PRENSAMÉRICA ECUADOR.-CGN NOTICIAS.-En la novela La Peste, su autor, el francés Albert Camus, destaca que las peores epidemias no son biológicas sino morales. Es exactamente eso lo que estamos viviendo los ecuatorianos: La ausencia de los llamados a liderar el País en todo tiempo, pero aún más en tiempo de crisis; la indolencia de una clase política que se revuelca en el fango de su egoísmo al negarse a donar ni un dólar del sueldo que reciben (y que muchos están lejos de merecer) para ayudar a quienes, por su voto, le deben el trabajo que ahora ostentan.
Ante la crisis global, el Banco Mundial aconsejó que los países pobres no paguen sus deudas para que prioricen la emergencia; a la par, el Fondo Monetario Internacional (FMI) indicó que 80 países ya se comunicaron con ellos para solicitar el aplazamiento de pago. Argentina fue categórica al decir que no podría hacerlo hasta después de cinco años. Ecuador, en cambio, tomó la “acrisolada” decisión de honrar la deuda externa con un desembolso de 320 millones de dólares.
En medio de todo esto, nos mienten diciéndonos que sólo han muerto 41 personas, que el sistema de salud está fortalecido y que se dispone de los recursos para atender la emergencia. Todo es una farsa.
Hay médicos que han fallecido y otros hasta renuncian por no contar con implementos básicos de bioseguridad, muchos contagiados han muerto en sus casas sin haber recibido más asistencia que la telemedicina y, como corolario de toda esta pesadilla, ahora nos hablan de fosas comunes para sepultar a los fallecidos por covid 19.
¡Son malos hasta para mentir! En el terremoto del 2016 murieron casi 600 personas y jamás se habló de fosas comunes, pero resulta que ahora con 41 fallecidos, el vicepresidente de la República, Otto Sonnenholzner, anunció que se estaba haciendo la gestión con el Municipio de Guayaquil para que se encuentre un espacio en el que se pueda construir una fosa común para enterrar a los fallecidos por el virus.
Entre toda esta costra y pus, me preocupa el papel de los medios y los periodistas. En los medios tradicionales y la mayoría de los digitales (salvando honrosas excepciones) solo replican como loro domesticado las cifras que les da el Gobierno y apenas unas tibias denuncias a las que les dedican pocos segundos y escasas líneas.
Quiero creer que el periodismo del País y sobre todo de Guayaquil está pasando por la transición que vivió, en la novela La Peste, Raymond Rambert, un periodista parisino que llegó a Orán, la ciudad infectada, para encontrarse con su amada.
Al ver la situación de desgracia que vivían los habitantes intentó mantenerse al margen y hasta se dispuso a irse al percatarse que se había declarado la cuarentena y que nadie entraba ni salía de la ciudad; estuvo a punto de hacerlo, pero se arrepintió y se dedicó a ayudar, en la medida de sus posibilidades, a las brigadas sanitarias, pero también a elaborar una crónica que narrara, de la manera más fiel posible, lo que ocurría en Orán, para que no se replique a otras comunidades.
Aplaudo a los colegas que se mantienen enhiestos e inquebrantables en el ejercicio del oficio: Informándose, investigando, contrastando, exponiendo, publicando y denunciando.
¡Por favor, no desmayen! Los ecuatorianos y el mundo tienen que conocer la verdad.(LCDO. GUNTER PONCE ASPIAZU)