Ikiam tenía siete años. Antes de morir, el último 22 de abril, agonizó durante horas en los brazos de su madre, que intentaba calmarlo con golpecitos en la espalda. Llevaba tres días con malestar de estómago, fiebre, vómito y diarrea con sangre. Vivía en la comunidad Achuar, de Surik Nuevo, en la selva, en Huasaga, la parroquia rural más grande de las cuatro que tiene el cantón Taisha, en la provincia de Morona Santiago.
El puesto de salud más cercano, que funciona en una precaria casa, está en Wampuik, a tres horas a pie, entre barro, selva espesa y caminos que se pierden entre la humedad. Una avioneta, que fue solicitada por los pobladores al Ministerio de Salud Pública (MSP) para transportarlo de emergencia hasta el hospital de Taisha o Macas para que reciba ayuda, se tardó en llegar. Su pequeño cuerpo, consumido por la fiebre e hinchado, parecía arder por dentro. El sudor le corría como agua sobre la piel. Quedó con la mirada perdida y los ojos cargados de angustia, como si supiera que había perdido la batalla.(El Mercurio)