su hermana, quien con gran entusiasmo, le decía que se diera prisa, pues los niños estaban ansiosos por ir a jugar al parque.
Sí, ya voy, dijo Carmen, con una sonrisa en la boca, pues entonces recordó que ahora era una mujer libre de aquel cautiverio emocional, en el que había estado durante años, que ahora ya era dueña de su propia vida, ya no más insultos ni humillaciones…
Comentarios
Definitivamente este corto relato tiene su toque, pues nos atrapa desde su segunda línea. Nos lleva a imaginar a ése agresor tras la puerta, lo describe tan bien, que apenas logramos respirar un poco cuando se establece que los niños irán a jugar, y suspiramos de alivio, cuando nos enteramos que Él, no volverá.
Intuitivo, palpitante, directo a la médula espinal del lector, simplemente..., escalofriante.
Roberto González - Colaborador.